Cirilo Arnandis: “Rey de la naturaleza y esclavo de la sociedad”

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Cirilo Arnandis, presidente de la sectorial de Frutas y Hortalizas de Cooperatives Agroalimentàries, sobre la interminable prórroga para cerrar la PAC

Existe el compromiso cierto de cerrar el acuerdo durante la presidencia portuguesa, es decir, antes de que acabe el mes de junio.

Cirilo Anandis (*)

Esta vez tampoco ha podido ser. La densa estructura política, y de políticos, que se mueven por Bruselas todavía no ha sido capaz de cerrar un texto definitivo por lo que a la PAC se refiere. Y eso que ya llevamos año y medio de retraso, ya que el periodo de programación va desde 2021 hasta 2027. Pese a todo, existe el compromiso cierto de cerrar este capítulo durante la presidencia portuguesa, es decir, antes de que acabe el mes de junio, por lo que todos estos señores podrán decir que se pueden ir de vacaciones con los deberes hechos. Entre tanto, dado que sí que está aprobado el presupuesto para esos siete años, durante los dos primeros estamos funcionando con normas viejas, pero con presupuesto nuevo.

Que la Unión Europea es un espacio político que suscita debilidad, es una evidencia cada vez más clara. Mientras nos perdemos en debates, por eso del viejo continente, florentinos, cuando no bizantinos, otras potencias y otros países terceros nos comen la tostada cada vez con menos miramientos y menos rubor. Claros ejemplos de ello son los últimos acontecimientos acaecidos en la verja de Ceuta, o el secuestro de un avión de línea regular de bandera europea que fue obligado a aterrizar en Bielorrusia. Todavía está en el recuerdo la amenaza, o más que eso, de apertura de la frontera turca para que puedan llegar a Europa un sinfín de inmigrantes. Entretanto, Estados Unidos, China o Rusia a lo suyo, fortaleciendo su posición geoestratégica en el globo. Parece como si en nuestro pecado llevásemos la penitencia.

La agricultura es una de las ocupaciones más nobles del ser humano. Cicerón dijo que es la labor más digna de un hombre libre. A fin de cuentas, además de ser la encargada de gestionar buena parte del territorio, obteniendo un beneficio económico y social, es la responsable de obtener cosechas con las que alimentar a todos los ciudadanos, incluidos los urbanitas. Disponer de una política que garantice este hecho parece algo fundamental que, a la vista de los hechos, se le suele olvidar bastante a menudo a quien se debe de encargar de ello. El hecho llamativo no es ya la prórroga con la que estamos aplicando la actual PAC, si no los motivos por los que no se ha sido capaz de poder cerrar un tema vital para nuestra sociedad desarrollada. Y es que como si fuera cosa de ricos adinerados, despreocupados de lo que ocurre en el mundo, la PAC está sirviendo como plató televisivo de debate de cuestiones que afectan a otros ámbitos.

En ese enrevesado sistema de adopción de acuerdos existente en las normas de funcionamiento de las instituciones comunitarias, las reglas que deben regir nuestra política agrícola y alimentaria han quedado encalladas. Comisión, Parlamento y Consejo han estado buena parte de la semana pasada encerrados en largas reuniones, en eso que se viene llamando el “Trílogo”. El resultado ha sido una fumata negra al perderse en un sinfín de matices, que se centraban en unos pocos puntos porcentuales más arriba o más abajo, del presupuesto que se debía de dedicar a las políticas verdes.

Más que las rentas de los productores o la garantía de suministro de alimentos, en el “Trílogo” ha primado un juego ratonero para ver quien se sale con la suya. Quién se lleva el gato al agua ha primado sobre la realidad de las cosas. Si lo que proponen lo pueden llevar a cabo los agricultores no importa, como tampoco importa su sostenibilidad económica y social.

En este contexto, las instituciones comunitarias no han cerrado el tema de la futura PAC hasta 2027 al no llegar a acuerdo en temas relativos a la arquitectura verde y la condicionalidad social. Qué porcentaje del presupuesto se destina a ecoesquemas y qué ocurre con el dinero que seguro no se va a poder gastar, o qué porcentaje del presupuesto de los fondos de desarrollo rural tiene que gastarse en medidas agroambientales, han ocupado un amplio debate en Bruselas como si de ello dependiera la solución definitiva a todos los problemas del medio ambiente o del clima.

Máxime cuando los valores de los porcentajes son cuestiones que aportan más problemas que soluciones. Qué porcentaje de la tierra arable se destina a diversidad y rotación de cultivos, o simplemente, a no ser cultivada para “ser devueltas a la naturaleza”, en cada Estado miembro con el fin de evitar que se restrinja la biodiversidad, es otro de los temas de calado que han evitado el acuerdo de la PAC. Mientras, Bruselas permanece impasible ante temas como los que ocurren en la selva amazónica o en otras selvas tropicales. Y de la sostenibilidad social en países terceros ni hablamos.

