Cirilo Arnandis: “Discurso caduco”

Bayer cítricos
CAECV 2024 ECOAUTÉNTICOS
HISPATEC

Cirilo Arnandis, Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries, sobre la importancia de generar valor en todos los eslabones de la cadena alimentaria

Generar valor en todo los eslabones de la cadena es una obligación y a Bruselas se la han acabado los argumentos para no hacerlo. / ARCHIVO

Cirilo Arnandis (*)

La Unión Europea ha preparado un plan para minimizar la dependencia exterior, en lo referente al aprovisionamiento, en ciertos ámbitos estratégicos. La dificultad de encontrar materiales necesarios en el momento de mayor impacto del coronavirus parece que está haciendo reflexionar a Bruselas. Así, son seis los sectores en los que se está trabajando para garantizar su abastecimiento más allá de las circunstancias, entre los que se encuentran ciertas materias primas, ingredientes farmacéuticos y semiconductores. China es el primer objetivo, pues es cierto que algunos sectores industriales están teniendo que reducir su actividad ante la actitud del gigante asiático de desabastecer Europa de ciertos elementos clave, primando su industria propia.

La nueva visión europea tiene previsto incluir estrategias como la diversificación de proveedores, pero también la de activar recursos propios para poder actuar de forma autóctona, y evitar así una dependencia exterior, apostando por ampliar la acción productiva propia, generando con ello garantía de suministro y a la vez estabilidad. Hasta ahora, el mayor atributo de un producto en el contexto de un comercio global era el precio.

Había que ser competitivos, esa era la clave, aunque no todos juguemos con las mismas herramientas. Es evidente que este discurso sin más genera riesgos, y a la larga te pone en una situación de vulnerabilidad ante la cual se tarda bastante en poder reaccionar. La pandemia, en lo que se refiere a material sanitario, y la pospandemia, por en cierto tipo de suministros, son claros ejemplos.

El que hay comer en sí eso ya lo sabemos, pero tener la seguridad que vamos a poder comer todos los días es una cuestión en la que rara vez nos paramos a pensar

Por si esto fuera poco, en la página oficial de la Unión Europea se puede leer el siguiente titular: “La Comisión Europea propone un nuevo reglamento para abordar las distorsiones causadas por las subvenciones extranjeras en el mercado único”. El objetivo de esta norma es cerrar la brecha normativa en el mercado europeo, en virtud de la cual, las subvenciones concedidas por gobiernos no pertenecientes a la UE pasan actualmente a ser, en gran medida, descontroladas, mientras que las subvenciones concedidas por los Estados miembros están sujetas a un estrecho examen. Con ello, dice Bruselas: “Se promueve un mercado único justo y competitivo, estableciendo así las condiciones adecuadas para que la industria europea prospere”. Vaya, esto mismo es lo que venimos demandando los agricultores europeos, y que nos decían reiteradamente que no era posible.

El comisario del Mercado Interior, Thierry Breton, ha declarado: “Nuestro mercado único es ferozmente competitivo y atractivo para los inversores y empresas extranjeras. Pero estar abierto al mundo sólo funciona si todos los que están activos en el mercado único, invierten en Europa o pujan por proyectos financiados con fondos públicos, cumplen nuestras normas. Hoy estamos cerrando una brecha en nuestro libro de reglas para asegurarnos de que todas las empresas compitan en igualdad de condiciones y de que nadie pueda socavar la igualdad de condiciones y la competitividad de Europa con subvenciones extranjeras distorsionadoras. Esto fortalecerá la resiliencia de Europa”. Ya me gustaría oír este mismo discurso del comisario de Agricultura, Sr. Janusz Wojciechowski. Ah, por cierto, en este caso sí que va a existir un estudio de impacto del Reglamento.

Una de las grandes lecciones que hemos podido extraer de este periodo en el que nos afecta una terrible pandemia, en este caso provocada por un coronavirus, además de la fragilidad humana, es que tenemos que comer todos los días, a ser posible. El que hay comer en sí, no es una lección, pues eso ya lo sabemos, pero tener la seguridad que vamos a poder comer todos los días es una cuestión en la que rara vez nos paramos a pensar. Vamos a la tienda, sin más, vemos la oferta de productos, elegimos uno, lo ponemos en la cesta, pagamos y nos vamos tranquilamente. Ello con el convencimiento que mañana estarán los expositores nuevamente llenos de toda una gama de productos sanos y de calidad.

