Cirilo Arnandis: “De la negativa a las promesas incumplidas”

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Cirilo Arnandis, presidente de la sectorial de Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries, sobre el escenario que vive el sector citrícola en cuanto a las importaciones de terceros países

Nuestros principales competidores hacen de la laxitud comunitaria un factor de competitividad./ ARCHIVO

Cirilo Arnandis (*)

Allá por el mes de abril del año pasado, cuando ya estábamos realmente inmersos en la pandemia, y cercados por el confinamiento decretado en España, nuestro sector fue motivo de infinidad de alabanzas. “Agricultura, sector esencial y estratégico” escribía por aquel entonces desde esta misma tribuna. En ese momento, la humanidad era consciente de su fragilidad, luchando contra un enemigo invisible, que hacía estragos en la población en un contexto de grandes dudas, pues poco o nada se sabía del virus entonces. En aquel escenario comer, para lo que hay que producir alimentos y llevarlos hasta lugares donde se puedan adquirir y consumir, era algo más que prioritario. Era vital.

Cumplimos con la labor esperada de un sector que demostró ser más que vital, y al que había que, además de elogiar su comportamiento, agradecer la actitud mostrada y los servicios prestados. Se empezó incluso a reflexionar sobre un posible escenario sin la cantidad de alimentos necesarios, caso de una dependencia exterior en este tema. Pese a todo ello, el siguiente episodio, y como si de una muestra más de nuestra idiosincrasia se tratara, pasamos de una parte a la otra del vaivén del péndulo. Pasamos de ser héroes a villanos. Eso pensaría nuestra ministra de Trabajo a la vista de la campaña de inspecciones lanzadas, por la que se llegó a decir que era para evitar malos tratos físicos a los trabajadores del campo.

Poco a poco, el ciclo del movimiento del péndulo, si no hay más agitación, viene a centrase con poca oscilación, pasando a ser un movimiento asumido y muchas veces inadvertido. Y eso creo que es lo que nos está pasando a la vista de las últimas noticias que he podido leer en distintos medios de comunicación, y de los últimos datos estadísticos oficiales que van apareciendo. Pese a la presencia del virus, en un escenario con una incidencia que nos permite una actividad compatible con una normalidad parecida a la previa al virus, nos vamos acomodando y vamos perdiendo los miedos que en un momento determinado nos pudieran asaltar. Y es que por lo que respecta a nuestro sector, vemos cómo las mismas debilidades y ataques están presentes. El hecho de olvidarnos, o de perder el miedo a un posible e hipotético desabastecimiento de alimentos, nos lleva a asumir un sinfín de hechos que hacen cada vez más difícil la vida de los agricultores.

Hace pocos días, he podido observar las estadísticas de las importaciones europeas de cítricos procedentes de países terceros, y es que la tendencia sigue siendo creciente. Hace dos campañas, aquella de nefasto recuerdo, toda la culpa era de Sudáfrica. En 2018, nuestros colegas australes remitieron al mercado comunitario 394.000 toneladas de naranjas, y la que se armó. En este último periodo, la cantidad ha sido de 454.000 toneladas, cifra récord en la historia. Es lo mismo que sucede en el caso de Egipto, y para el mismo producto, que en 2020 también sobrepasó su mejor cifra histórica al alcanzar el valor de 256.000 toneladas. Si los dos principales competidores rompen barreras, lo más lógico es que la cifra total de importaciones de naranjas procedentes de países terceros también sea la más alta de la historia, con 944.000 toneladas.

En el periodo 2014-2020, el incremento de los envíos extracomunitarios ha crecido un 35% en el caso de las naranjas, el 72% en el caso de los pequeños cítricos, y un 74% en el caso de los limones

Por lo que hace referencia a los pequeños cítricos, 2020 también fue el de mayor oferta de los países terceros hacia el mercado comunitario, con 406.000 toneladas. Y lo mismo con los limones, con 391.000 toneladas. A la vista de los datos, más que el valor puntual, que ya de por sí es suficientemente impactante, la evolución histórica nos revela una clara tendencia al alza provocada, sin duda, de la política comercial impuesta desde Bruselas.

Y es que ya se ha comentado infinidad de veces, pero la tecnocracia comunitaria sigue en sus trece. Y ello pese a que en el periodo 2014-2020, el incremento de los envíos extracomunitarios ha crecido un 35% en el caso de las naranjas, el 72% en el caso de los pequeños cítricos, y un 74% en el caso de los limones. El nivel de las importaciones de pomelos permanece bastante estable en ese periodo, si bien China ha incrementado sus envíos en un 47%. Entretanto, las exportaciones citrícolas españolas a países terceros, en ese mismo periodo, se muestran relativamente bastante escasas, pero estables, pese a tener que sortear todo tipo de dificultades.

