Por primera vez se han diferenciado las comunidades microbianas que viven directamente sobre este material, que han denominado plano plástico o plastiplano, de las que crecen en el suelo que se queda pegado, la plastisfera

El avance sienta las bases para entender mejor el impacto de estos restos en los ecosistemas terrestres y abre la puerta a identificar microorganismos capaces de degradarlo. / Archivo
Efeagro.
Un equipo de investigación del Instituto de Agricultura Sostenible de Córdoba (IAS-CSIC) ha desarrollado un método para estudiar con mayor precisión cómo interactúan ciertas bacterias que habitan sobre los fragmentos de acolchados plásticos que cubren el suelo en la agricultura intensiva y los que viven en las partículas de tierra que se quedan adheridas.
Según ha informado este lunes 5 de mayo la Fundación Descubre, por primera vez se han diferenciado las comunidades microbianas que viven directamente sobre este material, que han denominado plano plástico o plastiplano, de las que crecen en el suelo que se queda pegado, la plastisfera.
Por ello, el avance sienta las bases para entender mejor el impacto de estos restos en los ecosistemas terrestres y abre la puerta a identificar microorganismos capaces de degradarlo, lo que podría ser útil en el diseño de estrategias para descomponer estos desechos de forma más eficaz y sostenible, lo que se conoce como biorremediación.
“Cuando se habla de polución plástica, principalmente pensamos en ambientes como mares o ríos, y apenas se pone el foco en los suelos, donde también existe una contaminación importante”
“Cuando se habla de polución plástica, principalmente pensamos en ambientes como mares o ríos, y apenas se pone el foco en los suelos, donde también existe una contaminación importante”, ha destacado la investigadora Giovana Macan, autora del estudio.
Otra novedad frente a investigaciones previas fue la recopilación de muestras de plástico convencional reales, fabricado a partir de polietileno, un material también presente en multitud de objetos de uso diario, como bolsas, envases o tapones.
Los fragmentos procedían de varios campos de Baza (Granada), una zona caracterizada por la práctica de la agricultura hortícola intensiva, en la que es habitual el uso de acolchado plástico. Este tipo de lámina cubre el suelo para retener la humedad, controlar la temperatura y las malas hierbas, aumentando así el rendimiento de los cultivos.
Sin embargo, las lonas se fragmentan con el tiempo, generando tanto restos visibles o macroplásticos, como otras partículas menores de cinco milímetros conocidas como microplásticos. Estos se acumulan en el suelo y son difíciles de retirar.
Ahora, en el estudio titulado ‘Unravelling the plastisphere-soil and plasticplane microbiome of plastic mulch residues in agricultural soils’ y publicado en la revista ‘Applied Soil Ecology’, los expertos han desarrollado un protocolo para separar dos zonas en las muestras recogidas, la superficie directa del material, que han denominado plastiplano, y la que se queda con restos de tierra pegada, la plastisfera, una distinción que es clave, ya que ambos compartimentos presentan condiciones diferentes y pueden albergar familias bacterianas distintas.