Cirilo Arnandis: “Agua, política de Estado”

AgroFresh FRESCOS

El presidente de Frutas y Hortalizas de Cooperatives Agroalimentaries, Cirilo Arnandis, opina sobre la política del agua y su gestión económica

El agua es un elemento imprescindible para desarrollar la actividad agraria. / ÓSCAR ORZANCO

Cirilo Arnandis (*)

El agua viene siendo un elemento de disputa desde tiempo inmemorial. Ya sea por garantizar el suministro o como muestra de poder, o ambas cosas a la vez, este compuesto químico presente en la naturaleza es vital e imprescindible para la vida humana y para la el normal desarrollo de la naturaleza en la tierra. En estos tiempos que corren, su presencia en cantidad y calidad suficiente es sinónimo de desarrollo económico y de riqueza, siendo quizás el motivo por el que estamos observando cómo la clase política la emplea como elemento de disputa, de enfrentamiento y de reproche al adversario. Empeño que no resuelve el tema de la escasez de agua, pese a que pueda reportar algún tipo de beneficio en el plano de la imagen a corto plazo, e incluso más en momentos de campaña electoral como es el caso actual. 

Es una realidad que llevamos un tiempo más largo del deseado sin lluvias, pero lo cierto es que la ausencia de éstas no afectan por igual a todo el territorio nacional. De entrada, hay que decir que es muy bueno que llueva, ya que la planta necesita el agua de lluvia para alimentarse y para lavarse. De no llover, los estomas de las hojas, lugar por donde respiran las plantas, se obturan de polvo, por lo que el rendimiento energético del proceso de la fotosíntesis se resiente. De otra parte, la ausencia de agua de lluvia exige la aportación de más agua de riego, lo que incrementa el consumo energético en lo referente al impulso del agua almacenada y se traduce, evidentemente, en un incremento de los costes de producción. Y eso donde haya disponibilidad de agua para riego, pues hay zonas donde no existe más posibilidad de aporte hídrico que el de la lluvia, otras donde no queda reserva de agua para regar, y otras en las que, aun habiendo, no es de la calidad adecuada para los cultivos que hay que regar.

Así pues, de entrada, hay que diferenciar dos conceptos: la sequía meteorológica, consecuencia de la ausencia de lluvias; y la sequía hídrica, disponibilidad o no de agua para regar en el caso de la agricultura, para consumo humano, para la industria o para los servicios, caso del turismo. Hacer que llueva no está en manos de nadie, más allá de las rogativas que la fe popular puede hacer al santo de la localidad, pero saber cómo llueve sí que es motivo del estudio de la historia y del pasado más o menos reciente. Tanto si se le llama cambio climático como si se es negacionista ante esta cuestión, es un hecho que el régimen de lluvias es distinto al que había hace algunos años. Ya no existe una pauta de lluvias esperadas en función del mes del año, y cuando llueve, estas se concentran más, cayendo mayor cantidad de agua en un menor espacio de tiempo. De igual manera, se alternan ciclos de copiosas lluvias, con otros que venimos en calificar como de pertinaz sequía. Todo ello nos obliga a tener que pensar en una nueva estrategia a la hora de almacenar y conservar toda esta agua de lluvia para cuando haga falta. 

La política del agua no se puede improvisar, y no tiene ningún sentido abordar el problema tan solo en el momento en el que nos damos cuenta que hay escasez, y todavía menos a la sombra de una campaña política con elecciones en ciernes. El agua debe ser una política de Estado. Uno de esos pactos a los que poco o nada estamos acostumbrados en la política española

La política del agua no se puede improvisar, y no tiene ningún sentido abordar el problema tan solo en el momento en el que nos damos cuenta que hay escasez, y todavía menos a la sombra de una campaña política con elecciones en ciernes. El agua debe ser una política de Estado. Uno de esos pactos a los que poco o nada estamos acostumbrados en la política española. Un pacto en el que se involucren todos de modo positivo, no como un escenario de disputa política, y que vaya más allá de quien gobierne en cada momento, de modo que quien obtenga circunstancialmente el respaldo popular para gobernar sepa lo que hay que hay que hacer, tanto en el presente como en el futuro. No en vano, se dice que los ministros de Obras Públicas siempre inauguran obras que planificaron las personas que les antecedieron. Sé que este deseo, que por otra parte es de sentido común, es difícil que entre en el pensamiento de buena parte de nuestros políticos, pues los resultados de estas iniciativas nunca se ven de inmediato, siendo otros los que obtendrán rédito de las decisiones que se tomen y de las actuaciones que se emprendan en el presente. 

