Un año después de la DANA que arrasó Valencia, el sector agrario hace balance de las pérdidas, las ayudas recibidas y los retos que siguen pendientes

Los campos más cercanos a los ríos quedaron cubiertos casi por completo de cañas y barro. / Julia Luz
Julia Luz. Redacción.
Celebrar un aniversario suele ser motivo de alegría. Cumplir un año más, recordar un día especial, brindar por lo vivido. Pero no todos los aniversarios merecen una celebración. Este 29 de octubre se cumple un año de la DANA que azotó parte de la Comunitat Valenciana, dejando a su paso riadas, destrozos y también la más dolorosa de las pérdidas: vidas humanas. Un aniversario que, por supuesto, nadie quiere celebrar.
Ha pasado un año desde aquel día, pero su recuerdo sigue muy presente en un garaje todavía inutilizable al que no volvió nunca el coche que dormía allí antes del 29-O, en decenas de comercios que no han vuelto a abrir, en casas que hoy son solares, en caminos que aún esperan reparación y en cultivos donde la tierra no ha vuelto a ser la misma.
Porque sí, aunque a veces quede en un segundo plano, el campo valenciano también sufrió en primera persona los estragos del temporal. Si bien se han realizado diferentes estimaciones de los daños provocados por la DANA, los datos varían y resulta casi imposible cuantificar con exactitud la afección real sobre la agricultura valenciana. No se trata sólo de las pérdidas en la cosecha de pasado año —la campaña del kaki estaba en pleno apogeo y los cítricos iniciaban su recolección—, sino también de los daños en infraestructuras agrarias, como caminos rurales, acequias o muros. Además, el agua estancada en los campos y los arrastres de barro, tierra y cañas provocaron efectos aún visibles: daño a los árboles, asfixia radicular, proliferación de hongos y la necesidad de tratamientos adicionales para recuperar la salud de los cultivos. Por no hablar del impacto sobre el suelo.
AVA-Asaja cifra en más de 50.000 hectáreas de cultivos quedaron afectadas en Valencia y Castellón, con pérdidas que el 28 de noviembre de 2024 llegaron a cifrar en 1.379 millones, mientras que La Unió estimó las pérdidas iniciales en 816 millones de euros, destacando el coste de la reparación de infraestructuras, la limpieza de terrenos y los tratamientos fitosanitarios adicionales necesarios para recuperar los cultivos
Según la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), más de 50.000 hectáreas de cultivos quedaron afectadas en Valencia y Castellón, con pérdidas que el 28 de noviembre de 2024 llegaron a cifrar en 1.379 millones, incluyendo campos, infraestructuras de riego, caminos rurales e invernaderos. Por su parte, La Unió Llauradora estimó las pérdidas iniciales en 816 millones de euros, destacando el coste de la reparación de infraestructuras, la limpieza de terrenos y los tratamientos fitosanitarios adicionales necesarios para recuperar los cultivos. Según los datos de Agroseguro, que a finales de 2024 aún seguía recibiendo siniestros de manera puntual, ya había registrado casi 24.900 hectáreas siniestradas, correspondientes a más de 43.100 parcelas agrícolas.
Según la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), más de 50.000 hectáreas de cultivos quedaron afectadas en Valencia y Castellón, con pérdidas que el 28 de noviembre de 2024 llegaron a cifrar en 1.379, incluyendo campos, infraestructuras de riego, caminos rurales e invernaderos. Por su parte, La Unió Llauradora estimó las pérdidas iniciales en 816 millones de euros destacando el coste de la reparación de infraestructuras, la limpieza de terrenos y los tratamientos fitosanitarios adicionales necesarios para recuperar los cultivos. Un año después, esta organización agraria también afirma que “existen unas 214.200 toneladas de pérdida de capacidad productiva en los diferentes cultivos con un valor de 103,6 millones de euros”. Según los datos de Agroseguro, que a finales de 2024 aún seguía recibiendo siniestros de manera puntual, ya había registrado casi 24.900 hectáreas siniestradas, correspondientes a más de 43.100 parcelas agrícolas.
