El cultivo de aguacate llega a Cataluña

Gustavo Ferrada Navidad
Deterra líder multiproducto

Conviviendo con los cultivos de melocotones, avellanas y olivas, un agricultor del Morell ha destinado una hectárea a casi 400 árboles de aguacate

Catà pone énfasis en la importancia de cosechar los aguacates en su punto óptimo de maduración para poder disfrutar al máximo de sus propiedades. / ARCHIVO

Pep Corral. Cataluña.

Desde hace unos años, en las fruterías españolas podemos encontrar estantes llenos de aguacates. Poco a poco, estos frutos se han consolidado en nuestra dieta, más allá de ser un producto de moda, gracias a estudios y campañas que alaban unas virtudes nutricionales que no pueden esconder los miles de kilómetros y de gases contaminantes que llevan detrás, desde la cosecha hasta llegar al plato. Ahora bien, ¿y si se pudieran vender aguacates frescos, de temporada y cosechados en Cataluña? Esta pregunta es la que, ahora hace cinco años, se hizo Roger Catà, un agricultor del Morell (Tarragonès) antes de decidir convertir la finca familiar Mas Montseny en la primera explotación que cultivó de manera profesional aguacate en la comunidad catalana.

Conviviendo con los cultivos de melocotones, avellanas y olivas, Catà ha destinado una hectárea a hacer crecer cerca de 400 árboles de esta fruta propia de climas subtropicales y que, hasta ahora, en el Estado español solo se producía en las islas Canarias, en la costa malagueña y a varios puntos del litoral de Valancia y Castellón.

Catà comercializa este producto directamente entero, en forma de aceite e incluso miel producida por las abejas que ayudan los árboles durante el proceso de la polinización. Todos estos alimentos los vende por internet bajo el nombre comercial de Alvo.cat.

Un cultivo especial

Además de unas condiciones climáticas muy específicas, el cultivo del aguacate presenta también una serie de necesidades poco conocidas que lo hacen muy especial.

En este sentido, Catà describe el aguacate como “una planta muy compleja y exigente“, características que ilustra, por ejemplo por la naturaleza de su flor. “La misma flor es macho y hembra a la vez, pero la parte macho de algunas variedades se abre por la mañana y por la tarde se cierra y, entonces, se abre la hembra” explica el agricultor, a la vez que añade que esto hace que cuando una parte está activa, la otra no, lo cual obliga, en palabras de Catà, a “buscar plantas de floración que hagan al revés porque pueda haber polinización cruzada y fecundación“.

Pero esta no es la única peculiaridad, puesto que el hecho de provenir de otras latitudes hace también que las necesidades nutricionales de este árbol se tengan que calcular y aportar al por menor. Esto se aplica concretamente a las necesidades de alimento y de riego, que el responsable de Mas Montseny resume como aportaciones constantes de pequeñas cantidades de abono y de agua, puesto que, en este último caso, la formación de charcos podría comportar que se pudrieran las raíces del árbol.

La delicadeza y la cura precisa que pueden sugerir estos detalles quedan compensadas, explica, por el ahorro en compra y aplicación de productos fitosanitarios, puesto que, dice: “El aguacate no tiene plagas que vivan a nuestra latitud“. Motivo por el cual, añade, la certificación de esta fruta como producto ecológico es un trámite de lo más sencillo.

Aprovechamiento de herramientas

Una vez en marcha la plantación, la siguiente decisión clave para Mas Montseny fue buscar vías para sacar provecho. Fue en este momento cuando Catà recuerda que, investigando, descubrió la posibilidad de usar los aguacates para obtener aceite. Posibilidad que encajaba como un guante con la estructura de la finca, que desde hace ocho décadas cuenta con un molino y maquinaria para la obtención de aceite de olivas propias y otros productores de la comarca.

De hecho, añade, el mismo molino que se utiliza para las olivas es el que se usa para sacar el aceite de aguacate, ligeramente adaptado, eso sí, en cuanto a temperaturas de trabajo y otros parámetros. Esta combinación de trabajos es posible puesto que las temporadas de uno y otro producto son opuestas y la del aguacate se centra hacia el mes de abril, época en que hasta ahora tenían los motores parados.

Una vez pasada por el molino, explica Catà, el resultado que se obtiene es un aceite con un sabor más suave que el tradicional de oliva, con un regusto a frutos secos y “que no acapara en los platos“, dice su responsable, a la vez que diferencia entre la calidad del aceite que producen en Mas Montseny y la del que se produce a escala industrial y que llega a nuestros supermercados. Este último, Catà explica que proviene de frutos malogrados en las cosechas a la otra banda del Atlántico y no siempre aptos para el consumo y que obligan a refinar varias veces el aceite antes de ponerlo a la venta.

Aguacate de proximidad

Ya sea en forma de aceite o como fruta directa para el consumo, Mas Montseny reivindica la proximidad de sus aguacates como uno de sus principales valores. Una reivindicación basada no solo en el enorme ahorro energético que supone no tener que cruzar el océano desde la cosecha hasta la cocina, sino también en la calidad, la textura y el sabor del producto.

En este sentido, Catà pone énfasis en la importancia de cosechar los aguacates en su punto óptimo de maduración para poder disfrutar al máximo de sus propiedades, cosa implanteable en frutas que, en muchos casos, hacen cerca de un mes y medio de viaje. “El aguacate es una fruta con mucho de grasa y, por lo tanto, cuanto más tenga, más gustoso será“, explica Roger Catà para justificar por qué hay que evitar cosechar el aguacate cuando todavía no ha madurado bastante.

Por eso, el responsable de Alvo.cat resume la filosofía de la explotación tarraconense como un intento de poner al alcance de los consumidores locales las propiedades nutricionales y antioxidantes de este alimento, pero desnudadas de la huella ecológica que actualmente comportan.

Más información: https://uniopagesos.cat/