El destrío del kaki en el punto de mira

La falta de normas claras y el aumento de plagas provocan que una parte importante de la fruta se quede sin recoger en los campos

La cosecha de kaki será más corta de lo que anunciaban las previsiones iniciales. / JULIA LUZ

Julia Luz. Redacción.

La campaña del kaki avanza ya a pleno ritmo de recolección. Lo que en un inicio se presentaba como una campaña “normal”, con buena producción y calidad, empezó a complicarse cuando, a medida que avanzaban las primeras semanas de cosecha, se constató una merma cercana al 20% respecto a lo previsto, consecuencia directa de las adversidades climáticas y de la presión de plagas. Ahora, además, algunos productores denuncian que una parte importante de la fruta está siendo descartada por motivos puramente estéticos, criterios que —aseguran— no afectan a la viabilidad ni al consumo del producto.

Según explica Bernardo Ferrer, vicepresidente segundo de AVA-Asaja, la campaña “aparentaba que iba a ser muy buena” tanto en calidad como en volumen, “pero es cierto que no ha llegado a los kilos que en un principio pensábamos”, matiza. Ferrer señala que este descenso puede estar relacionado con las consecuencias de la DANA del año pasado. “Los árboles han acusado ese deterioro y este año lo han exteriorizado. A simple vista parecía que había mucha fruta, pero a la hora de recolectar se pierde más de lo previsto”, señala. Una merma que también constata Ximo Madramany, responsable de kaki de La Unió Llauradora, quien afirma que “de las previsiones iniciales de cosecha, ya vemos que finalmente no se cumplirán y habrá que rebajarlas”. Finalmente habrá menos kaki del que en un principio se comentó

A este recorte de la cosecha se suma ahora una disminución de la fruta comercializable por el destrío que se realiza directamente en el campo, donde mucha más fruta de la que pensamos acaba en el suelo. Ferrer explica que una parte importante de esas pérdidas no se debe a plagas ni a enfermedades —lo que sería comprensible—, sino a criterios estrictamente estéticos. “Estamos hablando de un 25, un 30 e incluso un 40% de merma en algunos campos”, advierte.

Una visión con la que desde La Unió discrepan abiertamente. Su responsable explica que el destrío “natural”, el provocado por cuestiones como el “ramejat” del viento, o el “planxat” del sol, son factores habituales “desde que en esta zona empezamos con el cultivo del kaki y lo tenemos asumido”, explica Madramany. Y continúa afirmando el destrío provocado por estos daños suele situarse “en un 5, un 6 o un 7%”, sin representar un problema.

“El problema no hay que quitarlo de donde realmente está: en las plagas”, subraya. Según explica, la fruta que se queda en el suelo y el destrío tan elevado que se están observando en algunos campos es debido al “cotonet y la mosca blanca”. Madramany añade que en esta parte final de la campaña se ha producido un repunte de ambas plagas, que se han extendido por zonas muy grandes en la huerta, dejando sin recoger una parte importante de la producción, que en este caso sí alcanza el 30%, según el responsable de La Unió.

Estética y mercado

Pero, aunque no haya consenso sobre el origen del destrío, lo que está claro es que la apariencia de los alimentos influye inevitablemente en la decisión de compra del consumidor, y esta realidad muchas veces juega en contra del propio sector. El vicepresidente segundo de AVA recuerda que, desde que empezó a comercializarse el kaki, se impuso un estándar estético imposible. “El kaki lo empezamos a vender en un formato que no existía, como si fueran bolas de billar, grandes y brillantes. Y eso no existe. La morfología del kaki presenta unas marcas, unas rayas, y eso es lo normal”, subraya el vicepresidente segundo de AVA-Asaja. Además, reivindica que “no hay ningún parámetro de calidad legal general”, lo que en la práctica significa que cada cadena de supermercados traslada su propio criterio al operador y, afirma, “cuando ese criterio llega al campo, pasa lo que pasa”.

Aunque no haya normas generales para el kaki y cada operador imponga sus propios criterios, Ferrer pone como ejemplo las naranjas. “Cuando las recogen en un campo, se llevan todas, siempre que estén dentro del calibre, color y acidez establecidos. En el almacén se seleccionan, las que no cumplen con cierto calibre pasan a otra categoría, van a bolsas, a mallas o a industria. Y todo esto está regulado por normas generales y oficiales”. En cambio, en el caso del kaki no existe esa regulación, y no hay ninguna industria que permita al agricultor obtener un ingreso por la fruta de destrío, lo que deja a gran parte de la producción descartada sin valor económico.

Por ello, desde AVA-Asaja piden la creación de una interprofesional que aglutine a todo el sector —distribución, operadores, agricultores, cooperativas y comercios— para establecer un marco legal y un protocolo con parámetros de calidad claros. “Que haya un contrato homologado que haga referencia a esto y, por otra parte, que las instituciones públicas investiguen y desarrollen más soluciones en el procesado de esta fruta, que hoy no tiene salida”, explica Ferrer.

Denuncia que, ante cuestiones puramente estéticas y la ausencia de un protocolo que marque aspectos como tamaño, calibre, color, grado de azúcar, condiciones organolépticas o incluso características físicas de la piel, cada operador pueda actuar con “libre albedrío”. Para el vicepresidente segundo de esta organización agraria, “el resultado es el abandono del cultivo, porque a esto se suma el efecto de las plagas y la subida de costes, es insostenible para los agricultores”. Ferrer resume la consecuencia directa de esta situación con dos palabras: el “desperdicio alimentario”, aquello que todos conocemos y que se trata de evitar.