Cirilo Arnandis: “Nunca es el momento”

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El presidente de Frutas y Hortalizas de Cooperatives Agroalimentàries reflexiona en este artículo sobre cómo la nueva situación geopolítica afecta al sector hortofrutícola español

El sector agroalimentario continúa siendo una garantía para el suministro de alimentos sanos, seguros y saludables. / VF

Cirilo Arnandis (*)

Quién nos iba a decir hace poco más de quince días que el mundo estaría patas arriba. La invasión de Ucrania por tropas rusas ha generado, además de un drama humanitario que nos encoge el corazón día a día, un escenario económico donde las tensiones y la incertidumbre son las características más notables. La ausencia de todo tipo de valor moral mostrado por el presidente ruso Vladimir Putin es la causa de una escalada de actuaciones que distan cada vez más del código ético del comportamiento humano, si bien hay quien entiende todavía eso de que “en el amor y la guerra todo vale”, sin considerar el valor supremo de la vida humana.

“Quién nos iba a decir hace poco más de quince días que el mundo estaría patas arriba. La invasión de Ucrania por tropas rusas ha generado, además de un drama humanitario que nos encoge el corazón día a día, un escenario económico donde las tensiones y la incertidumbre son las características más notables”

Paralelamente al campo de batalla en suelo ucraniano, donde las bombas y la violencia tienen su mayor expresión afectando de lleno a la población civil, Occidente ha decidido presentar su batalla en el plano económico. Con ello se intenta debilitar las finanzas del país más grande del mundo en superficie, y de paso, cortar las líneas de financiación de la guerra, que siempre es costosa y cara, además de en dinero, en vidas humanas. Pero como quiera que toda acción tiene su reacción, Europa se ha mostrado débil en una serie de cuestiones, principalmente en el ámbito energético y en el alimentario, dado que no tiene garantizado un suministro estable ni suficiente en estas cuestiones, de vital importancia.

Esta crisis está poniendo a prueba la fortaleza, no ya de las instituciones europeas, que sí que están mostrando su determinación, eso sí, a su ritmo, y que siguen bajo la amenaza constante que supone la ausencia de fidelidad al proyecto europeo. Con el gas y con el petróleo se ha puesto en evidencia dos cuestiones que no hacen más que generar una flaqueza de nuestro modelo de sociedad, y que se traslada a los ciudadanos en forma de consecuencias que nos tocan el bolsillo. De una parte, existe una dependencia exterior total, y todavía peor, dependencia de quien recela de nuestro modo de vida. De otra parte, a pesar de la que está cayendo, los Estados miembro siguen poniendo encima de la mesa, de un modo más o menos evidente, intereses propios o partidistas que en poco ayudan a mostrar una imagen de robustez de la Unión Europea, justo en el momento que es más necesario.

Aquí no hay otra, pues precisamente el suelo europeo no es rico en materias primas energéticas. Bueno, parece ser que el Mar del Norte sí lo es, si se aplica el denostado método de extracción del fracking. Si a ello le sumamos el rechazo que en ciertos ámbitos de nuestra sociedad genera la energía nuclear, tan solo nos quedan las energías renovables como recurso propio, pero a la vez insuficiente, a fecha de hoy, para cubrir la demanda. En una economía global, es lógico que se apueste por las propuestas más baratas y de menor impacto social, pero la otra cara de la moneda es que a la vez se genera una sobrexposición a vaivenes de todo tipo, como es el caso actual. Algún tributo hay que pagar por disfrutar del sistema democrático en el que la sociedad opina, aunque esta opinión pueda ser dirigida.

En más de una ocasión, he puesto sobre la mesa un caso hipotético: qué hubiera pasado en los momentos más críticos del confinamiento, consecuencia de la pandemia, si los lineales de las tiendas y locales de alimentación no hubieran estado llenos de productos de calidad y en cantidad suficiente. El mero hecho, no ya de que pudiera pasar, si no de teorizar en estos términos, genera bastante desasosiego en la población. El impacto del déficit de materias primas, y su repercusión en el precio de la luz y de la gasolina es un buen ejemplo de respuesta a esta pregunta. Pero es que no es lo mismo apretarse el cinturón por la subida de los precios, pese a su gravedad, que no poder comer.

Más allá de la importancia del suministro de alimentos, y que estos, además, sean sanos, seguros y saludables, a veces perdemos la percepción global de lo que ello supone. Esta crisis nos está haciendo poner los pies en el suelo, y nos obliga a tener que replantearnos ciertas cuestiones que, en el contexto anterior a la guerra, dábamos como seguras e inamovibles. Es en ese contexto anterior en el que se nos ha obligado a tener que ser los adalides del paisaje y del entorno, rivalizando con producciones procedentes de países terceros y exigiéndonos ser competitivos, cuando las normas, tanto a la hora de producir como de comercializar, no son las mismas. Es ese mismo contexto, se ha aprobado una PAC cuyas consecuencias directas son mayores costes a la hora de producir y menor rentabilidad de nuestras explotaciones. Y, además, con menos presupuesto.

