El presidente de Frutas y Hortalizas de Cooperatives Agroalimentaries analiza los hitos más importantes que han marcado este año para el sector agrario
Cirilo Arnandis (*)
Llegadas estas fechas en las que se acaba el año, es quizás momento de hacer balance. En breve, caerá la última hoja del calendario del año 2023, dando paso a la primera del año 2024, como si del cierre de un capítulo y la apertura de uno nuevo se tratara, pero nada más lejos de la realidad. Tras la celebración de la Navidad en la cultura occidental, todo lo que habíamos dejado atrás resurgirá de nuevo, pese a los buenos deseos que es seguro que todos hemos compartido. Casi todo será igual, salvo el hecho de que el próximo mes de junio se celebran elecciones al Parlamento Europeo. Y a la vista de las últimas decisiones en él adoptadas, puede que el sector agroalimentario tenga bastante que decir.
Haciendo una retrospectiva, en los últimos tiempos, y especialmente tras la pandemia, hemos visto un repunte del precio de los alimentos, con carácter general, que se ha agudizado con el conflicto bélico habido en Ucrania, y no sabemos si en alguna medida, la situación más reciente que se está dando en Gaza, por eso de las cuestiones geoestratégicas y su impacto en las materias primas. Además, la climatología y el cambio climático han traído como consecuencias periodos de sequía en ciertas zonas productoras, no solo españolas, además de una especie de desorden en las temperaturas en que los diferentes cultivos tienen previsto desarrollar su actividad productiva atendiendo a su código genético. El hecho es que en determinados cultivos ha habido cosechas cortas, lo que ha provocado una inflación significativa en la cesta de la compra.
Y es mirando al futuro cuando me pregunto si para que exista una cierta rentabilidad de la actividad de los productores, de aquellos que tengan cosecha, se deben de dar toda una serie de circunstancias, como si de una alineación de planetas se tratara, o si tan solo el destino o la casualidad son capaces de proporcionar ciertos resultados en el campo.
Mi deseo es que fuera la política agraria y su contexto normativo, dentro de la libre iniciativa que los agentes económicos deben desarrollar en una economía de mercado quien permitiera vivir dignamente del campo, suministrando a los consumidores alimentos sanos y saludables en un cantidad y calidad asumibles por sus bolsillos. Y es que ahora puede ser un buen momento para analizar si el desarrollo normativo fijado desde Bruselas para la PAC permite conseguir los objetivos marcados. Más bien al contrario, pues pese a ser muy loables, no miran más allá de la cuestión medioambiental, suponga el coste que suponga para los agricultores europeos, y sin exigir además reciprocidad alguna a las importaciones provenientes de países terceros.
Un reciente informe de la OCDE reclamaba cambios en la PAC para que se cumplan realmente los objetivos que se ha fijado, sobre todo en términos medioambientales y climáticos, pues según su criterio, el sistema actual es ineficaz. Así, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, organismo internacional cuya misión es diseñar políticas para una vida mejor, entiende que en la actualidad hay una brecha entre las ambiciones políticas sobre la sostenibilidad medioambiental y los resultados observables. Incluso dice más, en la medida que hace notar que la productividad de la agricultura de la Unión Europea ha progresado en los últimos años a un ritmo más lento que en otros países extracomunitarios de la misma OCDE, pero que eso no ha redundado en un progreso de la sostenibilidad medioambiental en línea con las expectativas que se habían creado. Total, que hemos hecho un pan como dos tortas.
“Si bien, el Pacto Verde Europeo, así como sus estrategias De la Granja a la Mesa y Biodiversidad tenían objetivos muy plausibles, estos se han mostrado insaciables e inviables en cierta parte de medidas para el campo”
Si bien, el “Pacto Verde Europeo”, así como sus estrategias “De la Granja a la Mesa” y “Biodiversidad” tenían objetivos muy plausibles, estos se han mostrado insaciables e inviables en cierta parte de medidas para el campo. Es quizás llamativo el concepto de ambición expuesto en el informe de la OCDE en un contexto más bien negativo, el cual se podría haber mesurado y contextualizado si, como pidió el sector su día, se hubiera elaborado un estudio de impacto. El no hacerlo en su momento, pues Bruselas no tuvo más remedio que reaccionar tarde y mal tras el informe elaborado por el USDA, ha traído las consecuencias ya previstas, que no son otras que un clima de frustración y desafección, además de la ya mencionada pérdida de competitividad. Y es quizás esta la primera enseñanza que deben de tomar en consideración quienes salgan elegidos en las elecciones de junio al Parlamento Europeo, así como aquellos miembros que compongan la futura Comisión Europea: es imprescindible realizar previamente estudios de impacto de las políticas y medidas propuestas.
