El FIDA afirma que la financiación que va a la mitigación es, según diferentes estudios, entre 10 y 18 veces más que la de adaptación climática
Efeagro. / Rosa Soto.
La sequía extrema o las inundaciones son sólo dos de los efectos cada vez más habituales del cambio climático y tienen una dura repercusión sobre los cultivos, pero especialmente para los agricultores, que han tenido que adaptarse y tomar medidas para evitar que sus cosechas se echen a perder.
Sin embargo, la financiación para aplicar planes de adaptación para la agricultura es muy reducida en comparación con el presupuesto destinado a programas de mitigación, afirmó el director de la División de Medio Ambiente, Clima, Género e Inclusión Social del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Juan Carlos Mendoza.
“La financiación que va a la mitigación es, según diferentes estudios, entre 10 y 18 veces más que la de adaptación”, dijo a EFE en un acto al margen de la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas (COP28), en la ciudad emiratí de Dubái.
Con el objetivo de ayudar a los pequeños productores agrícolas a aplicar acciones de adaptación, entre otras, el FIDA dispone de 10.000 millones de dólares para alcanzar a 100 millones de personas durante el próximo ciclo de financiación de tres años con el que quiere también ayudarles a aumentar sus ingresos y producción.
“Hay que recordar lo importante que es la adaptación (…) No puede ser que sea más fácil organizar este lanzamiento para construirlos en una planta de hidrógeno en África que para apoyar la adaptación de los productores agrícolas en el continente”
“Hay que recordar lo importante que es la adaptación (…) No puede ser que sea más fácil organizar este lanzamiento para construirlos en una planta de hidrógeno en África que para apoyar la adaptación de los productores agrícolas en el continente”, apuntó.
En esta línea, subrayó la necesidad de “aumentar los productos hacia la adaptación” a través de la acción de los gobiernos y la aplicación de políticas del sector agrícola que estén “muy enfocadas a la adaptación y a la resiliencia”.
Mendoza no solo habló de la implicación del sector público, sino también del privado, que “tiene que invertir más en adaptación porque es parte de su negocio” al tiempo que está inmerso actualmente en una “reconversión en el tipo de productos que se producen en ciertas zonas”.
Esta reconversión también debe darse en el ámbito de logística y distribución para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o en la instalación de sistemas de alerta temprana basados satélites para prever situaciones meteorológicas y los impactos sobre los cultivos.
La contaminación agrícola
“La agricultura también es una industria que genera gases de efecto invernadero con un volumen muy importante. Estas medidas de adaptación y mitigación también están dirigidas para que el propio sector agrícola reduzca estas emisiones”, indicó Mendoza, antes de matizar: “los pequeños productores con los que trabajamos son responsables de una parte muy pequeña de todas estas emisiones”.
Según varios informes, el sector agrícola es responsable del 25 % de las emisiones, si bien “no existe una medición específica que venga de los pequeños productores” -aquéllos que tienen terrenos de cinco o seis hectáreas o menos- aunque según Mendoza su contribución es mínima, sobre todo si se tiene en cuenta las técnicas que utilizan para producir casi un tercio de los alimentos a nivel mundial.
“Producen globalmente un 30% de la comida y en países en desarrollo, particularmente en el África subsahariana o en América central, tanto como el 70%”, indicó.
Además, destacó la aplicación de nuevas técnicas de arado y plantación o la reducción de fertilizantes industriales para disminuir la huella ecológica del sector.
Por último, insistió nuevamente en que se requieren medidas de adaptación para hacer frente a los fenómenos cada vez más habituales y que dejan desastrosas consecuencias para los afectados, principalmente en países en desarrollo.