Así es el nuevo requisito europeo que transformará el etiquetado hortofrutícola

El reglamento PPWR 2025/40 introduce la obligatoriedad de que las etiquetas aplicadas directamente sobre las frutas y hortalizas sean compostables a partir de 2028

Valencia Fruits. Redacción. 

El sector hortofrutícola se encuentra ante una transformación normativa sin precedentes. La Unión Europea ha aprobado el Reglamento de Envases y Residuos de Envases (PPWR 2025/40), un marco legal que modifica de forma sustancial la gestión de envases alimentarios. Una de las medidas más relevantes establece que, a partir del 12 de febrero de 2028, todas las etiquetas adhesivas colocadas directamente sobre frutas y hortalizas se considerarán envases y deberán ser compostables en instalaciones industriales. Este cambio implica que las tradicionales etiquetas de polietileno o polipropileno deberán evolucionar hacia materiales certificados capaces de biodegradarse sin dejar residuos plásticos y sin comprometer la calidad del compost.

¿Por qué se exige la compostabilidad? 

Las pequeñas etiquetas que acompañan habitualmente a productos como manzanas, peras o tomates rara vez son retiradas antes del consumo y, al terminar mezcladas con la fracción orgánica, contaminan el compost y complican la valorización de los biorresiduos. La nueva normativa aborda directamente este problema porque evita la presencia de microplásticos en el compost, mejora la calidad del abono final y refuerza la confianza del consumidor en la correcta gestión de los residuos orgánicos. El objetivo es cerrar el círculo de la economía circular garantizando que incluso los elementos más pequeños del envasado no comprometan el proceso de compostaje industrial. 

¿Qué significa “etiqueta compostable”?

Tal y como explican desde AIMPLAS, para considerar compostable un material, este debe cumplir con exigentes estándares internacionales como EN 13432, ASTM D6400 o ISO 17088. Dichas normas establecen que la biodegradación debe alcanzar un mínimo del 90% en un plazo de seis meses, la desintegración del material debe reducirse a fragmentos inferiores a 2 mm en menos de 12 semanas y el producto no debe generar toxicidad en plantas. Además, se fijan niveles estrictos de metales pesados para garantizar su seguridad ambiental. Estos requisitos se aplican absolutamente a todos los componentes de la etiqueta, desde el soporte y el adhesivo hasta las tintas y recubrimientos, lo que obliga a una revisión completa de la composición y comportamiento de cada elemento.

Una oportunidad para las empresas del sector

Aunque la medida puede interpretarse inicialmente como un desafío técnico, económico y logístico, AIMPLAS destaca que constituye también una oportunidad de innovación y diferenciación competitiva. Avanzarse a la normativa permitirá evitar sanciones, posicionar productos alineados con la economía circular y reforzar una imagen sostenible ante distribuidores y consumidores cada vez más atentos al impacto ambiental de los envases. Ya existen fabricantes que han desarrollado etiquetas certificadas compostables, pero la industria aún dispone de un amplio margen de innovación, especialmente en adhesivos, durabilidad, comportamiento en cadena de frío y compatibilidad con diferentes tecnologías de impresión.

Cómo prepararse para 2028

Desde AIMPLAS recomiendan que todas aquellas empresas que trabajan con frutas y hortalizas envasadas o etiquetadas deben comenzar a revisar sus materiales actuales y comprobar si cumplen los requisitos de compostabilidad. Además, es fundamental contar con laboratorios especializados y reconocidos por organismos de certificación para realizar ensayos de biodegradabilidad y compostabilidad, una etapa clave antes de planificar la transición con proveedores. Anticipar estos cambios evitará cuellos de botella en la cadena de suministro cuando la norma entre en vigor y permitirá a las compañías adaptarse de forma ordenada y estratégica. Según el Instituto Tecnológico del Plástico, el paso hacia etiquetas compostables trasciende la mera obligación legal y puede convertirse en un elemento diferenciador que ayudará a demostrar un compromiso real con la sostenibilidad y con las exigencias del nuevo marco europeo.

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