Entretanto se debate verde, conviene recordar que la agricultura y la ganadería europea suponen tan solo el 1% de las emisiones de CO2 del planeta, y que estas emisiones se han reducido en un 20% desde 1990. Por lo que respecta a las emisiones de nitratos el valor se cifra en un 18%. Pero es que más allá de los datos, fue un hecho más que anecdótico, la mejora de la calidad del aire de muchas de nuestras ciudades en el momento del confinamiento a causa del coronavirus. Parece como si solo fuera el sector agrario el mayor responsable del cambio climático. Actuaciones primarias y pueriles, adoptadas solo a partir de criterios ideológicos, nos llevan a escenarios imposibles. Por ellas, Bruselas se ha negado a elaborar un estudio de impacto de sus “políticas verdes”, que sí que ha hecho el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Según este estudio, si la UE aplica por si misma la Estrategia de la Granja a la Mesa, provocará una reducción de la producción agraria en la Unión Europea, un aumento de las importaciones, una caída de los precios de los agricultores y un aumento de los precios a los consumidores.

“La densa estructura política, y de políticos, que se mueven por Bruselas todavía no ha sido capaz de cerrar un texto definitivo por lo que a la PAC se refiere. Y eso que ya llevamos año y medio de retraso, ya que el periodo de programación va desde 2021 hasta 2027”

En los papeles, dicen que uno de los objetivos de la PAC es el de garantizar la renta de los productores. Si me permiten un chiste malo, no se dice qué renta, si alta o baja. Recientemente, la Academia Checa de Ciencias Agrícolas ha publicado un estudio elaborado en la Universidad Mendel de Brno, que bajo el título “Situación de ingresos de los hogares agrícolas de los países de la UE”, aporta una serie de interesantes datos. Entre los más llamativos, el hecho que, en todos los países europeos, sus agricultores tienen unos ingresos económicos inferiores a la media de los ingresos de los hogares de cada Estado comunitario. Por otra parte, existe una relación directa entre la tasa de pobreza de cada país, y la proporción de hogares agrícolas dentro de los hogares pobres. Para el caso concreto de España, el estudio le atribuye a sus agricultores un nivel de ingresos del 68% de la renta media de un hogar tipo español.

Así pues, no cabe duda de que cuidar el entorno y producir alimentos con métodos respetuosos con el medio ambiente es una cuestión totalmente asumida en el medio rural. Lo que no se acaba de entender es por qué solo se exige esta política verde, ahora reforzada con mayores exigencias, a los productores europeos. Mientras, tenemos que compartir un mercado con producto importado desde países terceros, que no deben de someterse a esta normativa medioambiental, ni a ese nuevo concepto, puesto ahora como nueva exigencia, como es el de la sostenibilidad social. A modo de ejemplo, leo en un medio digital marroquí, unas declaraciones en las que el propio sector citrícola de aquel país manifiesta tener una ventaja competitiva, a la puerta de almacén, de 0,6 dirhams por kilo, en comparación con España. Es decir, sus “condiciones propias”, y que no se dan en Europa, le da una ventaja de casi 6 céntimos de euro por kilo. En el contexto de precios en los que se mueve el mercado de los cítricos, en este escalón de la cadena comercial, este valor es más que significativo.

Nunca me he significado como persona contraria al proyecto europeo, ni a la existencia de la PAC, más bien al contrario. Todo ello tiene sus cosas buenas, pero no es precisamente al campo donde le llegan las mejores noticias. Somos incapaces de legislar en el sentido de exigir a los de fuera lo mismo que a los de aquí, por lo que seguiremos sin exigir la misma normativa en materia de seguridad alimentaria, y además, incluiremos la sostenibilidad social como exigencia para cobrar la PAC. El consumidor europeo debe de saber que mientras aquí hay productos fitosanitarios prohibidos, y mientras las autoridades laborales se encargan de que se cumpla la normativa laboral para todos, otros no tienen esas exigencias, lo cual se convierte en una ventaja competitiva. Y si no, solo hay que ver como cada vez las cifras de las importaciones procedentes de países terceros tienen una tendencia alcista en nuestro sector, y como cada vez anuncian nuevas plantaciones con destino a Europa.

Castelar escribió, allá por 1886, un artículo que con el nombre de “El labrador”, que decía que “El labrador es el rey de la naturaleza, pero el esclavo de la sociedad”. Pasado más de un siglo, todavía sigue vigente este pensamiento. Cuánta razón tenía, y a la vista de los hechos, cuánta razón sigue teniendo. La sociedad es evidente, que no es la misma, pero los pensamientos de quienes deciden por nosotros, sí.

(*) Presidente de la sectorial de Frutas y Hortalizas de Cooperatives Agroalimentaries.

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