El reto de la sostenibilidad

El sector agroalimentario manifiesta algunas dificultades para cumplir los objetivos de la Agenda 2030 en una coyuntura internacional complicada

Uno de los mayores retos que plantea la agenda europea para el sector agrícola es la reducción del 50% en el uso de los fitosanitarios para el año 2030. / Archivo.

Alba Campos. Redacción.

En un momento en el que los costes, los problemas de suministros y la guerra de Ucrania marcan la coyuntura global, el sector agroalimentario cuestiona si es el momento oportuno para impulsar una agenda verde y así avanzar hacia un modelo más sostenible. Una agenda que plantea una serie de medidas y limitaciones que exigen, en muchos casos, realizar fuertes inversiones para lograr los objetivos, en un momento en el que la rentabilidad de los productores y las empresas se está resintiendo. El sector considera que avanzar por la senda de la sostenibilidad es seguir el camino correcto, pero pide más tiempo para poder cumplir con las exigencias de una Agenda 2030 redactada en un contexto geopolítico y económico muy diferente al momento presente.

Son muchas las expectativas sobre este programa internacional, sobre el “Pacto Verde europeo”, la “Estrategia de la Granja a la Mesa” y la “Estrategia por la Biodiversidad”, que establecen requerimientos en cuestiones medioambientales. La Comisión Europea ha puesto sobre la mesa un plan muy ambicioso. Sin embargo, el sector agrario, desde su compromiso con la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático, observa una serie de dificultades para conseguir ejecutar algunas de las medidas incluidas en plan y ve complicado alcanzar dichas metas en un periodo tan corto de tiempo como es el año 2030 teniendo en cuenta la complejidad de la situación actual.

Se trata de unas líneas que se establecieron mucho antes de la existencia de una pandemia mundial, y mucho antes de que estallara una guerra que afectaría de manera global. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), o la también conocida como ‘Cumbre para la Tierra’ celebrada en Brasil, ya sentaba las bases en 1992 sobre lo que sería el plan de acción internacional sobre el medioambiente: “La conferencia de Río de Janeiro destacó cómo los diferentes factores sociales, económicos y ambientales son interdependientes y evolucionan juntos, y cómo el éxito en un sector requiere que la acción en otros sectores se mantenga en el tiempo”. Sin embargo, esos objetivos de principios de los 90 se establecieron sin prever los contratiempos de dimensión mundial que hemos vivido en los últimos años.

Agenda 2030

De esos antecedentes surgió la Agenda 2030 que plantea 17 objetivos con 169 metas. Algunas de las medidas que más afectan a la agricultura son la reducción del 50% del uso de fitosanitarios o el objetivo de contar con un 25% de la superficie agraria dedicada a la producción ecológica.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con el planteamiento de “Hambre Cero” en el marco del indicador 2.4, establecen la meta de asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos y aplicar prácticas agrícolas resilientes que aumenten la productividad y la producción contribuyendo al mantenimiento de ecosistemas y a la lucha contra el cambio climático de aquí a 2030.

El sector agrícola europeo se pregunta si puede existir sostenibilidad cuando se ve cuestionada la rentabilidad y si conseguirá cumplir los ODS antes del año 2030

“La agricultura sostenible constituye el primer paso fundamental para lograr el hambre cero”, según argumenta la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Una vez más resulta imprescindible no olvidar las tres dimensiones de la sostenibilidad: económica, social y ambiental.

Costes

Pero ¿cómo conseguir el cumplimiento del programa europeo establecido antes de 2030 cuando la coyuntura económica mundial está caracterizada por un incremento de costes generalizado y con una guerra de fondo?

En el sector agrario han aumentado los costes energéticos, los carburantes, los recursos hídricos, los fertilizantes, los fitosanitarios y los plásticos, entre otros. En esta situación, donde la meta principal de los agricultores es conseguir una estabilidad en cuanto a costes y ser rentables productiva y económicamente, cumplir con las exigencias de la Agenda 2030 supone una gran dificultad, al menos en estos momentos, donde la incertidumbre reina en el campo, y, en general, en todos los ámbitos.

Precios

A este aumento de los costes debemos añadirle una consecuencia directa más: una subida en el precio final de los productos. Respecto a los consumidores, el Eurobarómetro mostraba las respuestas a la pregunta “Cuándo compras comida, ¿cuáles son los aspectos más importantes?”. El principal argumento que se evidencia es el precio, que es referido por el 54% de los encuestados, como valor medio europeo. En España, este aspecto es el más importante para el 63% de los encuestados, y si se observa a otros países, en Francia lo es para el 54% de los encuestados, en Alemania para el 48%, en Suecia para el 50% y en Bulgaria para el 68%.

Teniendo esto en cuenta y sumando el hecho de que los productos con etiqueta “bio” o ecológicos (productos que normalmente se utilizan como ejemplo de productos sostenibles, aunque no siempre se cumpla esta identificación) tienen un coste superior, puede parecer razonable que el consumidor no elija estos productos por su precio.

El Pacto Verde y la Competencia

A la Agenda 2030 se suma el Pacto Verde Europeo, un paquete de iniciativas cuyo objetivo se enmarca en situar a la UE en el camino hacia la transición ecológica. Sin embargo, el presidente de Frutas y Hortalizas de Cooperativas Agro-alimentarias, Cirilo Arnandis, ya explicaba en un artículo publicado en Valencia Fruits que no se está compitiendo en igualdad de condiciones en este aspecto, pues “la puesta en marcha del Pacto Verde, si bien contempla cuestiones en las que todos nos sumamos, supone un esfuerzo extra para los productores europeos, facilitando la llegada de producciones de terceros países”. Y todo ello en una situación como la actual en la que “Europa está trabajando en la independencia energética, en un contexto como el de la alimentación generamos un contexto político que merma la competitividad de las producciones comunitarias”.

Volviendo al contexto actual, cabe destacar que este Pacto Verde, así como la Agenda 2030, como explica Arnandis, “se gestó y aprobó antes de la declaración de la pandemia y de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Pese a lo cambiante del contexto y del escenario, la Comisión Europea, más allá de partes y medidas testimoniales, no ha cambiado un ápice su hoja de ruta en lo que se refiere a la agricultura y la producción de alimentos”.

En este contexto parece que el sector ve complicado avanzar en el reto de la sostenibilidad cuando la rentabilidad está comprometida por la coyuntura y resulta complicado dar prioridad al cumplimiento de las exigencias del Pacto mientras se tiene que hacer frente al gran incremento de costes y a la situación de incertidumbre global.

Teniendo en cuenta la situación actual y el compromiso de la agricultura a la hora de asumir el reto de la sostenibilidad y cumplir las metas exigidas por la agenda, parece que hay un consenso a la hora de solicitar una prórroga en el cumplimiento de estos objetivos. Más tiempo para poder hacer frente de la mejor manera posible y con una coyuntura, esperemos, más favorable frente a lo que es, en definitiva, un gran objetivo de la humanidad.

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