El CEO de Laser Food y Persiskin, Jaime Sanfélix, habla sobre nuevas oportunidades para el kaki

Por primera vez surge una tecnología desarrollada en la propia Comunitat Valenciana que sí podría transformar parte del destrío en un producto industrial de valor: PersiSKIN. / Jaime Sánfelix
Jaime Sanfelix. (*)
Cada campaña, la Comunitat Valenciana afronta el mismo escenario: un elevado porcentaje del kaki producido termina descartado antes de llegar a comercializarse. Las estimaciones de organizaciones agrarias para 2024–2025 sitúan el destrío por encima del 30% de la cosecha, una cifra que tendría un impacto económico directo para el agricultor de entre 18 y 25 millones de euros anuales, según precios medios en campo de las dos últimas campañas.
Este volumen de fruta no apta para el mercado en fresco se ha convertido en un problema estructural, agravado por la presión de plagas como la mosca y el cotonet, la reducción de materias activas permitidas, las condiciones climáticas adversas y la falta de alternativas industriales que permitan valorizar el producto descartado.
Sin embargo, por primera vez surge una tecnología desarrollada en la propia Comunitat Valenciana que sí podría transformar parte del destrío en un producto industrial de valor: PersiSKIN, un biomaterial elaborado a partir de subproductos del kaki y actualmente en validación en la industria automotriz internacional. La existencia de esta solución abre un debate de fondo: ¿qué impacto real puede tener en el agricultor? ¿Qué pasos deben seguirse para participar? ¿Qué beneficios puede reportarle al sector?
Qué es realmente PersiSKIN
PersiSKIN es una tecnología creada para transformar subproductos del kaki —fundamentalmente destrío— en una lámina biomaterial utilizable en sectores industriales como automoción, moda o transporte.
Actualmente, según datos proporcionados por la compañía, la formulación alcanza entre 75% y 80% de contenido vegetal, y se procesa mediante técnicas de extrusión y revestimiento industrial.
El proyecto ha avanzado desde un laboratorio valenciano hasta un acuerdo de desarrollo con Antolin, uno de los principales proveedores globales de interiores de automoción. El material está en fase de validación en laboratorios homologados del sector, requisito previo para su uso en asientos, paneles de puerta, revestimientos y piezas decorativas.
Este dato es relevante porque, por primera vez, un subproducto agrícola valenciano podría encontrar salida directa en una cadena de valor global, reduciendo la dependencia casi absoluta del mercado en fresco.

Su potencia de absorción
A partir de las necesidades estimadas por fabricantes de componentes interiores, se calcula que la producción a escala industrial de PersiSKIN podría absorber varios millones de kilos de destrío al año, una vez homologado para vehículos de serie.
Si tomamos como referencia que para producir 1m² de PersiSKIN se requiere aproximadamente 1kg de kaki en fresco, y que, por ejemplo, un vehículo utiliza de media unos 10m² de revestimientos interiores, el potencial teórico de consumo solo en el sector del automóvil es significativo. Con una producción anual cercana a los 100 millones de vehículos en el mundo, la demanda potencial de kaki, para esta aplicación, superaría los 1.000 millones de kilos al año. Aunque es evidente que no todo ese volumen se cubriría con materiales de origen vegetal ni con una única tecnología, estas cifras permiten dimensionar la magnitud real de la oportunidad y mostrar que, por primera vez, el destrío del kaki podría encontrar una salida industrial estable y global.
La cifra dependerá del número de OEM (fabricantes de automóviles) que adopten el material y del ritmo de escalado industrial, pero supone, por primera vez, una alternativa con impacto medible y recurrente. Para un agricultor, esto podría traducirse en una nueva vía de ingreso estable por los kilos de fruta descartada, actualmente sin valor y que en muchos casos generan costes adicionales de gestión.
Beneficios para el sector
A pesar de que el problema del destrío del kaki se repite campaña tras campaña y genera pérdidas millonarias para los productores, la reacción de una parte del sector organizado sigue siendo, en gran medida, expectante pues, hasta el momento, se han destinado todos los esfuerzos en buscar soluciones externas, en lugar de liderar el desarrollo de una solución propia.
Este comportamiento se explica por varios factores estructurales:
1. El modelo actual está centrado en gestionar la crisis, no en anticiparla.
Las organizaciones agrarias llevan años denunciando la gravedad del destrío, pero la mayoría de sus iniciativas se han orientado a reclamar ayudas, pedir medidas fitosanitarias y, finalmente, solicitar compensaciones cuando la campaña se complica.
