Los deberes del sector citrícola

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Manuel Arrufat: “Exportar más fuera de la Unión Europea nos hace mejorar en poder de negociación en nuestro mercado natural”Los deberes del sector citrícola

La campaña citrícola, sin ambages, está siendo muy mala. Pero en estas tierras somos demasiado dados a titulares rozando lo apocalíptico. Recientemente, en una jornada celebrada en Villarreal, alguien del IVIA relativizó la gravedad de la situación. Solo necesitó mostrar la portada de un libro: ‘La crisis naranjera. Sus causas y remedios’. Lo ilustrativo no era, evidentemente, el título, lo relevante era su fecha de edición: 1909. No quisiera restar un ápice de dramatismo a lo que ahora vive el campo, solo remarcar la evidencia de que de esta saldremos y confío en que lo haremos reforzados.

No es momento de recordar las circunstancias que nos trajeron donde ahora estamos, de apelar a esa ‘tormenta perfecta’ que tanto ha menguado nuestro ánimo y resultados pero sí convendría destacar, al menos, el esfuerzo que se está haciendo por tratar de revertir la situación. Estamos recuperando volúmenes de ventas: en diciembre —el mes más intenso de la temporada— se incrementó la exportación un 7% respecto al mismo mes de 2017 y en enero —el segundo— se logró mejorar otro 13%. Hoy, con los últimos datos disponibles, nos situamos en parecidas cifras a las de la pasada campaña por estas mismas fechas. Lo hacemos, eso sí, con una cosecha que oficialmente resultó ser un 14% superior pero que oficiosamente hoy todos apuntan que fue mucho mayor, de récord más bien. Los precios siguen siendo malos —algo mejorados por la irrupción de las mandarinas tardías— y lo son más aún para los agricultores. Convendría pues que llegase pronto esa ayuda de mínimis tan cacareada pero que no parece terminar de concretarse.

Dependencia europea

Los envíos a la UE catalizaron hasta ese mes de enero el 92% de nuestras exportaciones. Realizar tantas ventas en un mercado tan maduro como el europeo no es en sí mismo malo, tampoco es algo nuevo y este porcentaje, de hecho, se repite campaña tras campaña. El problema se da fuera de la UE porque cada punto que se gana en esos países terceros es un paso de gigante en cuanto a ganar rentabilidad. Exportar más fuera de la Unión nos hace mejorar en poder de negociación en nuestro mercado natural —el Viejo Continente— que es donde más y mejor podemos aprovechar nuestra ventaja competitiva de proximidad, mejor servicio y producto.

“No quisiera restar un ápice de dramatismo a lo que ahora vive el campo, solo remarcar la evidencia de que de esta saldremos y confío en que lo haremos reforzados”

El Brexit, sea cual sea la solución final dada (salvo sorpresa mayúscula, que en este proceso nunca se sabe), agravará esta situación en breve. El bloqueo ruso a las importaciones agroalimentarias europeas nos ha apartado, por otra parte, del destino que más ha crecido en los últimos años: en 2017 importaron 1,5 millones de toneladas. Las nuevas plantaciones de Egipto, Marruecos, Turquía e incluso Sudáfrica, cuyas producciones empiezan ahora a aflorar, no se entenderían sin la salida que les ha brindado Rusia, donde desde 2014 no concurre la incómoda presencia española.

Europa, pese a ello, sigue siendo el objeto de deseo de la citricultura mundial y la competencia en ella, cada vez más cruda y desigual, nos lamina los volúmenes de venta poco a poco. Nos compran a nosotros —a veces ni eso— pero la amenaza de cambiar de proveedor está cada vez más presente. Al comienzo de temporada fue Sudáfrica el protagonista. Y como se evidenció y reconocieron las asociaciones agrarias en otro encuentro celebrado el jueves, los sudafricanos no nos arrancaron ventas por precio, sino porque su oferta (mandarinas y naranjas tardías) estaba en su momento óptimo de madurez. El CGC ya advirtió en noviembre de este hecho que, desafortunadamente, irá a más. Ahora la amenaza real es Egipto, que este año ganará más cuota europea, esta vez sí, vía precio. Compiten con costes diez veces inferiores y además andan ‘dopados’ con una depreciación de su moneda del entorno del 110% en dos años.

