Las razones de Ailimpo para una organización citrícola mundial y la negativa del CGC

DECCO PEPITA

El Comité de Gestión de Cítricos (CGC) responde a Ailimpo y explica su negativa a ingresar en la World Citrus Organization (WCO)

Comité de Gestión de Cítricos

La excomisaria de Comercio, Cecilia Malmström (en el centro) posa junto al ministro de Agricultura de Sudáfrica, Sfiso Buthelezi (a su izda) en el Encuentro Internacional UE-Sudáfrica sobre ‘Agricultura sostenible’ celebrado en febrero de 2019 en Ciudad del Cabo. / Fotografía remitida por el CGC

El pasado 26 de noviembre y en esta misma tribuna, el director de Ailimpo pontificó sobre lo que intrínsecamente era bueno para su sector —los limones y pomelos— y lo que debería serlo también para el nuestro, las naranjas y mandarinas. José Antonio García no se andó con circunloquios y acusó a la organización que presido de “falta de empatía” y “de vivir anclada en lo analógico, en la televisión en blanco y negro” (sic). Y todo porque “el CGC de Valencia” —escribía García— no ha aceptado ingresar en la World Citrus Organization (WCO o mejor CWO, como García gusta de citarla, según sus siglas en ‘spanglish’).

Antes de entrar en el meollo de la cuestión, intentaré zanjar algunas de las suspicacias que se vienen alimentando con expresiones tan malintencionadas como la referida: ¿Hay algún problema en el hecho de ser una entidad de ámbito nacional y tener sede en la capital de la Comunidad Valenciana? Es evidente que no: esta región representa el 52% de la superficie citrícola de España, el 70% de la de mandarino, el 48% de la de naranjo y el 30% de la de limón, y desde ella se exporta el 70% en volumen y el 67% en facturación del comercio exterior citrícola español.

¿Y qué es la WCO? Pues se trata de una entidad aún en ciernes de la que poco conocemos, más allá de que será copresidida por el propio García —porque suponemos que ese será el pago a tan visceral empeño personal— y por su socio sudafricano de la Citrus Growers Association (CGA) —imaginamos que por su presidente, Justin Chadwick—. Se presenta, con todo, una organización que desborda buenas intenciones: “Será útil para que los países productores (…) (puedan) identificar y aprovechar mejor las oportunidades de negocio para el beneficio colectivo del sector”. Un foro que servirá para “discutir temas de interés común”; “estructurar el intercambio de información sobre tendencias de producción y mercado”; “mejorar la colaboración en la promoción del consumo y los beneficios de los cítricos”; “fomentar el debate sobre cuestiones políticas de interés común y promover proyectos de I+D” y para —en el colmo del buenismo— “establecer contactos con las autoridades públicas y otros actores en la cadena para destacar la importancia de los productores de cítricos y la necesidad de unos precios justos”. Pero más allá de esto y de la copresidencia, sobre los estatutos, formas de gobierno, proceso de toma de posición… nada se ha concretado.

Lo que sí sabemos, como refleja la ficha de la ponencia pronunciada por la CGA en un Encuentro Internacional UE-Sudáfrica celebrado en febrero de 2019 en Ciudad del Cabo y presidido por la entonces Comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, es que los exportadores sudafricanos tenían dos prioridades claras. Antes de lanzar la WCO, de un lado, expresaron la necesidad de “resolver la disputa técnica” con la UE en materia fitosanitaria, que decían les suponía “1.840 millones de rands por año” (más de 110 millones de euros, en tratamientos fundamentalmente contra la Mancha negra). Del otro, su segundo gran objetivo pasaba por “mejorar las relaciones con España” para así —según confesaban— “facilitar el diálogo entre la UE y Sudáfrica”. Ahora ya sabemos a quién debieron buscar y usar para conseguirlo, a José Antonio García, director de Ailimpo.

Los citricultores ‘engañados’

“No sabemos por cuánto tiempo los citricultores de naranja y mandarina valencianos seguirán permitiendo estos desmanes y engaños, buscando exclusivamente enemigos fuera (que haberlos haylos, aunque también los hay dentro) en lugar de hacer autocrítica” (sic), escribía en su artículo García líneas adelante desahogadamente para referirse al Comité.

