Cirilo Arnandis: “¡Hasta luego Lucas!”

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El presidente Frutas y Hortalizas de Cooperatives Agroalimentaries, Cirilo Arnandis, opina sobre la situación actual del agro español y las dificultades por las que está pasando

Capital foráneo ha llegado el sector hortofrutícola de la mano de los ya populares fondos de inversión. / ARCHIVO

Cirilo Arnandis (*)

En ocasiones me he preguntado por qué un jugador de futbol, a veces, simplemente se va de un club, o este lo deja marchar cuando ha finalizado su contrato, sin percibir ni un euro, o en todo caso percibiendo un valor simbólico, que pueda resarcirle de lo que en su día se pudiera pagar de traspaso. Y es que una persona que sabe de esto de las cuentas y de la economía me hacía ver que con el futbolista se había amortizado la inversión. Dicho de un modo más o menos ortodoxo, cada año que pasa del contrato del jugador, figura en el balance de la entidad deportiva un valor menor, hasta que, en el último año del contrato, el valor es, si no nulo, bastante menor. Entretanto, el jugador podrá irse a otro equipo, con la carta de libertad bajo el brazo, y firmar un nuevo contrato en el que el traspaso no pagado al club de origen podrá formar parte de sus honorarios. Por otra parte, los beneficios económicos que la actividad del jugador haya generado al club, de repartirse entre los accionistas, se podrán ir lejos de la sede deportiva, si así lo deciden los propietarios.

“En las cuentas de la Comunitat Valenciana, sus citricultores están ingresando un 30% menos, en valores constantes, si comparamos los valores actuales con los del año 1990, a lo que hay que sumar que los costes sí que han subido de modo significativo. Así que, menos ingresos y más costes, igual a menos rentabilidad”

Una de las cuestiones que podemos constatar día a día es el hecho del goteo continuo que supone el abandono de tierras. Más allá de que la actividad agraria supone el tener cada vez más conocimientos y superar constantes dificultades de todo tipo, la razón última hay que buscarla en la ausencia de rentabilidad. Tan solo hay que ver las estadísticas oficiales, que indican que la renta agraria, en valores constantes no crece. Valga el dato por el que, si comparamos en valores constantes la renta agraria española del año 1990, con la mejor de los últimos años, la del 2021, por eso de quitar el efecto de la guerra de Ucrania, resulta que los agricultores españoles son un 7 % más pobres que entonces. Pero si centramos el foco en las cuentas de la Comunitat Valenciana, sus citricultores están ingresando un 30% menos, en valores constantes, si comparamos los valores actuales con los del año 1990, a lo que hay que sumar que los costes sí que han subido de modo significativo. Así que, menos ingresos y más costes, igual a menos rentabilidad.

Por tanto, en este escenario en el que la nota preeminente para el campo, más que la generación de riqueza es la generación de pobreza, se constata el fenómeno del abandono de tierras como hecho consecuente. Al menos esto así ocurre en la Comunitat, donde hemos pasado de 190.000 hectáreas de cítricos en el año 2000, a 158.000 en el año 2022. Salimos a una merma de potencial productivo de más de mil hectáreas por año. Caso contrario es en Andalucía que, para el mismo periodo, se ha pasado de 56.000 a 89.000 hectáreas, si bien el crecimiento sustancial se dio entre 2000 y 2010. Pero pese a estos datos, que habría que pormenorizar, el hecho recurrente es el de la ausencia de rentabilidad para el productor. Y claro, visto lo visto es inevitable que el valor de la tierra vaya en progresión descendente, por lo que el hecho de que la tierra fuera incluso un valor refugio para el ahorro tiene cada vez menos sentido vista, por ejemplo, la remuneración de las Letras del Tesoro.

“Lo que para nuestros jóvenes, bien sea por proyecto de vida, por tradición, o simplemente por negocio, podría ser una buena opción, dedicarse a la agricultura, se percibe como un riesgo, mientras que para los ejecutivos agresivos con corbata y traje de corte a la moda, desde lejanos lugares, lo ven como una oportunidad”

Y como ocurre en muchas ocasiones, hay quien de una debilidad puede hacer virtud, y eso es lo que está ocurriendo con la irrupción, en nuestro territorio y en nuestro modo de vida, de los fondos de inversión. Lo que para nuestros jóvenes, bien sea por proyecto de vida, por tradición, o simplemente por negocio, podría ser una buena opción, dedicarse a la agricultura, se percibe como un riesgo, mientras que para los ejecutivos agresivos con corbata y traje de corte a la moda, desde lejanos lugares, lo ven como una oportunidad. Así, se trata de subirse a un negocio, que en su eslabón más débil está en horas bajas, y en el que las estructuras necesarias, y sobre todo las comerciales, ya están creadas, lo que permite invertir en un momento en el que el dinero ha sido muy barato, y en el que hay acceso a fondos europeos, caso, por ejemplo, de los Programas Operativos. Vamos, que ni a Fernando VII.