A pie de campo
Además de los enormes daños sufridos en instalaciones de empresas y cooperativas de los municipios afectados, mientras los datos muestran la magnitud del desastre, detrás de cada cifra hay historias de agricultores que vivieron aquellos días con miedo e incertidumbre, muchos de ellos viendo cómo su trabajo y su tierra quedaban arrasados. Hemos hablado con ellos para tener esa perspectiva en primera persona, a pie de campo, donde empieza todo.
Néstor García, productor de cítricos en Carcaixent, estaba en una de sus explotaciones cuando el agua comenzó a subir rápidamente. “Fue una pesadilla, una catástrofe… como estar dentro de una película de miedo”, recuerda Néstor.
Edu Martí, que cultiva cítricos en Benifaió, también fue a ver sus campos y se vio atrapado por un tornado que arrasó su zona ese mismo día. “De repente empezó a llover tan fuerte que no veía la carretera. Aunque conozco los caminos, el tornado me sorprendió mientras conducía. El coche se movía, la lluvia no me dejaba ver… no sé cómo conseguí llegar a casa. Cuando por fin aparqué en el garaje, me quedé unos quince minutos sin poder asimilar lo que había pasado”, relata. “Si miro atrás, recuerdo aquellos días de la DANA como muy, muy duros”, rememora Edu.
Néstor García, productor de cítricos en Carcaixent, estaba en una de sus explotaciones cuando el agua comenzó a subir rápidamente. “Fue una pesadilla, una catástrofe… como estar dentro de una película de miedo”, recuerda Néstor
En contraste, Nando Durá vivió la DANA de otra manera. “Aunque con lluvia, en Sueca trabajamos como un día cualquiera, y ese mismo día, por la noche y ya en Albalat, di una vuelta por los alrededores del pueblo y vi el río a un palmo de desbordarse. Tenía noticias de que, entre Albalat y Algemesí, el tramo de mota que desaparece para aliviar los caudales del Xúquer estaba cumpliendo su función”, relata. Pero también recuerda “la incertidumbre de aquel 29 de octubre y la sensación de que algo malo iba a pasar”.
“El día siguiente ya fue diferente”, sigue relatando Nando. “No era consciente de lo que había pasado, sólo di una vuelta por el término de Sueca y Albalat para ver cómo iba el agua, cómo los aliviaderos del río y las zonas inundables habían hecho su trabajo y los pueblos estaban bien. No era el caso de Riola, que tenía un metro de agua por gran parte de sus calles. A muchos de mis campos no se podía acceder, y desistí hasta que pasaran unos días. No era importante y parecía que habría algo de daños, pero sin una gran relevancia… hasta que llegó un mensaje a un grupo de Whatsapp que tenemos de más de 100 arroceros que trabajamos en la Albufera, un compañero de Massanassa nos pedía ayuda, desesperado, después de haber pasado todo el día moviendo coches y sacando escombros. La catástrofe se notaba en su voz”.
“En aquel momento, nuestros cultivos pasaron a un segundo plano. Todos teníamos trabajo, todos teníamos campos afectados, pero nuestra conciencia no nos permitía hacer otra cosa que no fuera estar en los pueblos limpiando todo lo que podíamos”, continúa este agricultor natural de Sueca. “Sin pensarlo dos veces, cogimos los tractores y fuimos donde realmente hacía falta, a los pueblos afectados. Codo con codo con equipos de salvamento, bomberos, jefes de servicio de los propios pueblos y voluntarios, nos pusimos a trabajar para intentar echar una mano donde podíamos ante el abandono de todas las administraciones y poderes públicos. Fue desolador”, recuerda Nando.