Seis días después, la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) aclaraba sus dudas y tildaba de “inmoral” la estrategia seguida por los compañeros de viaje de Ailimpo en la WCO. Se refería así de crudamente a la orden dada a sus exportadores por la CGA de Sudáfrica en 2015 de evitar los puertos españoles para así eludir problemas con la Fito, que tenía por ‘vicio’ hasta 2014 hacer bien su trabajo y detectar en más ocasiones de las deseadas patógenos tan graves como la Mancha negra en sus naranjas pero también en sus limones. El comunicado de AVA-Asaja llegaba al extremo de calificar de “suicida” la actitud de aquellas asociaciones europeas que, como la citada interprofesional, han apostado por sumarse a este proyecto tan ‘empático’ con el bien de la citricultura planetaria. La otra organización agraria valenciana de referencia, La Unió, sé que hubiera suscrito en esta ocasión letra por letra lo manifestado por AVA-Asaja. El CGC, pese a que hasta el momento hemos guardado respetuoso y prudente silencio, coincide con ambas. A quien nos ha preguntado privadamente y sin alaracas, le hemos dejado clara nuestra postura en contra pero esta es la hora de aclarar nuestra visión del asunto.

Intercitrus

Así se entiende, que la presidencia de Intercitrus —este año a cargo del comercio cooperativo— optase por no aceptar la invitación al acto de presentación realizado en octubre durante Fruit Attraction. Al contrario de lo que lo que manifiesta García, el CGC no necesitó ejercer ningún “anacrónico derecho de veto” en la interprofesional. Simplemente, se juzgó que no era oportuno asistir. Si fuera necesario, eso sí, Sr. García, no dude que seríamos tan anacrónicos como usted pregona. Al Gobierno valenciano, a su conse-llera de Agricultura, Mireia Mollà, tampoco le inspira, de otro lado, ninguna confianza su proyecto. Será porque la Generalitat Va-lenciana también debe de ser anacrónica (sic).

Pero la citricultura española hace tiempo que dejó de ser patrimonio exclusivo de los valencianos y los andaluces, murcianos y catalanes cada día se ganan más el derecho a decir y a aportar. El Gobierno de la Región de Murcia —que respaldó con la presencia de su consejero el citado acto— así como el propio sector del ‘limón murciano’ —por seguir con la terminología reduccionista de García, como si Ailimpo no integrara el cultivo de Málaga o Alicante— parecen haber cerrado filas en torno a tan “inteligente” iniciativa. El Ministerio de Agricultura (MAPA), por su parte, también mandó a una representante a Ifema. ¿Cómo negarse a apoyar a una organización global en la que se perseguirán fines tan loables como los confesados? Al fin y al cabo, lo que busca un Gobierno, el de Madrid o el de Bruselas, es un interlocutor. Y qué mejor que uno que sea mundial. Más aún, cuando se persigue disponer de un representante válido en Europa, la plaza más deseada del planeta.

Comité de Gestión de Cítricos

Reproducción de una de las fichas de la charla dada por un representante de la Citrus Growers Association of Southern Africa. / Fotografía remitida por el CGC

‘Lo fácil’

Qué fácil sería para los políticos y los legisladores comunitarios —insisto— tener un ‘culpable’, una organización mundial de cítricos, cuando volvamos —porque volveremos— a una campaña citrícola española de 8 millones de toneladas acompañada de aumen-tos paralelos en Marruecos, Egipto o Turquía. Qué cómodo resultaría para Bruselas y Madrid tener una WCO a la que trasladar el debate sobre los efectos en Europa del espectacular incremento de producción de naranjas e híbridos de mandarina tardíos de Sudáfrica. Cuando el solapamiento de producciones se repita en nuestro principal mercado y vuelva el clamor entre los citricultores españoles, con precios por los suelos en satsumas, para la Clemenrubí, Nules o la Navelina y se repita el efecto dominó imparable sobre el resto de variedades, ¿os imagináis qué harían los políticos si tuvieran ese chivo expiatorio? Nos dirían: ‘Tenéis el foro, conocéis el problema, poneos de acuerdo. Compartid información y autorregularos, sed generosos. Repartios el mes de octubre, que Sudáfrica (o el hemisferio Sur) concluya el 15 de octubre y que España (la UE) comience el 16’. Con lo que ello significa cuando las citriculturas exportadoras de hemisferio Sur transportan por barco, con el consiguiente tránsito (sic).

