La segunda revolución del regadío valenciano

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La Generalitat Valenciana ultima un proyecto hídrico de gran envergadura que se convertirá en una segunda revolución para el regadío valenciano

regadío valenciano

Han pasado casi 25 años desde la aprobación y puesta en marcha del llamado Plan Director de Modernización del Regadío de la Comunitat Valenciana. / GVA

Han pasado casi 25 años desde la aprobación y puesta en marcha del llamado Plan Director de Modernización del Regadío de la Comunitat Valenciana. Las cifras redondas siempre invitan a hacer balance y es, por tanto, un buen momento para realizar algunas consideraciones sobre lo que ha supuesto este largo periodo para el campo en términos hídricos, máxime cuando desde la Generalitat estamos ultimando un proyecto de gran envergadura, que presentaremos en breve, y cuyo objetivo no es otro que el de continuar potenciado el apoyo público a los regantes desde una perspectiva múltiple y verdaderamente ambiciosa.

La presencia del agua ha estado vinculada al desarrollo de nuestra agricultura desde sus mismos orígenes y hoy por hoy el regadío representa la mayor parte de la producción agraria valenciana y la aportación más significativa a su valor añadido bruto. De la importancia estratégica de estas técnicas de producción vinculadas a los recursos hídricos daba cuenta la propia FAO al alertar en un reciente informe sobre la necesidad, no ya de mantener estas estructuras productivas, sino de fomentarlas de manera decidida a fin de poder afrontar las formidables necesidades alimentarias que plantea una población mundial en continuo crecimiento y que alcanzará los 10.000 millones de habitantes en 2050, de acuerdo con las últimas previsiones al respecto.

El reto de la alimentación no es una cuestión menor y, tal como apuntaba un poco más arriba, la actual coyuntura se antoja especialmente idónea para efectuar un somero análisis de la evolución del regadío valenciano durante los últimos años, del lugar dónde se encuentra en la actualidad y de la posición que deberían ocupar en el futuro unas formas de cultivo que han sido, son y tienen que seguir siendo genuina seña de identidad de nuestra agricultura.

Durante los últimos 30 años se ha registrado una sustancial reducción de la superficie cultivada de secano, hasta el punto de que se han perdido casi la mitad de las tierras que estaban en producción. Mientras tanto, el regadío, tras haber alcanzado un registro máximo de 360.000 hectáreas, mantiene en la actualidad una tendencia estable en torno a las 330.000 hectáreas. Estos cambios se ha operado en paralelo a una modificación sustancial de las técnicas de riego, de tal manera que el riego por goteo ocupa ya el 70% de las tierras regadas aunque solo emplea un 48% del agua disponible para tal finalidad. Estas transformaciones destinadas a mejorar la eficiencia han sido posibles, en gran medida, gracias al respaldo público de la Administración valenciana.

Un esfuerzo sostenido

Efectivamente, la Generalitat asumió las competencias en esta materia a través del Real Decreto 1871/1985, que dio lugar a la posterior aprobación en 1986 de la ley autonómica sobre utilización de aguas para riego, desarrollada mediante un decreto al año siguiente. Las disposiciones allí contempladas, y a diferencia de otras normas del ordenamiento jurídico español, se centraban de forma pionera en la utilización del agua sobre el marco físico que constituye su destino, es decir, la parcela o finca agrícola. Tal esfuerzo racionalizador se vio acompañado por actuaciones de promoción concretadas en ayudas de índole económica y técnica.

El 10 de enero de 1995 vio la luz el ya citado Plan Director de Modernización del Regadío, en el que no se contemplaba el apoyo a nuevas transformaciones, sino la consolidación de la superficie existente. Este apoyo al regadío se ha visto reforzado recientemente con la financiación de operaciones de modernización dentro de los fondos previstos en el Programa de Desarrollo Rural de la Comunitat Valenciana 2014-2020. En honor a la verdad es de justicia apuntar que durante los últimos 30 años las distintas administraciones han acreditado su compromiso con el regadío valenciano desde el convencimiento de que se trata de un sector estratégico. La contribución de las arcas públicas para su puesta al día ronda los 1.300 millones de euros durante el referido período.

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La reutilización del agua será un punto clave del proyecto de la Generalitat Valenciana. / GVA

Superar las debilidades

Sin embargo, y aunque los avances han sido notables, la situación tampoco es idílica y por ello es preciso redoblar la apuesta por la mejora del regadío. Las principales flaquezas que presenta el sector se encuentran estrechamente vinculadas, por una parte, a las dificultades económicas para mantener la actividad agraria, mientras que, de otro lado, tienen que ver con el déficit de recursos hídricos.

Respecto a la primera de las dos debilidades, las mayores cifras de abandono de explotaciones se concentran en las zonas citrícolas del litoral. Las causas de esta tendencia regresiva hay que buscarlas en una combinación de factores tales como la dinámica negativa de los precios o el minifundismo. Además, si exceptuamos las demarcaciones hidrográficas de los ríos Mijares y Serpis, el resto de las grandes cuencas fluviales valencianas han sido calificadas como deficitarias por los organismos competentes desde 2013. Ni el Júcar, ni el Segura, ni el Turia, ni el Palancia, ni el sistema Vinalopó-Alacantí disponen de suficientes volúmenes anuales para atender la demanda existente. Esa insuficiencia de caudales externos obliga a recurrir con excesiva frecuencia al uso de aguas subterráneas con el consiguiente encarecimiento de los costes de extracción, circunstancia que constriñe el desarrollo de esas zonas.

A pesar de esas dificultades, y como muestra evidente de la voluntad de los regantes de sobreponerse a las mismas, durante los últimos años se ha generalizado el uso de recursos no convencionales, como las aguas residuales depuradas o las desaladas, que han servido para paliar situaciones críticas. La reutilización en la Comunitat Valenciana alcanza el nivel más alto de toda España, con una cifra de 128 hm³ en 2016, la totalidad de los cuales fueron destinados a uso agrícola.

Reducir costes

Pues bien, siendo conscientes como somos de los hándicaps reseñados, pero también de las sustanciales mejoras que se han operado, desde la Generalitat nos disponemos a poner en marcha esa nueva estrategia que tiene que traducirse en una segunda revolución para el regadío valenciano. Para llevarla a buen puerto hemos de reforzar al máximo las políticas dirigidas a potenciar la reutilización del agua, así como fomentar la integración de las entidades de riego en aquellas áreas con una fuerte atomización institucional a fin de reducir costes de construcción, mantenimiento y gestión de las infraestructuras. En este sentido, tenemos que aprovechar la ley de Estructuras Agrarias, actualmente en fase de desarrollo normativo, para convertirla en un instrumento que haga posible aliviar esta situación mediante nuevas fórmulas encaminadas a superar las limitaciones derivadas de la excesiva fragmentación de la propiedad agrícola.

Además, tampoco podemos perder de vista que el actual escenario de cambio climático obliga a incrementar la eficiencia de los sistemas empleados porque la sostenibilidad de buena parte de los regadíos valencianos depende de la adopción de medidas en los próximos años que mejoren el estado hídrico y energético de los mismos. Es imprescindible que sepamos jugar las cartas de las que disponemos porque solo reduciendo el uso del agua y los costes que acarrea el riego podremos hacer frente tanto a las deficiencias actuales del sistema productivo como a los exigentes desafíos que plantea el futuro.

 

 

(*) Roger Llanes Ribas. Director general de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Generalitat Valenciana