Hace ahora un año, en España, la población estaba confinada. Toda una serie de actividades cesaron, lo cual no dejó de tener sus consecuencias, pero lo que sí fue cierto es que existía la percepción general que no habría merma en el suministro de alimentos, ni en cantidad ni en calidad. Este escenario fue uno de los mayores contribuyentes a la resignación tranquila de la ciudadanía ante lo que acontecía y, en consecuencia, a generar un escenario caracterizado por la estabilidad social, que de otra manera difícilmente habría existido. Así de fácil, y así de complejo a la vez, pues todos los eslabones de la cadena alimentaria funcionaron adecuadamente para que todo ocurriera como si nada ocurriera. Entonces éramos héroes.

Parece haber aprendido la lección la Comisión Europea, aplicando sus enseñanzas a una serie de sectores industriales, pero no a su agricultura. Lo mismo que ahora se jacta de pregonar a los cuatro vientos, es lo que desde hace tiempo venimos solicitando los agricultores. No se podía hasta el momento, por diversas razones, pero ahora sí que se puede, pero sin contar con la agricultura. Generar un tejido productivo diverso, que te aleje del temido escenario que supone la dependencia exterior, es necesario.

La percepción de que no habría merma en el suministro de alimentos, ni en cantidad ni en calidad fue uno de los mayores contribuyentes a la resignación tranquila de la ciudadanía ante lo que acontecía

Controlar el marco económico y comercial para que todos jueguen con las mismas reglas, también es positivo. Fiarlo todo al precio, exigiendo competitividad con distintas reglas de juego, es temerario, y Bruselas parece haberse dado cuenta de ello ahora. Pues bien, esa misma política que se le ha venido aplicando a la agricultura, ahora no vale para otros sectores productivos de la Unión Europea. Me alegro por ellos y por los ciudadanos.

La gran distribución, en un contexto de puertas abiertas, tiene un mercado en el que la oferta es cada vez mayor a la vista de los crecientes números de la importación de productos procedentes de países terceros, por lo que se refiere al sector de las frutas y hortalizas. Puede requerir y elegir, por lo que constantemente hace alusión, en sus discurso hacia los clientes, a la calidad de sus productos, plano en el que cada vez se muestra más exigente.

Pero a la vez, el precio es el banderín de enganche. Es decir, bueno, bonito y barato. Producir calidad, que es lo que se debe de hacer, tiene unos costes, pero que son muy distintos para el producto europeo que para el proveniente de países terceros. Así pues, el producto importado será cada vez más competitivo, desplazando al europeo, y generándose, antes o después, un escenario de dependencia exterior. Abocarnos a este marco parece que no es lo que desea Bruselas, al menos para una serie de sectores productivos para los que sí ha reaccionado. Entonces la pregunta es, ¿por qué no se reacciona en nuestro sector?

Así de fácil, y así de complejo a la vez, pues todos los eslabones de la cadena alimentaria funcionaron adecuadamente para que todo ocurriera como si nada ocurriera. Entonces éramos héroes

Cinco miembros de la Academia Francesa de Agricultura, con su presidente Jacques Brulhet a la cabeza, en un artículo publicado en el vespertino parisino “Le Monde”, mantienen que hay que hacer de la alimentación segura y saludable uno de los objetivos de la PAC, y en ello estamos. De modo literal, exponen que “La crisis sanitaria debida a la COVID-19 ha puesto en tela de juicio muchas certezas y muchos paradigmas sobre nuestro suministro de alimentos. Así, ya no hablamos de soberanía agrícola, sino de soberanía alimentaria. Sin embargo, ¡la cuestión de la alimentación sigue siendo la gran olvidada de la PAC! Por tanto, parece necesario y legítimo transformar la actual política agrícola común en una política agrícola y alimentaria común”. Dos ideas más refuerzan este discurso: de una parte “La distribución equilibrada del valor creado en la cadena alimentaria, desde el productor hasta el consumidor, debe ser el primer objetivo de una PAC eficaz”, y de otra “La soberanía alimentaria sólo se adquirirá si las reglas de comercialización de productos agrícolas son las mismas para todos: deben imponerse “medidas espejo” en todos los acuerdos comerciales agrícolas internacionales”. Más claro, agua.

El discurso de los agricultores está más vigente que nunca, y el de la Comisión Europea, para la agricultura, más caduco que nunca. Depender del exterior, en un tema tan sensible como la alimentación, es una temeridad. Generar valor en todo los eslabones de la cadena es una obligación. Las reglas de comercialización, cuanto menos, deben de ser igual para todos. A la vista de los acontecimientos, a Bruselas se la han acabado los argumentos para no hacerlo.

(*) Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries.

Acceso al artículo de opinión de Cirilo Arnandis AQUÍ.

thumbnail of P06_2938