“El futuro del campo valenciano: cooperativas o abandono”, por Ángel Torres

Gustavo Ferrada FA 25
Livingstone
AGROPONIENTE FA

El técnico agrícola Ángel Torres expone su visión sobre el futuro del sector agrícola valenciano

Ángel Torres aboga por una agricultura cooperativa, moderna y sostenible. / ATP

Ángel Torres (*)

Quien recorra hoy cualquier rincón agrícola de la Comunidad Valenciana verá el mismo paisaje: campos de naranjos y frutales, muchos de ellos cuidados con esmero, otros dejados a su suerte, y todos ellos fragmentados en pequeñas parcelas. Ese minifundismo, que en su día permitió a muchas familias vivir dignamente de la 6erra, se ha convertido ahora en uno de los principales obstáculos para que el sector pueda ser rentable y competitivo.

Cada propietario gestiona su finca como puede, con criterios distintos y, muchas veces, sin la coordinación necesaria para algo tan básico como el control de plagas. Es un sinsentido: mientras uno trata, el vecino no lo hace, y el esfuerzo se pierde. Y así, campaña tras campaña, el agricultor invierte más de lo que ob6ene, y la frustración crece.

Las cooperativas han demostrado que son el mejor instrumento que tenemos para ordenar el campo y dar salida a nuestra producción. Pero no basta con que recojan la fruta y la comercialicen: el futuro pasa porque tengan capacidad de gestionar directamente los cultivos de sus socios. Que el agricultor ceda la parcela a la coopera6va no significa perderla, significa ponerla en manos de profesionales que van a trabajarla con una visión global, planificando, diversificando y buscando rentabilidad.

Ahora bien, algunas coopera6vas también deben cambiar de mentalidad. No es suficiente con subsistir año tras año a costa de sufragar gastos básicos, dejando cada vez menos margen de beneficios para los agricultores. Muchos propietarios ven cómo bajan las liquidaciones campaña tras campaña, sin que se traduzca en inversiones, en modernización o en un cambio real en la forma de trabajar. Este inmovilismo no solo desincentiva la confianza en el modelo cooperativo, sino que erosiona su legitimidad como motor de transformación. Si las coopera6vas quieren ser el pilar del nuevo campo valenciano, deben aspirar no solo a sobrevivir, sino a liderar con visión, eficiencia y compromiso real con sus socios.

Y este cambio de mentalidad no puede hacerse sin el respaldo decidido de las instituciones. Aunque programas como las ATRIA (Agrupaciones para Tratamientos Integrados en Agricultura) están comenzando a coordinar la lucha contra plagas, estos esfuerzos son insuficientes. Para que la agricultura valenciana realmente tenga futuro, es necesario que las administraciones den un paso más allá. Las políticas que favorezcan la gestión coopera6va y una estrategia a largo plazo son indispensables para que la agricultura, pueda crecer y adaptarse a los nuevos desaUos del sector.

Y aquí entra en juego otro factor clave: el agricultor. Sin agricultores no hay agricultura. Pero ese agricultor del futuro no puede seguir siendo un autónomo atado a una parcela minúscula y a un mercado injusto. Lo que necesitamos es que forme parte de la coopera6va como trabajador cualificado, con derechos, con estabilidad, con un sueldo digno. El campo no puede ser sinónimo de precariedad, sino de orgullo y calidad de vida.

Además, la cooperativa necesitará mano de obra para todas las labores agrícolas: desde preparar la tierra y plantar, hasta cuidar y recolectar. Y serán precisamente los agricultores quienes desempeñen ese papel. La diferencia es que ya no trabajarán de manera aislada y precaria, sino dentro de una organización sólida que les dará continuidad y seguridad laboral.

La ventaja de este modelo es clara: la cooperativa gana músculo, el agricultor gana seguridad y el pueblo gana empleo. Además, con una planificación global se puede diversificar, introducir variedades nuevas y escalonar las cosechas, lo que garantiza trabajo durante todo el año. Eso significa menos temporalidad, más continuidad y un relevo generacional real, porque los jóvenes solo se quedarán si ven futuro.

Por supuesto, este cambio no es sencillo. Harán falta directores de producción e ingenieros técnicos que tracen la hoja de ruta. Hará falta valentia para ceder parcelas y confianza en el trabajo colectivo. Pero lo que está en juego es demasiado importante como para seguir mirando hacia otro lado.

O damos el paso hacia una agricultura cooperativa, moderna y sostenible, o la Comunidad Valenciana corre el riesgo de ver cómo sus campos se vacían y sus pueblos pierden lo que les da vida. Y entonces sí que no habrá vuelta atrás.

(*) Técnico agrícola