En estos momentos, en el contexto actual de guerra, esa que nadie quiere, y que bien puede ser el reflejo de lo que puede ocurrir en una situación de tensión que nunca se sabe cuándo puede aparecer, se está limitando la compra de aceite de girasol en las tiendas de alimentación. Es en este momento, en el que ni Rusia ni Ucrania nos pueden servir cereales como el maíz o el trigo, por lo que hay que acudir a comprar a mercados alternativos antes apartados, con bastantes probabilidades de que el producto sea transgénico. Es en este momento en el que día sí y día también, nos encontramos con envíos procedentes, en este caso de Turquía, con niveles de productos fitosanitarios superiores a los permitidos en la Unión Europea, y que afectan de lleno a la salud de los consumidores, lloviendo ya sobre mojado.

El Comisario de Agricultura, el polaco Janusz Wojciechowski, junto con el Consejo de Ministros Europeo del ramo, han planteado una serie de medidas, dentro de sus atribuciones, para reaccionar ante lo que ya tenemos y lo que nos puede venir. Así, de entrada, están pensando el no tener que dejar del orden medio millón de hectáreas en barbecho todos los años, como exigencia para poder cobrar las ayudas de la PAC. La producción de esa superficie agrícola vendría a cubrir parte de lo importado a Rusia y Ucrania, generando una menor dependencia exterior de los nuevos mercados a los que hay que acudir ahora por necesidad. Por otra parte, se estarían mostrando flexibles a las medidas exigidas en la nueva PAC que nos generan pérdida de competitividad en relación con las importaciones. Vamos, cosas bastante lógicas.

Pero, como es sabido, la agricultura es la cenicienta de la Comisión, y ha tenido que venir el todo poderoso Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, y comisario del Pacto Verde Europeo, a marcar su territorio. Así, en recientes declaraciones ha venido a decir que de eso que dicen los señores responsables del área de Agricultura, que nada de nada, no sea que le agüen la fiesta de su plan. Timmermans ha dicho que “La estrategia De la Granja a la Mesa no puede aparcarse por la guerra” argumentando que “no ayudaríamos a la producción de alimentos haciéndola menos sostenible”. Por último, manifestó que “necesitamos reducir nuestra dependencia de la potasa procedente de otros lugares, incluidos Rusia y Bielorrusia. Necesitamos reducir la cantidad de fertilizantes que necesitamos y tenemos que reducir los pesticidas que utilizamos. La estrategia De la Granja a la Mesa es parte de la respuesta y no parte del problema”. Es decir, que partiendo de la base de que ninguno queremos contaminar, el problema de la ausencia de inputs, según Timmermans, se soluciona no utilizándolos.

Entretanto, las producciones de frutas y hortalizas de países competidores nuestros, como es el caso, por ejemplo, de Sudáfrica, Egipto, Marruecos o Turquía, que sí que podían acceder al mercado ruso, bien sea por prohibición política o porque Rusia no tiene cómo ni con qué pagar transacciones internacionales, van a tener como nuevo destino la Unión Europea. En un mercado con más oferta y con un diferencial de costes por las exigencias propias en favor de los de fuera, no quiero decir qué es lo que va a pasar. Una vez más, nos ponemos en manos de los de fuera, y es que no aprendemos. Si tan preocupado está el Sr. Timmermans por la “resiliencia” de la agricultura europea bien podría ocupar parte de su tiempo en conseguir la reciprocidad, en lo referente a la normativa de producción y comercialización aplicable en Europa con la de los países terceros que quieran acudir a nuestro mercado. Lo que ahora venimos en llamar las cláusulas espejo, básicamente.

“Las producciones de frutas y hortalizas de países competidores nuestros, como es el caso, por ejemplo, de Sudáfrica, Egipto, Marruecos o Turquía, que sí que podían acceder al mercado ruso, bien sea por prohibición política o porque Rusia no tiene cómo ni con qué pagar transacciones internacionales, van a tener como nuevo destino la Unión Europea”

“Si tan preocupado está el Sr. Timmermans por la ‘resiliencia’ de la agricultura europea bien podría ocupar parte de su tiempo en conseguir la reciprocidad, en lo referente a la normativa de producción y comercialización aplicable en Europa con la de los países terceros que quieran acudir a nuestro mercado. Lo que ahora venimos en llamar las cláusulas espejo, básicamente”

La Federación Francesa de Combustibles, Carburantes y Calefacción ha anunciado que sus asociados se encuentran en serias dificultades para abastecer el mercado de gasóleo a granel a transportistas y agricultores, por lo que proponen limitar el llenado de depósitos. Los inputs están por las nubes, y pese a que la bolsa de la compra sube en un contexto inflacionario desbocado, nuestras rentas siguen al mismo nivel de siempre. Déjennos hacer nuestro trabajo, pues cuando no estemos, por lo difícil que nos lo están poniendo, lo lamentarán.

(*) Presidente de Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries

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