Mercavalència, con más de medio siglo de historia, se ha consolidado como un nodo esencial en la distribución de alimentos frescos del arco mediterráneo

Los mercados mayoristas facilitan que los alimentos frescos, como las frutas y hortalizas, lleguen a nuestras mesas cada día. / ARCHIVO
Valencia Fruits. Redacción.
En el complejo engranaje que permite que frutas, verduras y otros alimentos frescos lleguen a nuestras mesas cada día, hay un eslabón esencial que rara vez aparece en los titulares: los mercados mayoristas de alimentación. Estos centros logísticos no son sólo puntos de distribución, son auténticos pilares del sistema agroalimentario moderno. Su papel va mucho más allá de la simple compraventa: regulan flujos, estabilizan precios, fomentan la diversidad alimentaria, y sostienen a miles de productores y comerciantes a lo largo de la cadena de suministro.
Los mercados mayoristas de alimentos son estructuras estratégicas que garantizan el abastecimiento urbano y periurbano. Su importancia ha quedado aún más clara en momentos de crisis como la pandemia de la COVID-19, cuando su funcionamiento continuo fue clave para evitar desabastecimientos. Hoy, frente al alza global de los precios de los alimentos, estos espacios siguen actuando como garantes de la seguridad alimentaria, absorbiendo parte del impacto gracias a su capacidad de operar eficientemente, en red, y con capacidad de respuesta inmediata ante alteraciones del mercado.
Uno de los principales valores de los mercados mayoristas es su efecto multiplicador. En su entorno inmediato suelen surgir bares, restaurantes, gasolineras, talleres, bancos, empresas logísticas y tecnológicas, configurando verdaderos ecosistemas económicos. Alrededor del 80% de los mercados mayoristas impulsan directamente estos servicios auxiliares, generando empleo, ingresos fiscales y dinamismo territorial.
Además, ofrecen una plataforma de comercialización accesible para cientos de miles de agricultores —especialmente pequeños y medianos— que encuentran aquí una vía directa para colocar sus productos en el mercado. Este papel inclusivo es fundamental para sostener la agricultura familiar, clave tanto para la conservación del entorno rural como para el mantenimiento de dietas saludables y locales. En los mercados mayoristas no sólo se comercializa el producto: también se promueve una alimentación variada, con frutas y hortalizas de temporada, frescas y nutritivas.
Estos centros también cumplen una función normativa. En muchos países regulan estándares de comercialización, promueven buenas prácticas sanitarias y de manipulación de alimentos, y marcan referencias de precios que luego influyen en los mercados minoristas. En otras palabras, los mercados mayoristas son también referentes de calidad y transparencia.
Mercavalència, por ejemplo, encarna con claridad todas estas funciones. Con más de medio siglo de historia, este mercado mayorista se ha consolidado como un nodo esencial en la distribución de alimentos frescos del arco mediterráneo. Durante el ejercicio 2023, el volumen total comercializado de frutas, hortalizas y patatas ascendió a 166.902.320 kilos, mientras que en 2024, la cifra ascendió a 161.807.370 kilos. Aunque supone un ligero descenso interanual, sigue reflejando la solidez de este centro como epicentro logístico y comercial de referencia en la región. En sus instalaciones confluyen productores de proximidad, operadores logísticos, comerciantes y restauradores que encuentran allí no sólo un lugar para adquirir productos, sino también un entorno eficiente, moderno y regulado que garantiza calidad, seguridad y trazabilidad. Además, Mercavalència ha apostado en los últimos años por la sostenibilidad y la digitalización, con proyectos orientados a reducir el desperdicio alimentario, optimizar recursos energéticos y digitalizar las operaciones comerciales.
El potencial transformador de estos espacios también se refleja en su capacidad para adaptarse. Muchos mercados mayoristas han incorporado tecnologías digitales —como aplicaciones para transacciones, trazabilidad en tiempo real y herramientas de gestión logística— que no sólo modernizan sus operaciones, sino que aumentan su transparencia y eficiencia. Este avance se aceleró durante la pandemia, pero ha llegado para quedarse.
Asimismo, estos mercados tienen un rol activo en la creación de entornos alimentarios más saludables. Al priorizar el acceso a frutas, verduras, legumbres y granos frescos de calidad —procedentes en muchos casos de la agricultura familiar y local—, promueven no sólo una mejor nutrición, sino también la cultura alimentaria. Los consumidores que acceden a estos mercados, directa o indirectamente a través de detallistas, acceden a alimentos más variados, de temporada y a menudo a precios más competitivos.
Desde una perspectiva urbana, la presencia de un mercado mayorista implica también ciertos retos: gestión del tráfico, residuos, seguridad o presión sobre los servicios públicos. No obstante, estos desafíos deben ser contemplados desde una visión estratégica de planificación urbana, considerando también los múltiples beneficios que estos centros aportan: generación de empleo, cohesión social, dinamismo económico y fortalecimiento del tejido comercial.
En definitiva, los mercados mayoristas son infraestructuras críticas para la alimentación contemporánea. Representan un punto de conexión entre el campo y la ciudad, entre el productor y el consumidor, entre la tradición y la innovación. Por eso, es fundamental que su valor se visibilice y se reconozca en las políticas públicas, apoyando su modernización, su resiliencia y su capacidad de seguir siendo garantes de un sistema alimentario justo, sostenible y eficiente. Son espacios que no sólo alimentan cuerpos, sino que también alimentan territorios. Y cuidar de ellos es cuidar de todo lo que los rodea: desde el agricultor que madruga en el campo, hasta la fruta que llega a la frutería de barrio.
Acceso a la noticia en la página 7 del dossier de Mercavalència en el ejemplar de Valencia Fruits.
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