Aliviar las dificultades de Europa pasa por actuar pues bien lejos de ella, mejorando los protocolos de China, EEUU, haciendo viable la exportación a Japón o La India —donde la apertura comercial no compensa las barreras que suponen tales normativas fitosanitarias— y reabriendo el gran mercado ruso que se nos cerró por cuestiones geopolíticas. Hoy, sin duda, y de no haber mediado aquel veto, el país ex comunista sería nuestro primer destino no comunitario pues no en vano llegamos a venderles cerca de 80.000 toneladas.

Hay que mejorar fuera de la UE y defender nuestro vergel citrícola dentro. Esto sí es una cuestión de supervivencia: patógenos foráneos como el HLB, la ‘mancha negra’ o la Thaumatotibia Leucotreta pueden dejarnos al borde de la extinción. Bruselas debería saberlo y aplicar los mismos o parecidos niveles de exigencia que nos reclaman a nosotros cuando exportamos a otras potencias también productoras de cítricos.

OP’s e Intercitrus

La apertura o consolidación de mercados terceros, que depende de la acción bilateral de nuestro Gobierno, era uno de los objetivos perdidos en el marasmo de medidas que el Ministerio de Agricultura propuso en el último encuentro con todo el sector. Donde el ministro, Luis Planas, puso todo el acento fue en otros dos asuntos: reforzar las Organizaciones de Productores (OP’s) para así concentrar mejor la oferta y ganar en poder de negociación y activar Intercitrus como catalizador de las acciones sectoriales y de las promociones que se requiere implementar. Y no será el CGC quien le lleve la contraria.

La discrepancia surge en cuanto al cómo y el cuándo. Por turno me ha tocado (a las OP’s del CGC, concretamente) asumir la presidencia de la interprofesional y en dos meses se han mantenido más reuniones que en toda la última década. Desde fuera de esta organización que, conviene remarcarlo, es nacional, se nos ha censurado la “pasividad”, la “falta de señales de vida” de Intercitrus “en una de las peores campañas de la historia de la citricultura”. Y quizá, viendo lo visto, lleven razón porque el trabajo realizado, burocrático y aburrido, pero necesario, no se ha publicitado, pero la acusación resulta injusta, inoportuna e innecesaria. ¿Qué medidas podría haber tomado Intercitrus para atajar ahora la crisis? Es fácil: Ninguna. La razones: primero porque antes de adoptar ningún acuerdo se debe hacer lo que no se hizo durante más de una década —arreglar los papeles y eso, sin personal ni recursos propios, cuesta— y segundo porque para aprobar cualquier extensión de norma antes esta se ha de adoptar con carácter interno y solo a la campaña siguiente se puede implementar. No lo digo yo, esto último lo exige la Ley de Interprofesionales y los propios estatutos de la organización.

Más aún, resulta paradójico que la misma organización de agricultores que en la Comunidad Valenciana echa en falta la acción de esta interprofesional en el sector citrícola, en Extremadura opine justo lo contrario para la fruta de hueso. Cito literalmente: “Lo último que necesitan los productores de fruta de hueso es un impuesto revolucionario a través de la interprofesional” (sic). Confiemos que cuando Intercitrus haga lo propio, lo que inexorablemente debe promover para cofinanciar sus actuaciones, no se reproduzcan en nuestro sector argumentos similares. Que no se pronuncien, ni desde dentro ni desde fuera.

El ministro, por su parte, ha censurado las limitaciones de las OP’s citrícolas para concentrar la oferta y facilitar acciones cofinanciadas como las retiradas y otras medidas de gestión de crisis. ¿Por qué estas organizaciones aglutinan a solo el 35% de los citricultores? Igual la respuesta es la falta de flexibilidad, de atractivos para apuntarse a ellas. Mejor sería —y esta es obviamente opinión del CGC pero también la solución adoptada en otros tantos Estados miembros que suelen citarse como modelo— que la permanencia mínima exigida en tal OP fuera menor (por ejemplo, de un año en lugar de los tres que España requiere) y que el citricultor hoy libre siguiera haciendo honor a tal calificativo eligiendo asociarse entre las más eficientes, las que mejores liquidaciones le pudieran ofrecer.

Manuel Arrufat, presidente del Comité de Gestión de Cítricos (CGC)

Manuel Arrufat