“Nuestros cultivos pasaron a un segundo plano. Todos teníamos trabajo, todos teníamos campos afectados, pero nuestra conciencia no nos permitía hacer otra cosa que no fuera estar en los pueblos limpiando todo lo que podíamos”, relata Nando Durá

Un campo de cítricos situado cerca del rio Magro en Algemesí. La foto de arriba se hizo unos días pasada la riada, mientras la foto de abajo muestra el mismo campo, un año después. / JULIA LUZ
Los días siguientes, los agricultores resultaron agentes esenciales para la reconstrucción, ayudando a sus vecinos mientras muchos todavía no podían acceder a sus propias explotaciones, algunas cubiertas casi por completo de cañas y barro. Y es en este punto, cuando nos vienen a la memoria todas esas imágenes de los tractores ayudando en labores de limpieza en aquellos días interminables en las calles, en los caminos, en los campos.
Con el paso de las semanas y los meses, la vida comenzó a recomponerse. Las empresas reabrían, los niños volvían al colegio y el sector agrario intentaba levantarse de nuevo.
Un año después
Doce meses después, el paisaje agrícola ha cambiado, algunos campos que entonces aparecían arrasados han recuperado la normalidad, mientras que otros todavía muestran las cicatrices del temporal. AVA-Asaja estima que más del 40% de las explotaciones, empresas e infraestructuras agrarias no han recuperado el estado previo al temporal. “Los principales accesos a las fincas y las entidades de riego recibieron una atención prioritaria a fin de garantizar el riego y labores esenciales de los cultivos. Sin embargo, miles de campos —principalmente de viñas, cítricos, olivar y arroz—todavía no han sido completamente reconstruidos, así como invernaderos, viveros de flores y plantas ornamentales, instalaciones de riego e infraestructuras particulares y colectivas, como los caminos rurales, los muros o las acequias”, explican desde la organización agraria.
La Unió califica la recuperación de “desigual”. Si bien hay explotaciones que “han podido rehacerse parcialmente gracias a las ayudas, a las actuaciones de Tragsa —pero, sobre todo, al esfuerzo y solidaridad de los mismos agricultores—, hay muchas zonas donde las infraestructuras agrarias siguen sin estar plenamente operativas”.
Al igual que sus campos, algunos agricultores han necesitado tiempo para reconstruirse. “Necesité cogerme unos meses para asimilar y recuperarme de lo vivido”, confiesa Néstor. Un año después, reconoce que sus explotaciones “siguen bastante mal. Aún no he podido retirar el barro ni las cañas de los campos, de hecho, continúo con cañas por todas partes”. Explica que esto se debe a que “después de meses de baja, me tuve que centrar en los trabajos más importantes del campo: la poda, las pulverizaciones, controlar la hierba”, continúa. Y señala uno de los daños más graves que le dejó la DANA fue en sus campos más jóvenes: “los plantones se me han engomado y los he perdido. Centenares de plantones. Incluso voy a tener que arrancar un campo que había plantado hace unos cuatro años”.
Por su parte, Nando explica que los daños que sufrió por la DANA fueron más bien puntuales. “Mis explotaciones, a día de hoy, están más o menos bien. Sí que es verdad que en dos campos de kakis en Sueca el agua permaneció mucho tiempo estancada y, posteriormente, la arcilla que trajo el río al desbordarse en la partida de Vilella ha hecho que este año el cultivo no haya rendido como debería. Pero es algo puntual”, explica.
Edu, el productor de Benifaió, mantiene un tono optimista sobre la recuperación, aunque reconoce que algunas consecuencias del temporal se sienten todavía un año después, y cuenta que sus explotaciones “van recuperándose, pero las que se inundaron y sufrieron arrastre de tierras este año solo han dado la mitad de la cosecha habitual, y algunos árboles han muerto por asfixia radicular. También se han caído algunas paredes de la infraestructura”.
Ximo Madramany, productor de kakis en l’Alcúdia, señala que, en esa zona de la Ribera, salvo los campos más cercanos a barrancos y ríos, los daños afectaron especialmente a las infraestructuras. “Muchos caminos, a punto de cumplirse un año del temporal, apenas están empezando a ser reparados”, comenta.