Supongo que la directora general del MAPA igual no aprovechó aquel encuentro en la feria para aclarar ‘pequeños malentendidos’ con la CGA porque confiaba en que estos acabarán resolviéndose plácidamente en la WCO. Me refiero a cuestiones ‘menores’, que también podrían negociarse ‘más serenamente’ en ese nuevo organismo mundial. Porque, a partir del entendimiento y la “empatía” —claro— oficial u oficiosamente es probable que también se acuerden las condiciones fitosanitarias de acceso a Europa, como de hecho ha quedado claro que confiaba hacer la CGA. De ahí, reitero y porque el debate ya parece superado (nótese la ironía), que el ministerio no haya pedido explicaciones al delegado en Europa de los exportadores sudafricanos, Deon Joubert, quien en un documento oficial colgado en su web —el Annual Report 2019 de la CGA— justificó la decisión de evitar los puertos españoles en sus envíos por el “exceso de celo” mostrado por los funcionarios españoles. Por eso o porque calificase de “inconsistente” la actuación de los inspectores responsables del control fronterizo de plagas y enfermedades en nuestro país. Porque a estas alturas también se habrá olvidado la amenaza vertida en marzo por el Gobierno sudafricano que, en connivencia con la CGA, anunció que preparaba una denuncia a la UE ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por considerar “proteccionista” en lo comercial la misma regulación comunitaria contra la Mancha negra de la que nosotros tanto nos hemos quejado por insuficiente y laxa. Y Ailimpo también, por cierto.

Sumando países, no toneladas

La clave para decidirse, a priori, no debería ser si la nueva entidad mundial representará o no, que no es ni mucho menos el caso, al 70% del comercio internacional de cítricos. Resulta curiosa la manera de agregar países y de evaluar el peso de sus miembros, por otra parte, que está teniendo la WCO: si se adhiere una empresa italiana, es toda la citricultura de Italia, si se suma una organización de Marruecos, aunque no haya despertado el menor interés a los Dominios Reales de este reino —que es su primer gran operador y productor— también es todo el país. Si se suma Ailimpo, ya parece que se ha adherido toda España, pese a que el limón y el pomelo únicamente representen el 16% de la superficie citrícola española, el 14,9% de la producción de cítricos en la pasada campaña 2018/2019 y el 17,5% de la exportación nacional. ¿Por qué no dan nombres de empresas, corporaciones o asociaciones y solo mencionan a los Estados?

Pero nada de eso debería importar. Para tomar postura, antes debería ponerse luz sobre el quién es quién, sobre el para qué de una organización como esta y el cómo funcionará. Coincido particularmente con lo reseñado recientemente a este respecto por Cirilo Arnandis, presidente de Cooperatives Agro-alimentàries de la Comunitat Valenciana y responsable nacional de Frutas y Hortalizas. En tal artículo de opinión, Arnandis, sin descartar la posible bondad del proyecto, escribía literalmente: “Presentar (internacionalmente, se entiende) esta iniciativa al ámbito de las naranjas y mandarinas españolas como un hecho ya consumado, promovido y liderado exclusivamente por el limón y el pomelo, no parece ser la mejor receta. Por más loable que sea su intención y por más que se manifieste que hay una silla para las naranjas y mandarinas españolas para cuando decidan incorporarse, insisto en que las cosas bien hechas, bien parecen”. Y yo me permito ahondar en el refranero para remarcar aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”.

La articulación europea del sector

Porque para la CGA, el socio español “constructivo” —así aludía Joubert, tras quejarse en la citada memoria de lo oneroso de las restricciones fitosanitarias en Europa, al papel de García — será probablemente Ailimpo —en limones, claro— pero no lo puede ser el Comité —en naranjas y mandarinas—. Es fácil entenderlo: las relaciones y los proyectos se construyen desde la confianza y con la CGA, hasta el momento, tal cosa brilla por su ausencia. Con sus acciones, con sus palabras, trabajando como trabajamos en contraestación con fruta sudafricana (y de otras zonas del hemisferio Sur), no nos inspiran el mismo espíritu “constructivo” que a Ailimpo.

Tampoco nos encontramos cómodos con el hecho de que “la Secretaría de Freshfel Europe se haría cargo de la coordinación y las cuestiones administrativas de la WCO”, como se ha informado. Cooperativas tiene el COGECA, las organizaciones agrarias euro-peas se agrupan en el COPA y el CGC es miembro de Eucofel, como también lo es Fepex (la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas, Hortalizas, Flores y Plantas vivas), Asprocan (Plátano de Canarias), la Asociación de Organi-zaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Almería (Coexphal), Bonnysa… Eucofel es una organización continental ya consolidada de la que formamos parte fundamentalmente los operadores que nos consideramos cosecheros/exportadores de frutas y hortalizas europeas y que, en momentos determinados y para dar servicio a nuestros clientes durante todo el año, también importamos de países terceros. Y en este caso el orden de los factores (export/import) sí altera el producto porque trastocaría nuestra propia naturaleza como empresarios, el ‘core business’ de nuestra actividad. España no es Holanda y aquí sí nos la jugamos si al traer fruta también importamos plagas y enfermedades. Nos importa la fruta pero también quién la cultiva y cómo la producen.

Manuel Arrufat

 

 

(*) Manuel Arrufat, presidente del Comité de Gestión de Cítricos