“Conviene levantar la mirada hacia el horizonte, para intentar adivinar qué pasará cuando el capital que hay detrás de los fondos de inversión, sean los que se han interesado por nuestra actividad y nuestro territorio, o cualquier otro, hayan amortizado su inversión y encuentren fuera opciones más atractivas. Es fácil de imaginar, un ¡hasta luego, Lucas!, y ahí te quedas”

Es por ello por lo que conviene reflexionar, además de sobre lo que pueden hacer otros, hoy aquí y mañana allí, buscando el mayor interés económico en el menor plazo y con el menor riesgo, sobre lo que podemos hacer nosotros. Conviene levantar la mirada hacia el horizonte, para intentar adivinar qué pasará cuando el capital que hay detrás de los fondos de inversión, sean los que se han interesado por nuestra actividad y nuestro territorio, o cualquier otro, hayan amortizado su inversión y encuentren en el escenario internacional otras opciones más atractivas. Es fácil de imaginar, un ¡hasta luego, Lucas!, y ahí te quedas. Es por ello por lo que también tenemos que analizar si las ayudas que Bruselas tiene previstas para sus productores, para los que generan riqueza en el territorio que se queda aquí, están adecuadamente utilizadas, cuando el beneficio sirve para retribuir capital, del que es probable que no conozcamos su origen inicial.

Conviene recordar que la PAC está concebida como una una asociación entre la agricultura y la sociedad, entre Europa y sus agricultores. Su objetivo principal es el de apoyar a los agricultores y mejorar la productividad agrícola, asegurando un suministro estable de alimentos asequibles y garantizar a los agricultores de la Unión Europea un nivel de vida razonable. Además, la actividad agrícola deberá de contribuir a la lucha contra el cambio climático y la gestión sostenible de los recursos naturales; conservar los paisajes y zonas rurales de toda la UE; mantener viva la economía rural. Vemos pues, como el agricultor y la generación de un escenario estable en su entorno es el objetivo primero de la PAC, y la pregunta inmediata es si los fondos de inversión son mejor vía para su consecución, ya sea en el presente como en el futuro. 

Estamos en un contexto en el que el presupuesto de la Unión Europea es más que probable que no vaya a crecer, y en el que con el mismo dinero se tendrán que atender otras políticas, que según dicen, son demandadas por los ciudadanos, Así, blanco y en botella, leche. Es decir, que si hay que hacer más cosas con el mismo dinero no cabe otra que asumir que quedará menos dinero para la PAC. Y es ahí, donde además de acertar con las políticas, es decir, en qué nos gastamos el dinero, también habrá que acertar sobre quién debe ser el perceptor, y para qué. Cuanto menos, habría que pensar cuál es el retorno a la sociedad que se le debe de exigir a quien percibe fondos de la PAC, pues para los productores sí que están definidos. De momento, parece que tan solo se nos exige ser respetuosos con el entorno y no contaminar, más que generar riqueza que se quede y se reinvierta aquí. Inversiones oportunistas y ausencia de reciprocidad en las relaciones comerciales con países terceros, no hacen más que generar un espejismo que podemos pagar muy caro en un futuro muy próximo. Ante la ausencia de relevo generacional en el campo, veremos quién nos garantiza el suministro de alimentos, y quién se encarga del territorio y del medio ambiente. 

Queremos, deprisa y corriendo, cambiar el modelo energético de Europa como consecuencia de la debilidad en la que nos ha dejado el escenario internacional. Ello lleva tiempo y dinero en nuevas inversiones, además de tener que soportar las consecuencias del escenario especulativo pagando la electricidad y los combustibles a un precio nunca visto hasta la fecha. Entretanto, China tiene el combustible barato que Rusia no puede vender a Europa, consecuencia del veto por la guerra de Ucrania, y Estados Unidos está vendiendo a Europa petróleo y gas que se han extraído con la técnica del fracking, método barato, pero altamente contaminante, por lo que está prohibido en Europa. 

Y es que ese proceso no se puede dar en el ámbito de la alimentación. Tenemos actualmente un sistema en Europa que, con sus aristas, bien se puede decir que es eficiente a la hora de producir y distribuir alimentos y que además genera toda una serie de bienes de interés social como es la ocupación del territorio y el cuidado del entorno. Facilitar que los productores de fuera sean más competitivos que los productores comunitarios no es un buen negocio. Que las debilidades del sector sean una oportunidad para un capital cuya rentabilidad puede viajar a miles de kilómetros sin saber exactamente a qué manos o a qué cuentas va, y que se olvidará de nosotros cuando tenga oportunidades mejores, no parece ser la mejor de las políticas.

Todas las políticas conllevan decisiones, y estas decisiones suponen consecuencias. En lo relativo a la alimentación de la población en Europa no caben errores ni periodos de adaptación, pues comemos todos los días. En estos momentos, el incremento de los costes energéticos está impactando de lleno en la bolsa de la compra. No quiero pensar qué puede ocurrir si desmontamos el tejido propio productivo por una errónea aplicación de la política y la adopción de malas decisiones.

(*) Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries.  

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