Un año después, la imagen del campo es la de una tierra que intenta rehacerse. Pero para muchos, la verdadera recuperación depende menos del clima y más de las ayudas que han llegado —y las que no— desde las administraciones.
Las ayudas y la respuesta institucional
Tras la DANA, las distintas administraciones activaron líneas de ayuda para paliar los daños en el campo y acelerar la reconstrucción. Tanto el Gobierno central como la Generalitat pusieron en marcha indemnizaciones y programas de apoyo que, un año después, siguen generando debate entre los afectados y las organizaciones agrarias.
En la Comunitat Valenciana, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha movilizado 254 millones de euros, más del 90% del presupuesto total destinado a la recuperación agraria tras la DANA de octubre de 2024 —277 millones de euros—.
Además, se han otorgado más de 10 millones en ayudas complementarias al seguro agrario a 2.100 productores y se han pagado 52,4 millones en indemnizaciones de seguros en toda la zona afectada.
Según declaraba el ministro Luis Planas en su visita a algunas de las zonas afectadas, el objetivo es garantizar que “no se pierda ni una sola hectárea de cultivo”, mientras se avanza en la recuperación rápida y coordinada del sector primario frente a la emergencia climática. El Gobierno central, a través del Ministerio de Agricultura “refuerza así su compromiso con la reconstrucción” y el ministro afirma que “estamos haciendo lo que teníamos previsto y lo vamos a seguir haciendo hasta acabar la recuperación”.
La Generalitat Valenciana, por su parte, ha implementado también una batería de ayudas. “Fuimos los primeros en llegar y seremos los últimos en irnos”, afirman desde la Conselleria de Agricultura, Agua, Ganadería y Pesca. Entre las líneas de ayudas más destacadas está la concesión directa de ayudas urgentes a comunidades de regantes y otras entidades de riego afectadas que, según fuentes de la Conselleria, cuenta con una dotación de 9,5 millones de euros. “También se adelantaron las ayudas de la PAC a arroceros y zonas con limitaciones naturales, por valor de 5,3 millones”, siguen enumerando desde el departamento de Agricultura. Además, se concedió una ayuda extraordinaria de 5,3 millones para cultivos hortícolas, herbáceos y viveros y ayudas urgentes para recuperar el posicionamiento comercial de las industrias agroalimentarias afectadas con una dotación de 10 millones de euros. “Mantener y proteger el sector agrario es una premisa de este departamento”, concluyen.
En cuanto a la respuesta de las organizaciones agrarias, AVA-Asaja evalúa “positivamente” la puesta en marcha de muchas líneas de ayudas, como la actuación de Agroseguro para peritar rápidamente los daños en producción y pagar las compensaciones, así como la línea de ayuda aprobada posteriormente por el Ministerio de Agricultura para abonar la diferencia que supone la franquicia del seguro. También las ayudas de la Conselleria para reparar entidades de riego —a fin de retomar los riegos de las explotaciones cuando fuera necesario para la supervivencia de las plantaciones— y los productos fitosanitarios repartidos para combatir la gomosis de los cítricos. Además, subrayan que la Generalitat mantuvo el pago de subvenciones a afectados que no pudieron cumplir los compromisos requeridos a causa de la DANA por considerarla una “causa de fuerza mayor”.
Otra medida destacada, solicitada por AVA-Asaja, fue que el Ministerio de Agricultura permitiera a los agricultores solicitar ayudas peritadas por Tragsa para reparar infraestructuras por sus propios medios o contratando a terceros. No obstante, quienes esperan a que Tragsa ejecute las reparaciones “pueden enfrentarse a plazos de espera de meses o incluso años”, y la organización acusa a la Confederación Hidrográfica del Júcar de “lastrar e incluso imposibilitar con el requerimiento de unos trámites burocráticos inasumibles”.