Los números cantan. Éxito rotundo para la política comercial comunitaria. Al menos para aquellos que desean acceder a nuestro mercado natural, que no es otro que el de la Unión Europea. Política que se mantiene de perfil ante datos tan significativos como los que recientemente publicitaba la organización agraria La Unió de Llauradors, y según los cuales, Turquía y Egipto acaparan el mayor número de las alertas sanitarias detectadas por inspecciones comunitarias en lo que va de año. Ya sea el hecho de superar los límites de residuos permitidos por la legislación, o por aplicar productos no permitidos en la UE, nuestros principales competidores hacen de la laxitud comunitaria un factor de competitividad. La duda es, a la vista de las detecciones, si estamos ante hechos puntuales, perfectamente detectados por las autoridades, o, simplemente, ante una muestra de un coladero de lo que tan solo algo se pilla.

El desprecio con el que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, fue obsequiada en su última visita a Turquía, tan solo por el hecho de ser mujer, deja a las claras muchos otros aspectos. Y es que la geoestrategia parece que puede con todo. Si puede con la igualdad de género, cómo no va a poder con nuestro sector. Entretanto, las condiciones laborales de aquel país, y en el caso de Egipto es más evidente, permiten poder ofertar, puesta en casa, fruta con precios que incluso están por debajo del coste efectivo de producción de los cítricos en España. No hace falta recordar que la Ley de la Cadena, en nuestro país, exige que el precio pactado en un contrato de compraventa supere los costes de producción. Loable intención la de los legisladores españoles, no cabe duda, pero que se da de bruces con el mercado.

Esas mismas condiciones sociales, amparadas por el contexto político de nuestros principales competidores, hacen que Bruselas se haya puesto manos a la obra. Pero, como siempre, para los de aquí, y no para los de allí.

La última idea del Parlamento Europeo es la de la “Condicionalidad social”, es decir, que los agricultores que no cumplan con la normativa sobre derechos laborales con sus trabajadores no puedan percibir pagos de la PAC o, cuanto menos, que sean penalizados. En el caso de las cooperativas este tema no es un problema, pues si algo se tiene a gala es el respeto escrupuloso a este tipo de cuestiones. No ya por la propia idiosincrasia que a este tipo de empresas nos confieren nuestros principios y valores, sino porque, además, en muchos casos, socio productor y trabajador de la cooperativa suelen las mismas personas. Lo que duele no es que se exija aquí la ordenanza laboral, cuestión más que lógica, sino que se sea permisivo, sin más, con los de allí, obteniendo una clara ventaja competitiva por ello.

Entretanto, las exportaciones citrícolas españolas a países terceros, en ese mismo periodo, se muestran relativamente bastante escasas, pero estables, pese a tener que sortear todo tipo de dificultades

El Pacto Verde Europeo, programa estrella de la actual legislatura comunitaria, traía una visión revolucionaria. No por cuanto supone de la puesta en marcha de medidas que permitan alcanzar retos en la lucha contra el cambio climático, sino porque pretendía exigir para el acceso al mercado europeo, los mismos estándares en materia social, laboral y medioambiental regulados en la Unión Europea. No cabe duda de que ese es el camino para equilibrar el mercado, y que todos juguemos con las mismas reglas. Pero en las últimas negociaciones sobre la PAC, la Comisión y el Consejo han reculado. Ya tardaban.

Mientras, lo ocurrido en las negociaciones del Trílogo que deben cerrar el marco normativo de la PAC a aplicar en los últimos años, es la evidencia más clara de ello. El Parlamento Europeo, compuesto por señores que deben de pedir el voto, propone introducir un sistema de gestión de contingentes arancelarios que incluyan tener en cuenta las normas medioambientales y sociales internacionales de las que la UE forma parte.

El Consejo se opone. De igual manera, Comisión y Consejo se oponen a que las importaciones deban cumplir con las normas UE en materia medioambiental y de salud. Se considera que ello puede ir en contra de las normas OMC, y provocar que los países terceros adopten represalias a las exportaciones comunitarias de otros sectores, la tan traída moneda de cambio.

Total, que el mundo avanza, que todo cambia, y que los agricultores estamos igual. Con los mismos problemas y las mismas reivindicaciones. Al menos ahora, en lugar de negativas, hemos pasado a un escenario caracterizado por la asunción de la reivindicación, y por el compromiso de soluciones que se convierten en promesas incumplidas. Un claro ejemplo de ello es lo escrito, y a la vez incumplido, en el Pacto Verde Europeo.

(*) Presidente de la sectorial de Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries

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