Cirilo Arnandis: “Europa contra Europa”

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El Pacto Verde, las decisiones de Bruselas sobre la sanidad vegetal de los cultivos y la aplicación de la PAC son algunos de los temas que trata Cirilo Arnandis en este artículo

De septiembre a noviembre se han detectado 104 alertas de frutas y hortalizas, por superar el nivel permitido de ciertos productos fitosanitarios prohibidos, en productos procedentes de Turquía, Egipto y Sudáfrica. / ARCHIVO

Cirilo Arnandis (*)

No hace mucho tiempo escuche una conversación entre un padre y un hijo todavía de corta edad. El pequeño se quejaba del tiempo en el que le estaba tocando vivir, y del engorro que suponía todo este problema del coronavirus. El padre, ya con una cierta edad que le permitía tener una cierta visión retrospectiva de la vida, le comentó que, pese a todo, estaba teniendo bastante suerte. El hijo no entendía, a lo que el padre le hizo un pequeño repaso de lo convulso que había sido la primera mitad del siglo XX. Dos Guerras Mundiales, en el caso de España una Guerra Civil y su posguerra, la crisis económica derivada el crack del 29, y además también, una pandemia conocida como la gripe española. Finalizó el padre recordándole que ahora existen vacunas que protegen a la sociedad, y un conjunto de instituciones que velan por el mantenimiento de un nivel de vida al que entendemos que tenemos derecho.

No cabe duda de que el proyecto europeo nacido tras la segunda Guerra Mundial es el principal baluarte de estabilidad social en el viejo continente. Un proyecto que ha ido creciendo y adaptándose en el tiempo, y que debe de ser revitalizado, pues las amenazas, de todo tipo, que se ciernen sobre la vieja Europa no son pocas. La salida del Reino Unido, así como la proliferación de ofertas antieuropeístas, populismos y soberanismos, no dejan de ser un reflejo de que Bruselas y su clase política deben reaccionar y ponerse las pilas para afrontar las amenazas del proyecto, así como en la resolución de los problemas que aquejan a sus ciudadanos. Por cierto, los agricultores también somos ciudadanos europeos.

La PAC, creada en el año 1962, y según reza la propia Unión Europea, se constituye como un pacto entre la sociedad en general y sus agricultores, con el objetivo último de mejorar la productividad agrícola, de forma que los consumidores dispongan de un suministro estable de alimentos a precios asequibles, además de garantizar a sus agricultores un nivel de vida razonable. Como todo en la vida, la PAC también ha evolucionado, de tal forma que, con la última reforma, se pretende abordar nuevos retos, de los cuales el más llamativo es el del cambio climático. Como única política común de todos los Estados miembros de la Unión, parece que la agricultura se está convirtiendo en el único sector económico responsable de la consecución de los objetivos climáticos, debiendo de asumir nuevas obligaciones, pero con menos recursos.

El hecho cierto es que una política, la PAC, que se ha mostrado de éxito, corre el riesgo de ser cómplice de toda una serie de decisiones que están generando perjuicios, no ya a los productores, sino incluso al conjunto total de la sociedad. Y es que ya no cabe hacer responsable tan solo a la tecnocracia comunitaria, siempre hierática, inalterable e inexpresiva, si no que el propio Parlamento Europeo, constituido por esos señores que votamos todos los ciudadanos, también se ha cubierto de gloria cuando ha aprobado una PAC en la que solo se le debe de exigir condicionalidad social a los productores comunitarios, toda vez que se ha posicionado en contra de la reciprocidad en las relaciones comerciales con países terceros. Una mera declaración de intenciones ha sido suficiente para abordar el problema de la constante pérdida de renta de los productores como consecuencia de su pérdida de competitividad.

Hace tiempo que el sector español tiene asumido que su competitividad debe basarse en una oferta caracterizada por una amplia gama de variedades de alta calidad y con un buen servicio. Pero también es cierto que la cada vez creciente oferta foránea, con un mayor solape temporal, y con unas condiciones de producción menos exigentes que las impuestas a los productores europeos, hace que ganen en competitividad en un producto que la gran distribución considera como genérico y de reclamo.

No cabe duda de que uno de los acicates para que cada vez vengan más productos de fuera es la complicidad de Bruselas con su política marcada, en una especie de “Pacto Verde de Europa contra Europa”. Y no con ello digo que no haya que respetar los derechos sociales, el entorno, y actuar contra el cambio climático, sino que no hacerlo, y por tanto incurrir en menos costes, no puede ser premiado.

“La respuesta conjunta del sector, y la revitalización de Intercitrus, ha sido determinante para levantar la liebre sobre un tema en el que la EFSA nos está dando la razón desde el punto de vista técnico y científico. De momento, compás de espera y a seguir trabajando, pues todavía todo puede ocurrir”

La profesionalidad de nuestro sector lo aguanta todo en el plano comercial. Cerrado el mercado ruso, imposible el mercado norteamericano por el coste de los protocolos, ahora hay que sumar el cierre, a partir del primero de enero próximo, del mercado bielorruso. Pero si lo dicho hasta ahora es importante, lo es más la pasividad mostrada por Bruselas en relación con el nivel de detecciones de envíos contaminados, ya sea por contener plagas de cuarentena, o por residuos de productos fitosanitarios que puedan afectar a la salud de los consumidores. Bruselas aprieta fuerte dentro. Un claro ejemplo es la decisión adoptada por la Comisión Europea de llevar a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea al entender que las medidas contra la contaminación por nitratos son insatisfactorias e insuficientes. Mientras, fuera solo se atreve a dar pellizcos de monja, siendo también un claro ejemplo el incremento del nivel de controles de limones y pomelos turcos a la vista de las reiteradas detecciones de envíos contaminados con pesticidas. De hacerlo España en cualquier país tercero nos hubieran cerrado el acceso a su mercado a las primeras de cambio.