Un año después de la DANA, la recuperación es “desigual”. Mientras algunos campos han podido rehacerse total o parcialmente, muchos agricultores se han visto obligados a abandonar por la insuficiencia de las ayudas o la gravedad de los daños
En esta línea, la organización agraria afirma que otras líneas de ayudas también “resultaron discriminatorias”. Por ejemplo, las directas para autónomos dejaron fuera a agricultores jubilados o a tiempo parcial, y muchos no cobraron por no estar inscritos en el Censo de Empresarios Profesionales y Retenedores. De igual modo, las ayudas por pérdida de renta excluyeron a quienes no estaban registrados en el REA a fecha de 28 de octubre de 2024, así como a fincas recién plantadas, jóvenes agricultores o explotaciones heredadas o recuperadas que aún no generaban ingresos.

Las cañas y la vegetación se han abierto pasos en los campos que no se han podido recuperar. / Julia Luz
La Unió, por su parte, también afirma que “las ayudas directas de las administraciones que llegaron en un primer momento y las indemnizaciones de Agroseguro han sido un apoyo muy necesario para la recuperación, pero insuficientes para compensar la magnitud de los daños”. Según señalan desde la organización agraria, hay que tener en cuenta que la mayoría de las ayudas “están establecidas con el régimen de minimis y, por tanto, la ayuda máxima a la que ha podido acceder un agricultor o ganadero es de 25.000 euros”, una cuantía a su juicio “insuficiente para recuperar las explotaciones con garantías de volver a tener capacidad productiva”.
En definitiva, La Unió considera que “ha faltado una respuesta más ágil y coordinada por parte de las administraciones”, porque se ha avanzado, sí, “pero no con la rapidez ni con el apoyo estructural que el campo necesita ante un escenario climático cada vez más adverso”.
Pero para saber realmente cómo han funcionado las ayudas y valorar si las compensaciones han servido para recuperar lo perdido, hay que escuchar a quienes más lo han vivido, los agricultores. Sólo ellos pueden contar hasta qué punto esos apoyos han marcado la diferencia y han garantizado la continuidad de su trabajo.
Néstor es claro y conciso. “Todas las ayudas habidas y por haber las he recibido”, pero también advierte que la cuantía recibida sólo le permite “compensar la pérdida de la producción, pero no dejar mis explotaciones como estaban antes”. Nando explica que ha recibido “indemnización tanto por ser agricultor afectado como por ser autónomo. Teníamos seguro, así que nos valoraron los daños en la fruta que perdimos. La cosecha habría generado más ingresos, pero esto nos ayuda a seguir adelante. Además, el consorcio decidió cubrirnos las franquicias que no habíamos cobrado”. El dinero, cuenta, le ha servido “para compensar el trabajo extra y para reparaciones como motores de riego, o incluso alquilar una miniexcavadora para reconstruir las acequias dañadas por la inundación”.
Aunque las ayudas son bien recibidas —y no podría ser de otra manera—, Edu y Ximo muestran cierta desazón. “Las ayudas, como siempre, insuficientes y mal repartidas”, señala Edu. Ximo también reconoce que “las ayudas nunca son suficientes”, pero afirma que “han llegado y nos han servido en muchas cosas. Con ellas se ha hecho lo necesario y lo más urgente, aunque todavía cuesta mucho reconstruirse”.
Tanto AVA-Asaja como La Unió insisten en que son dos las tareas más importantes y más urgentes por hacer: “acelerar las reparaciones pendientes y reforzar el sistema de prevención ante fenómenos meteorológicos cada vez más extremos”
En este sentido, desde AVA-Asaja insisten en que todavía queda mucho por hacer. Reclaman, en primer lugar, “extender y agilizar al máximo las ayudas a todos los productores afectados” y, además, llevar a cabo “las infraestructuras hidráulicas que este fenómeno ha demostrado que son necesarias, para evitar tantos daños materiales y pérdidas humanas en futuras riadas”. Dos máximas en las que coincide La Unió: “acelerar las reparaciones pendientes y reforzar el sistema de prevención ante fenómenos meteorológicos cada vez más extremos”.
