Los científicos intentan recuperar el ADN de antiguos cultivos y predecir las enfermedades que afectarán a las cosechas. El objetivo: crear variedades vegetales más resistentes a la carta
Científicos del Centro de Investigación Agrigenómica (CRAG) intentan recuperar el ADN de antiguos cultivos para crear nuevas variedades de tomateras, trigo, maíz, lechuga y otros vegetales comunes en la dieta que sean más resistentes a los patógenos y evitar así el uso de pesticidas y otros químicos.
“Se trata de una nueva disciplina que busca predecir patógenos que afectarán a las cosechas, como se hace en salud humana con la vacuna de la gripe”, ha explicado el investigador del CRAG Ignacio Rubio-Somoza, que colidera una reunión científica que se celebrará en Barcelona sobre este tema los próximos 3 y 4 de septiembre.
La reunión, convocada por B·Debate, una iniciativa de Biocat y la Obra Social “la Caixa”, se presenta como “el nacimiento de la agricultura personalizada”, una nueva disciplina agrogenética para predecir enfermedades que afectarán a las cosechas y escoger variedades de cultivos que puedan resistir nuevos patógenos.
Según Rubio-Somoza, los esfuerzos en investigación “van dirigidos a reconocer los mecanismos de defensa presentes de manera natural en las plantas y a entender como estos están determinados por un perfil genético concreto”. Combinando esta información con la genética de los enemigos que han tenido a lo largo de la evolución, los investigadores esperan encontrar variedades de cultivos resistentes a las futuras plagas.
Esta aproximación contribuiría a reducir episodios devastadores como el vivido en Irlanda, cuando a mediados del siglo XIX un hongo afectó a las patateras y un millón de irlandeses murieron de hambre, y los que sobrevivieron emigraron de forma masiva, sobre todo a Estados Unidos.
Los científicos aseguran que este nuevo conocimiento puede contribuir a crear nuevas variedades de vegetales a la carta. Por ejemplo, si se predice el tipo de agente infeccioso que aparecerá y la cantidad de precipitaciones de esa temporada los científicos podrán diseñar una nueva variedad de planta que resista a estos perjuicios.
Rubio-Somoza ha señalado que, aunque algunas de las plantas que se pueden beneficiar más rápidamente de estos avances son tomateras, trigo, maíz, lechuga y otros productos vegetales de nuestra dieta, las pruebas experimentales se están haciendo con otros modelos, como la reina vegetal del laboratorio, la ‘Arabidopsis thaliana’, una especie de crucífera presente en los cinco continentes.
Los científicos defienden que aparte de desarrollar estrategias preventivas para la salud de las plantas, estas nuevas tecnologías también supondrán una agricultura más limpia y eficiente, y por lo tanto también más ecológica.
“Los avances en este campo de investigación permitirán reducir el uso de pesticidas y otros químicos que ahora tienen un alto coste para el medio ambiente. No hay nada más inocuo que no tener que tratar”, ha subrayado Rubio-Somoza.
Según el investigador, este nuevo campo de investigación nace, en buena parte, gracias a la democratización de los métodos de secuenciación genómica. Los investigadores recuperan ADN antiguo de colecciones, herbarios, herramientas encontradas en los yacimientos y otras fuentes de donde extraer material genético antepasado para escribir la historia evolutiva de los patógenos y las plantas, y así ver cómo han cambiado a lo largo de los últimos siglos. “Los patógenos podrían ser cíclicos y podrían repetirse a en la historia —según Rubio-Somoza—. Recuperar material genético antiguo es como abrir una tumba”.
En la reunión de los próximos días 3 y 4 en Barcelona, participarán, entre otros, el director del departamento de Biología Molecular del Instituto Max Planck (Alemania), Detlef Weigel, que estudia cómo plantas y patógenos se adaptan a los cambios del entorno y a descifrar la genética y mecanismos que favorecen estas adaptaciones.