El momento presente marca una demanda clara de actuaciones políticas para minimizar los efectos de la ausencia de agua. Y es que hay ocasiones, y esta es muy clara, que de donde no hay no se puede sacar, siendo la situación actual el reflejo de los aciertos y errores de las decisiones tomadas con anterioridad

El momento presente marca una demanda clara de actuaciones políticas para minimizar los efectos de la ausencia de agua. Y es que hay ocasiones, y esta es muy clara, que de donde no hay no se puede sacar, siendo la situación actual el reflejo de los aciertos y errores de las decisiones tomadas con anterioridad. Así, leemos en distintos medios de comunicación que España es el país europeo que lidera la destrucción de presas y embalses, al parecer, según fuentes oficiales, con el objetivo de recuperar el curso natural de los ríos. Mas allá de las declaraciones de los colectivos medioambientalistas, nuevas versiones oficiales están virando el discurso, indicando que se está produciendo un desmantelamiento de infraestructuras que se encontraban fuera de uso o sobre las que la Administración considera, una vez acabado su periodo concesional, que no es viable su continuidad, por motivos ambientales o económicos. En política, siempre hay un roto para un descosido. En este contexto de actuaciones, también sería bueno saber el criterio seguido a la hora de desembalsar agua para producir energía eléctrica con el objetivo de abaratar su coste.  

Hay una parte del campo español que se muere debido a la falta de agua, y otra parte, incluido nuestro sector hortofrutícola, que ve incrementados sus costes de producción, además de sufrir efectos en la época de la floración y en la cantidad de producto no apto para destinar a la comercialización 

Este es el momento de articular medidas económicas para garantizar un mínimo de renta con la que pasar el año, y que son las que de primeras ya están solicitando las organizaciones profesionales agrarias. En definitiva, medidas fiscales y ayudas directas son las actuaciones que nos permitirán aguantar este año, pero que de nada servirán cuando nos encontremos en la misma situación en el futuro, si se vuelven a dar las circunstancias actuales

Entretanto, hay una parte del campo español que se muere por falta de agua, y otra parte, incluido nuestro sector hortofrutícola, que ve incrementados sus costes de producción, además de sufrir efectos en la floración y en la cantidad de producto no apto para la comercialización. Hechos que tienen su repercusión en los costes fijos que se deben de repercutir en los almacenes de confección y manipulación de producto, ya que hay que proyectarlos sobre menos kilos, lo cual, en el caso de los socios de las cooperativas, tiene un impacto directo en sus rentas. Este es el momento de articular medidas económicas para garantizar un mínimo de renta con la que pasar el año, y que son las que de primeras ya están solicitando las organizaciones profesionales agrarias. En definitiva, medidas fiscales y ayudas directas son las actuaciones que nos permitirán aguantar este año, pero que de nada servirán cuando nos encontremos en la misma situación en el futuro, si se vuelven a dar las circunstancias actuales.

Y qué decir de ese futuro. De entrada, hay que decir, y se sabe a ciencia cierta, que la situación de sequía pasará, que vendrá un nuevo periodo más bonancible en relación con la cantidad de lluvia, pero que nuevamente vendrá un nuevo periodo de sequía. Es ahí donde hay que incidir en una adecuada política en relación con el agua. Una nueva política que engloba múltiples ámbitos que van desde la educación, para no despilfarrar cuando hay agua y en la inversión, ya sea para guardar el agua sobrante cuando la haya, como para reutilizar la ya empleada en aquellos usos que así lo aconsejen. Y por supuesto, en las decisiones que se adopten en relación con nuevos regadíos y con aquellas tierras que riegan sin tener concesión de agua.

No actuar con visión de futuro es un error imperdonable y que se pagará sin duda. No será culpa de nadie en concreto, y será de todos en general, pero lo cierto es que una adecuada planificación puede proporcionarnos mucha tranquilidad y estabilidad, no ya en la producción de alimentos en el mundo rural, y en su impacto en la inflación, sino también en el consumo en nuestras casas, en la industria y en los servicios. Aprendamos de los errores del pasado y empecemos a pensar en el agua como un bien escaso en momentos, y que hay que administrar lejos de las disputas políticas. Esperemos que la única manera de concienciarnos del agua no sea pasando sed.

(*) Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries

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