Aprender, adaptarse y avanzar
En este aniversario que nadie quiere celebrar, el paso del tiempo ha permitido mirar atrás con otra perspectiva y, en muchos casos, ser conscientes de que hay aspectos en los que debemos actuar distinto. Son muchos los que coinciden en que la DANA también nos ha dejado una lección colectiva. Sacó a la luz una solidaridad pocas veces vista y evidenció la necesidad de repensar cómo se debe actuar y cuál debe ser la respuesta ante una emergencia. Porque, frente a una catástrofe que se cobró vidas y arrasó pueblos enteros, fue la reacción y la acción, la generosidad en todas sus formas de amigos, vecinos y voluntarios, lo que impulsó la recuperación y la ayuda cuando las administraciones se enredaban en reproches mutuos en lugar de centrarse en las personas afectadas.
Pero esta sensación de “desamparo” en la relación con las administraciones no es algo puntual, sino que refleja la realidad del día a día de los agricultores. “Trabajas todo el año para una sola cosecha, la cuidas al máximo, y a los problemas habituales de plagas, importaciones y comercialización, ahora se suma la locura del cambio climático. Y las administraciones ofrecen pocas ayudas y poco apoyo”, denuncia Edu, quien también apunta a que la DANA “ha sido la gota que colma el vaso en un sector tan envejecido como el agrario. Si ya el abandono de tierras se ha vuelto una tónica habitual en el campo valenciano, esta catástrofe lo ha agravado aún más”.
Frente a una catástrofe que se cobró vidas y arrasó pueblos enteros, fue la reacción y la acción, la generosidad en todas sus formas de amigos, vecinos y voluntarios, lo que impulsó la recuperación y la ayuda cuando las administraciones se enredaban en reproches mutuos en lugar de centrarse en las personas afectadas
Por ello, este agricultor de Benifaió pone el foco en la necesidad de impulsar el relevo generacional, en la necesidad de financiación para “la gente joven que tiene ganas de trabajar en el campo, que quiere invertir, que quiere hacer. Y creo que ahora es la mejor oportunidad que pueden tener, porque hay tierra y campos de sobra, tienen la oportunidad de alquilarla, comprarla, ir agrupando parcelas y poder vivir de la agricultura”. “Préstamos a interés cero y sin mucha burocracia”, continúa, porque a los pocos jóvenes que se dedican a la agricultura “hay que cuidarlos y mantener el territorio vivo. Vivo y productivo”. Porque el paso de una catástrofe de estas dimensiones no debe nublarnos la vista sobre lo que el campo realmente necesita, más apoyo, más justicia y más ayuda.
Y porque, un año después, el sector agrario nos ha vuelto a dar una lección de solidaridad y resiliencia. Pese a las dificultades, los agricultores siguen con ganas de continuar y con la determinación de reivindicar y mostrar lo esencial que es su trabajo. “No ha cambiado mi manera de trabajar, pero sí mi manera de pensar. Después de pasar por una catástrofe así y haberla superado… te ves más fuerte. Si he podido seguir después de esto, ¿qué más podría derribarme?”, comenta Néstor. Por su parte, Nando afirma que sigue “con las mismas ganas de mostrar al mundo lo que hacemos, de luchar más que nunca por mi sector gracias a la visibilidad que tengo en las redes sociales, de mirar siempre hacia delante y de tener claro que, si vuelve a pasar algo así, los agricultores estaremos, como siempre, al pie del cañón”.
El verdadero valor del campo valenciano está en quienes lo mantienen vivo, en quienes, un año después, siguen en pie, inasequibles al desaliento, imbatibles ante la adversidad.
Acceso al reportaje en las páginas 2-3-4 del ejemplar de Valencia Fruits.
Acceso íntegro al último ejemplar de Valencia Fruits.

