Jorge Ricardo Pelayo, secretario de UPA Canarias, pide que la voz de los agricultores y ganaderos palmeros sea escuchada y tenida en cuenta
Jorge Ricardo Pelayo Duque. Secretario de Organización de UPA Canarias.
Las Islas Canarias tienen una superficie total de 7.447 km2 de territorio de origen volcánico, y, una población de unas 2.200.000 personas. La isla de La Palma, aporta a la comunidad autónoma canaria unos 708 km2, y, algo más de 80.000 habitantes, de los cuales, ahora mismo, se superan las 7.000 personas desalojadas, estando afectadas por el momento una superficie de cerca de 900 hectáreas. A esto, se debe sumar a otras tantas personas, que, no viviendo en el Valle de Aridane, sí tenían sus puestos de trabajo en esa zona y ahora se han quedado sin los mismos.
La producción primaria genera casi la mitad del Producto Interior Bruto de la isla de La Palma, circunstancia más que meritoria en una isla ultraperiférica. Centrándonos en el mundo rural, la controversia que genera el futuro del Valle de Aridane tiene completamente desconcertadas a las personas que viven de la agricultura, ganadería, y, la pesca, quienes contemplan estupefactas cómo un fenómeno natural, que se nos antoja dantesco, les está arrebatando su medio de vida.
Las canarias y los canarios llevamos toda la vida conviviendo entre volcanes, lo que ha llevado a varias generaciones a lidiar con diferentes erupciones volcánicas. La época en que se ha dado cada una de esas erupciones ha condicionado cómo se ha resuelto a posteriori cada crisis generada tras una erupción. El Valle de Aridane está cambiando día tras día su fisionomía y ello no debe significar la futura despoblación de dicha zona, sobre la cual, el Estado Español solamente tiene potestad sobre los territorios ganados al mar, ya que las superficies afectadas, tanto residenciales, de empresas privadas, y, de la administración pública, siguen perteneciendo a sus propietarios.
Que la agricultura de La Palma siga en pie
Ante la gran afectación de las explotaciones agrícolas que aún siguen en pie en el Valle de Aridane, la Administración pública comienza a gestionar las primeras partidas económicas para instalar desaladoras que garanticen el futuro de plataneras, aguacateros, viñas, frutales, y, demás zonas de cultivo agrícola. Quizás, cuando todo pase, la administración pública, podría revertir esta medida de urgencia tratando de mejorar el acceso a la gran cantidad de agua de magnífica calidad que contiene la isla de La Palma, que está en manos privadas. Hay que resaltar que las condiciones climáticas de Valle de Aridane son exclusivas de esa zona, por lo que es impensable que todas las hectáreas agrícolas afectadas se puedan trasladar a otras zonas de la isla con idénticos resultados de producción.
Así mismo, en una isla cuyo territorio es finito, es harto complicado desplazar y reubicar la gran cantidad de animales de explotaciones ganaderas afectadas por la erupción volcánica atendiendo a la normativa vigente. De momento, se han buscado soluciones transitorias gracias a la solidaridad entre ganaderas y ganaderos e instituciones públicas. En el Valle de Aridane convivían explotaciones ganaderas centradas en la producción para su futura comercialización generando empleo y economía a esta demarcación, con pequeñas explotaciones ganaderas asociadas a una residencia familiar o negocio agrícola, las cuales, sin generar empleo directo, han contribuido también al mantenimiento de las razas ganaderas autóctonas de las Islas Canarias y propias de la isla de La Palma.
No perder espacio agrícola
A estas circunstancias expuestas se une el debate que genera el planteamiento de renunciar por completo a recuperar el territorio afectado por la erupción volcánica del Valle de Aridane a favor de cederlo todo al Medio Ambiente. En anteriores erupciones volcánicas en la isla de La Palma, gracias a la fortaleza de palmeras y palmeros unida a su ingenio, se logró generar economía nuevamente en los territorios afectados mediante labores agrícolas, ganaderas, y, de la pesca.
No cabe duda que una situación tan dramática genera una cascada de reacciones entre las personas que lo viven en primera persona y las que observan perplejas desde las otras Islas Canarias, el resto de España, Europa y a nivel mundial. Lo mismo genera expectación, miedo y ansiedad que solidaridad y empatía. Millones de euros solidarios de personas de todas partes del planeta han sido ingresados en cuentas oficiales, y, están aparcados por las instituciones públicas que las recolectan esperando no sabemos a qué.
Las ayudas deben llegar
Todas las personas evacuadas y afectadas directa, o, indirectamente por la erupción volcánica, necesitan volver a ponerse en movimiento, máxime cuando este drama está sometiendo a demasiadas personas a hacer frente a un ERTE, o, tener que pedir la baja como autónomos con una compensación ínfima de la Administración. A su vez, aún no se vislumbran las primeras ayudas económicas por parte de la administración pública destinadas a suplir las grandes pérdidas económicas del sector primario por esta erupción volcánica. De hecho, todavía no han llegado las ayudas aprobadas por las pérdidas que ha generado la pandemia de la COVID-19.
Palmeras y palmeros se mantienen en pie sin perder la esperanza frente a un volcán en erupción, como lo han hecho frente a crisis económicas pasadas o frente a la pérdida de ingresos derivada de una pandemia global que sigue presente. Por lo que debemos mostrarles apoyo moviendo dinero por la isla de La Palma.
En estos momentos hay multitud de profesionales de diversa índole desplazados a la isla de La Palma, cobrando una prestación económica por sus servicios. Esas personas podrían plantearse dejar el “todo incluido” por un “yo consumo local en la isla de La Palma”, colaborando a que negocios de zonas no afectadas ni evacuadas puedan no sólo mantenerse a flote, sino generar más empleo que puede rescatar a esas otras personas que ahora están resignadas a entrar en las listas del paro, y, de paso dar salida inmediata a la producción primaria palmera. Ahora que la isla de La Palma necesita recuperar una normalidad, se necesitan visitantes que consuman calidad y cantidad de productos palmeros. Esos visitantes por esta vía se convertirían también en voluntarias y voluntarios que generan turismo solidario en la isla de La Palma.
La Palma nos necesita ahora y en el futuro. La Palma tiene voz propia que brama tan fuerte o más que este dichoso volcán. Escuchemos más, entendamos mejor y facilitemos la vuelta a la normalidad a palmeras y palmeros desde ya, porque como la naturaleza es impredecible, va a ser imposible calcular cuántas más hectáreas arrasará en el tiempo, ni si acabará mañana, o, el mes que viene.
Lo que sí podemos hacer es oír sus demandas, tenderles puentes y abrirles puertas con ese dinero que ha llegado para ellas y ellos. Debemos respetar su voluntad, comprender el apego a sus tierras, para que si llegado el caso, esta generación no logre reinstalarse del todo donde se encontraban, mantengan la tranquilidad de que su legado no se perderá para futuras generaciones, manteniendo viva la historia e idiosincrasia del Valle de Aridane y de la isla de La Palma.