Como se puede constatar, en Bruselas se juega no ya con la salud de nuestras plantaciones, si no con la salud de los ciudadanos. Sanidad vegetal y seguridad alimentaria son conceptos que van de la mano a la vista de la percepción comunitaria, y que vienen siendo denostados por quienes tienen el encargo de protegerlos. A la vista de las decisiones que se vienen adoptando como respuesta ante el nivel de detecciones de envíos contaminados, esa es la principal conclusión. La prueba del algodón es la pasividad y el miedo a adoptar el único sistema que se ha mostrado eficaz contra ciertas plagas, el tratamiento en frío, en este caso para los cítricos sudafricanos. El resto de países terceros lo exigen a España, y también a quienes vienen a Europa sin exigencia de frío. La respuesta conjunta del sector, y la revitalización de Intercitrus, ha sido determinante para levantar la liebre sobre un tema en el que la EFSA nos está dando la razón desde el punto de vista técnico y científico. De momento, compás de espera y a seguir trabajando, pues todavía todo puede ocurrir.

“Como se puede constatar, en Bruselas se juega no ya con la salud de nuestras plantaciones, si no con la salud de los ciudadanos. Sanidad vegetal y seguridad alimentaria son conceptos que van de la mano a la vista de la percepción comunitaria, y que vienen siendo denostados por quienes tienen el encargo de protegerlos. A la vista de las decisiones que se vienen adoptando como respuesta ante el nivel de detecciones de envíos contaminados, esa es la principal conclusión”

“La prueba del algodón es la pasividad y el miedo a adoptar el único sistema que se ha mostrado eficaz contra ciertas plagas, el tratamiento en frío, en este caso para los cítricos sudafricanos. El resto de países terceros lo exigen a España, y también a quienes vienen a Europa sin exigencia de frío”

Bruselas está en la encrucijada de tener que decidir qué valor es superior, si que puedan exportar los señores sudafricanos a Europa o, por el contrario, salvaguardar del ataque de plagas de cuarentena a nuestras explotaciones. En este contexto, cabe entender como lógico, pero no ético, las explicaciones dadas por los potenciales receptores de una nueva exigencia. Lo que no es entendible es que las asociaciones de importadores de Bélgica, Holanda y Alemania hagan suyos los argumentos pueriles expuestos desde Sudáfrica. Exponer que si se implanta el tratamiento en frío habrá desabastecimiento de cítricos en Europa es faltar a la verdad; apelar al impacto social sudafricano y el volumen económico de negocio allí, obviando esos mismos datos para los productores comunitarios es traicionar el proyecto europeo; alegar que con el tratamiento en frío no se puede importar desde Sudáfrica es otra falacia en favor de su propio negocia, pues Sudáfrica exporta al resto del mundo con exigencia de frío, lo mismo que viene haciendo España.

“Bruselas está en la encrucijada de tener que decidir qué valor es superior, si que puedan exportar los señores sudafricanos a Europa o, por el contrario, salvaguardar del ataque de plagas de cuarentena a nuestras explotaciones”

“No es entendible es que las asociaciones de importadores de Bélgica, Holanda y Alemania hagan suyos los argumentos pueriles expuestos desde Sudáfrica. Exponer que si se implanta el tratamiento en frío habrá desabastecimiento de cítricos en Europa es faltar a la verdad”

Por último, permítanme un último análisis de los argumentos sudafricanos comprados por nuestros amigos importadores del norte de Europa. Según su exposición, el 99,9% de los envíos están limpios de plagas de cuarentena. Así, según su argumento, solo en el 0,1% de los 31.000 envíos han sido detectados con plagas de cuarentena. Es decir, que hay 31 envíos problemáticos. Lamento decir a estos ilustres matemáticos que la extrapolación de los 31 envíos contaminados hay que hacerla sobre la base de los envíos inspeccionados, y no sobre la base de todos los envíos. Por tanto, y a partir de una posibilidad de un 1% de envíos controlados, nos proyectaría un total de 310 envíos potencialmente contaminantes de nuestras explotaciones. Según datos expuesto en nota de prensa por la organización agraria La Unió, y según datos oficiales del RASFF, en el periodo de septiembre a noviembre de este año se ha detectado un total de 104 alertas de frutas y hortalizas por superar el nivel permitido de ciertos productos fitosanitarios prohibidos, que afectan a la salud humana, procedentes de Turquía, Egipto y Sudáfrica.

La proyección estadística de lo que puede entrar en Europa con un exceso de productos contaminados asusta, mientras las autoridades comunitarias, hacen como que hacen en respuesta a esos datos, pero para que los de fuera puedan seguir llegando a Europa. Los hechos no hacen más que constatar que el principio de preferencia comunitaria, uno de los pilares de la PAC, ya es historia. Esa fue la conclusión de la última visita del sector a las instituciones comunitarias. Todo con tal que puedan unos seguir exportando, y otros seguir importando, cueste lo que cueste.

(*) Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries

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