Sin embargo, rara vez han impulsado estrategias industriales propias para transformar el residuo en valor añadido. La llegada de una solución como PersiSKIN rompe este esquema: demuestra que la alternativa existe, pero no ha sido promovida desde dentro del sector.
2. Coste reputacional del cambio: apoyar una innovación implica asumir responsabilidad
Respaldar una tecnología emergente —más aún si es industrial y de alto impacto— exige asumir riesgos y defender públicamente una visión. Para muchas asociaciones, acostumbradas a posicionamientos conservadores, esto supone un riesgo al tratarse de un cambio de paradigma: es preferible esperar a que la innovación esté plenamente consolidada en lugar de comprometerse y liderarla. La tantas veces criticada actitud española del “que inventen otros”, que en su día denunciara Ortega y Gasset.
En ese sentido, los avance experimentados por PersiSKIN desde su creación, especialmente en automoción, pone al sector frente a un dilema al que más pronto que tarde tendrá que enfrentarse si no quiere ser juzgado por su desidia en la toma de decisiones para solucionar el problema del destrío: ¿Apoyar una solución que ya está funcionando o seguir observando desde la barrera?
3. Falta de una cultura de diversificación industrial
El sector del kaki ha dependido históricamente del mercado en fresco. La diversificación, aunque necesaria, no ha formado parte central de la estrategia de la mayoría de las asociaciones. Esto explica que iniciativas como PersiSKIN —que abren una nueva cadena de valor completamente distinta— generen indiferencia, cuando no suspicacias, por lo novedoso y disruptivo.
No es que exista rechazo explícito; es más bien que no encaja en el marco tradicional de actuación del sector, orientado más a la comercialización tradicional que a la innovación tecnológica.
4. Expectativa de que “otros” resuelvan el problema
Este es quizá el punto clave. Aunque PersiSKIN ha demostrado avances industriales reales y la capacidad de absorber millones de kilos de destrío, muchas entidades siguen a la espera de una solución promovida por la administración, un proyecto liderado por empresas de gran tamaño o un modelo replicado por alguna DOP u organización de referencia.
El resultado es una parálisis por expectativa: la innovación avanza, pero las estructuras representativas no se mueven hasta que otro agente dé el primer paso.
5. El miedo a apoyar una solución que no controlan
Dado que la iniciativa nace desde fuera y no desde dentro del sector, algunas entidades muestran reservas porque no son ellas quienes la lideran.
Es un comportamiento común en sectores agrícolas maduros: cuando la solución no se origina en la estructura tradicional, se observa con cautela hasta que su éxito es indiscutible.
Mientras tanto, la oportunidad avanza, y el sector puede quedar relegado a un papel secundario en una cadena de valor que podría haber liderado.
La realidad es que, frente a la actitud de espera de algunas organizaciones, PersiSKIN ha desarrollado tecnología propia, asegurando acuerdos industriales con actores globales, pasando validaciones técnicas exigentes, creando un modelo real de valorización del destrío y posicionado el kaki valenciano en mercados donde nunca antes había estado.
Lo que evidencia la existencia de un desfase: las soluciones industriales ya están disponibles, pero parte del sector agrícola sigue instalado en un enfoque reactivo que espera a que las respuestas vengan dadas, en vez de participar activamente en su diseño.
Colaboración
Es comprensible que hace unos años no existiera suficiente información técnica ni validación para apostar por una solución de este tipo. La industria automotriz exige niveles muy elevados de garantía, y ahora, tras superar todas las fases de validación, estamos ante una oportunidad cierta y objetiva.
Si el sector quiere reducir el destrío de forma estructural, tendrá que evolucionar desde la lógica de la queja hacia la lógica de la participación. Eso implica: apoyar proyectos piloto, comprometer volúmenes, colaborar en la logística del residuo y asumir que parte de la solución nacerá fuera del ámbito tradicional agrícola.
PersiSKIN representa precisamente esa nueva etapa: una solución ya en marcha, con potencial industrial demostrado, que invita al sector a dejar de esperar y empezar a construir.
El destrío, una opción estratégica
Por primera vez, el sector dispone de una alternativa que aporta valor estable a la fruta descartada, reduce pérdidas económicas, genera actividad industrial en la Comunitat, impulsa la economía circular y proyecta el kaki hacia nuevos mercados.
La cuestión ya no es únicamente cuántos kilos se desaprovechan cada campaña, sino qué parte de ese residuo puede convertirse en oportunidad y qué papel desea asumir el sector productor en el desarrollo de esta vía.
La solución existe, tiene un recorrido industrial verificable y un impacto económico potencial.
Ahora, el debate pasa a ser colectivo. ¿Está dispuesta la administración pública o el sector a incorporarla, liderarla o al menos evaluarla con rigor?






