El modelo cooperativo bancario español ofrece a los agricultores conocimiento local, presencia en comarcas agrícolas, y la capacidad de adaptar productos financieros a los ritmos y exigencias del agro

Las primeras cajas rurales en España datan de 1919. / ASOC DE LA PRENSA ALMERÍA
Valencia Fruits. Redacción.
En el escenario agrícola español, las entidades cooperativas de crédito —las cajas rurales— ejercen un papel estratégico. Más allá de su función como proveedoras de servicios bancarios, actúan como aliadas del agricultor, facilitadoras de la innovación y garantes de la inclusión financiera.
Cajamar Caja Rural —otro de los grupos cooperativos orientados al agro más relevantes en España— aporta datos que ilustran tanto la relevancia del sector agrario como el rol de las entidades financieras vinculadas al mismo. Su informe del año 2023 calcula que el sector agroalimentario español aportó 119.140 millones de euros, el 8,9% del PIB nacional, y generó 2.394.353 empleos, el 11,3% del total. Además, su observatorio relativo a 2024 señala un crecimiento del 3,9% en valor añadido hasta 125.160 millones de euros, situando a España como la cuarta economía agroalimentaria de la Unión Europea, con un 12,3% del valor añadido bruto comunitario.
El modelo cooperativo bancario español, representado entre otros por el Banco Cooperativo Español (BCE) y el grupo que engloba varias cajas rurales, ofrece a los agricultores un valor añadido: conocimiento local, presencia en pueblos y comarcas agrícolas, y la capacidad de adaptar productos financieros a los ritmos y exigencias del agro. Por ejemplo, la cobertura de poblaciones pequeñas —menos de 1.500 habitantes— resulta crítica en comarcas donde las explotaciones están dispersas y la banca tradicional no siempre se ajusta.
Estos datos muestran el contexto en el que operan las cajas rurales: un sector estratégico, de elevado peso económico y empleo, que exige mecanismos financieros adecuados a sus ciclos, riesgos, inversiones y ventanas de comercialización.
¿Qué valor aportan las cajas rurales al agro?
En el contexto actual, la agricultura necesita no sólo financiación sino acompañamiento financiero que comprenda sus peculiaridades: ciclos largos, inversión en tecnología o infraestructuras, riesgo climático, acceso a mercados internacionales. En este sentido, las cajas rurales destacan por cuatro elementos diferenciales:
• Adaptación a los ciclos agrícolas: Entienden los plazos de inversión, cosecha, comercialización, la necesidad de anticipar ayudas o la renovación de maquinaria.
• Conocimiento local y proximidad: Están presentes en territorios rurales, conocen a los productores, sus cultivos, los retos del entorno y pueden actuar de forma ágil.
• Productos financieros específicos: Desde anticipos de ayudas de la PAC hasta líneas de crédito para modernización, seguros agrícolas adaptados, asesoramiento técnico o apoyo al relevo generacional.
• Modelo cooperativo y reinversión en el territorio: Parte de sus resultados se destina al desarrollo local, lo que fortalece el tejido agrario y rural.
La combinación de proximidad, especialización y red cooperativa que presentan las cajas rurales es un activo para el agro español.
Una mirada para el sector citrícola
Para el sector citrícola en particular —que trabaja con campañas definidas, ventana comercial, exigencias de mercados europeos y retos de exportación—, disponer de una caja rural como socio puede marcar la diferencia. Desde anticipar la inversión en un nuevo marco de plantación, hasta financiar la postcosecha, pasando por preparar la salida al exterior, una caja rural comprometida con la zona puede ofrecer mucho más que producto bancario: ofrece acompañamiento.
En esto la agricultura valenciana, murciana o alicantina —zonas de fuerte tradición citrícola— encuentra un aliado en este tipo de entidades. Su red local permite que tengan conocimiento directo del operador, de su cultivo, de su necesidad de liquidez en campaña y de la importancia de compatibilizar financiación con sostenibilidad.
En definitiva, las cajas rurales encarnan un modelo de banca que conviene al agro español: cooperativo, territorial, adaptado a la realidad del campo. En un momento en que la agricultura necesita modernización, financiación, relevo generacional y digitalización, estas entidades pueden jugar un papel aún más protagónico. Para el sector citrícola, contar con ellas como aliadas estratégicas no es solo una opción financiera, sino una vía para fortalecer su estructura, ampliar mercados y consolidar su futuro.
Retos y oportunidades para el sector y las cajas rurales
Pese a su robustez, las cajas rurales también enfrentan varios desafíos. Deben digitalizar sus servicios sin perder la proximidad, captar a jóvenes agricultores, adaptarse a un sector que evoluciona en tamaño, exportación y sostenibilidad. Para el sector agrario, esto implica disponer de financiación que no solo sea crédito, sino acompañamiento estratégico: innovación, formación, acceso a mercados, gestión de riesgos climáticos y de mercado.
Asimismo, los datos del agro nacional invitan a pensar en mayores colaboraciones. Por ejemplo, aunque la agricultura española es altamente productiva y competitiva (datos del sector agroalimentario europeo y nacional muestran este hecho), el reto del relevo generacional, el tamaño de las explotaciones y la sostenibilidad siguen siendo barreras. Las cajas rurales, con su modelo cooperativo y territorial, pueden convertirse en vehículo clave para sortearlas, siempre que continúen adaptándose.
En conclusión, las cajas rurales en España están llamadas a desempeñar un papel cada vez más relevante para el sector agrario. Su combinación de proximidad, especialización y modelo cooperativo las hace idóneas para apoyar la transformación, la digitalización, la internacionalización y la sostenibilidad del agro. Para los agricultores, cooperativas y explotaciones, contar con una caja rural puede ser una pieza clave para afrontar el futuro con mayor solidez y visión estratégica.
Caixa Popular, caso de referencia en la Comunitat
En el ámbito de la Comunitat Valenciana, Caixa Popular sirve como ejemplo de entidad financiera que apuesta por un modelo de banca próxima al territorio y a las personas. Su estrategia combina cercanía con productos adaptados a las necesidades del sector agrario y cooperativo. La entidad ha firmado convenios con organizaciones como el Comité de Agricultura Ecológica de la Comunitat Valenciana (CAECV) para favorecer la producción ecológica, ofreciendo líneas de crédito, cuentas especiales, tarjetas y seguro agrario a los operadores certificados.
También mantiene un acuerdo con la fundación Fundación Valenciana de Agricultura y Medio Ambiente (FUVAMA) para actividades de educación agroambiental en centros experimentales. En su ejercicio 2024, Caixa Popular cerró con un beneficio neto de unos 30,9 millones de euros, un 28% más que el año anterior, y destaca su apuesta por créditos a empresas, cooperativas, y autónomos, muchos de ellos en el entorno rural.
Este tipo de iniciativas permiten a los agricultores contar con productos financieros adaptados a sus ciclos productivos, beneficiándose de la proximidad y el conocimiento del territorio que ofrece una banca cercana: desde anticipos de ayudas de la PAC hasta modernización de instalaciones y líneas específicas para joven agricultor o producción ecológica. Estas operativas demuestran cómo una entidad financiera adaptada al entorno agrario puede facilitar liquidez, modernización y acceso a mercados para explotaciones agrícolas.