“La Comisión Europea se está olvidando de que la sostenibilidad medioambiental no se mantiene por sí misma si paralelamente no existe una sostenibilidad social y sobre todo económica, en este caso de los principales actores que participan en la consecución de estos objetivos”
La Comisión Europea se está olvidando de que la sostenibilidad medioambiental no se mantiene por sí misma si paralelamente no existe una sostenibilidad social y sobre todo económica, en este caso de los principales actores que participan en la consecución de estos objetivos. En este contexto se deben enmarcar las últimas decisiones adoptadas en el seno del Parlamento Europeo, compuesto por esos señores y señoras que solicitarán el voto de los ciudadanos europeos el próximo mes de junio. Una ciudadanía entre la que también se incluyen las personas que viven en el mundo rural y las que se dedican a producir alimentos. Así, llama poderosamente la atención el hecho que, pese a que la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento votará a favor del texto promovido por la Comisión Europea, en relación con la propuesta de uso sostenible de productos fitosanitarios, el pleno votó en contra. Resultado ajustado, con 299 votos contrarios a la propuesta, 207 a favor y 121 abstenciones.
“Los productores europeos no están en contra de apostar por técnicas de producción respetuosas con el medio ambiente, ni siquiera con la reducción del uso de productos fitosanitarios en la medida que haya alternativas viables y eficaces. Están en contra de no tener productos o alternativas con las qué tratar, como está ocurrido”
Tras este resultado es más que probable que esta medida deba de ser aprobada por la nueva Comisión y el nuevo Parlamento. En el camino, esperamos que se entienda que los productores europeos no están en contra de apostar por técnicas de producción respetuosas con el medio ambiente, ni siquiera con la reducción del uso de productos fitosanitarios en la medida que haya alternativas viables y eficaces. Están en contra de no tener productos o alternativas con las qué tratar, como está ocurrido. Y están también en contra de sinsentidos como el hecho de que la Comisión pretendiese multiplicar por 9 el nivel máximo de residuos de Triciclazol permitido en los arroces importados de terceros países, cuando el uso de dicha materia está prohibido a los agricultores comunitarios. Afortunadamente, en este caso el Parlamento Europeo votó en contra de la propuesta de la Comisión.
Paralelamente, leemos informaciones sobre la detección de un envío de falsa polilla en un cargamento de granadas procedente de Marruecos, sin que pase nada. El nivel de detecciones de plagas de cuarentena procedentes de países terceros, de modo creciente en algunos casos, no deja más que dejar a las claras que estos orígenes le han tomado ya la medida a la Comisión Europea. Y nunca pasa nada. Y si pasa, en el mejor de los casos, lo que pasa es irrelevante. La conclusión, con esta suma de noticias y decisiones, es que la política comunitaria en lo relativo a la sanidad vegetal no se sostiene.
Desde Bruselas dicen que la política comercial comunitaria debe de ser abierta, sostenible y asertiva. Y desde el sector estamos de acuerdo en competir, pero en igualdad de condiciones, cuestión inexistente en la actualidad. Que la política comercial europea es abierta, está claro, siendo todo ventajas para los terceros en relación, no ya incluso para nuestro mercado exterior, sino incluso para el mercado único comunitario. Por eso exigimos reciprocidad. Que es sostenible hay que ver para quien, sobre todo si la sostenibilidad se entiende más allá de la medioambiental. Y no vale que se hayan incluido cláusulas de reciprocidad en los últimos acuerdos comerciales firmados con Chile o Nueva Zelanda, cuando los principales competidores siguen con sus ventajas competitivas de diversa índole. Dicen que se abre una senda, pero estrecha, corta e insuficiente. Y si por asertividad se entiende el hecho de expresar tus opiniones con amabilidad, sí lo somos, aunque me gusta más la acepción por la que expresas tus opiniones de manera firme.
Las próximas elecciones europeas son un buen momento para poner en valor la PAC, y para ejercer desde el poder legislativo europeo la necesidad de hacer balance de las políticas agrarias que ha diseñado la Comisión Europea, que bien se puede afirmar que están siendo ambiciosas y poco realistas en sus objetivos. También es momento para que las fuerzas políticas que se presenten a estos comicios dispongan de personas que realmente conocen el sector en puestos de salida de sus listas electorales, pues nos jugamos mucho. Y es que queremos ser protagonistas de los cambios que se avecinan, más que víctimas.
(*) Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries.
Acceso al artículo de opinión en la página 6 del ejemplar de Valencia Fruits.
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