Frente a la crisis, agradecimiento y orgullo

El Comité de Gestión de Cítricos resalta que el sector citrícola está afrontando con éxito el reto de garantizar el suministro a Europa

sector citrícola

El CGC agradece el esfuerzo de los recolectores y los trabajadores de los almacenes de confección. / Archivo

La pesadilla que hoy vivimos bien podría haber sido hace solo unos meses la base para el guión de una escabrosa película de ciencia ficción. Estos días, de hecho, ha circulado por WhatsApp el tráiler de ‘Contagio’ —protagonizada por Matt Damon, Jude Law y Gwyneth Paltrow— estrenada en 2011 pero que perfectamente podría recrear buena parte de la situación actual. Incluso el mensaje de presentación del film —‘Nada se expande como el miedo’— resulta ahora oportuno. Lo digo porque, hasta cierto punto, es comprensible que ante una situación tan excepcional y dramática como esta se deba ser generoso con quien tiene que administrarla. Porque, efectivamente, ‘nada se expande como el miedo’ y antes que denunciar la pasividad o la precipitación, en situaciones tan extremas, conviene tener paciencia, dar margen al error y esperar a que lleguen los aciertos. Mejor advertir discretamente sin alarmar. He de decir que, tras mordernos la lengua algunos críticos días en los que las decisiones oficiales o la falta de ellas nos complicaron en sobremanera la existencia, tanto en Madrid como en Bruselas empiezan a darse cuenta de la patata caliente que tienen entre manos. Son conscientes sí, pero el fantasma del desabastecimiento alimentario, no español sino europeo, sigue en el horizonte.

Desde la declaración del Estado de Alarma se impuso la necesidad de encontrar un difícil equilibrio entre el confinamiento en las casas de los españoles —ahora también de buena parte de los europeos— y el mantener una actividad reducida a ‘lo esencial’. La atención sanitaria quedó claro que era lo prioritario, pero, a corta distancia de ello, se habló y se legisló para asegurar el suministro alimentario. Como señaló el vicepresidente del Partido Popular Europeo, Esteban González Pons, en un emotivo discurso el pasado viernes ante el Pleno de la Eurocámara, “frente a un único problema, frente a una pandemia global, los Estados miembros europeos han dado 27 respuestas diferentes, más de 50 si se tienen presentes a las regiones con competencias en sanidad, como si el virus se detuviera ante cada frontera”. Porque, efectivamente, las barreras entre los países se han vuelto a levantar, tanto las internas de la UE como las externas. Y pese a que esos controles transfronterizos solo afectan a los pasajeros, pese a que la actividad del sector primario se considera ‘vital’ en toda la UE, y pese a que el tránsito de mercancías está sobre el papel salvaguardado, lo cierto es que solo el hecho de seguir trabajando en este sector, sin romper la cadena, está siendo un gesto diario casi heroico.

Frente a tanta dificultad, frente a una sociedad que, encaja en estado de shock, el parte diario de muertos, el sector hortofrutícola en general y el citrícola en particular está afrontado con éxito el reto de garantizar el suministro a toda Europa. Seguimos haciendo ímprobos esfuerzos por atender a la demanda, con no pocos problemas y en circunstancias complicadísimas. Nuestro trabajo está, sin duda, contribuyendo a evitar que ese miedo nada ‘peliculero’ se expanda. No es de extrañar que, entre los empresarios citrícolas españoles, el sentimiento más compartido sea el de orgullo colectivo por estar sabiendo responder a la situación y agradecimiento hacia los trabajadores —a los recolectores, a los empleados de los almacenes de confección y transportistas— que han sabido gestionar sus miedos y seguir cumpliendo con su trabajo de una manera admirable.

En el campo y en el almacén

No está siendo fácil. En el momento de máximo repunte de las ventas en el mercado doméstico, la DANA interrumpió la recolección y cuando la tensión comercial se proyectó al resto del continente y el afán acaparador de cítricos se extendió al resto de Europa, las lluvias volvieron a hacer acto de presencia. Los pocos días en los que las cuadrillas pudieron trabajar se toparon con la incomprensión, la falta de criterio y la indecisión de las autoridades. El Gobierno tardó casi una semana en concretar cómo se debían materializar las restricciones en la circulación a los trabajadores del campo. Se pusieron multas de manera dispar y caprichosa, por las mismas circunstancias a veces se sancionaba, otras se advertía, otras se obligaba a los recolectores a dar marcha atrás. Los operadores citrícolas —que en la Comunidad Valenciana asumen la recolección— y los agricultores propietarios de las fincas —que suelen hacerlo en regiones como Andalucía— han tenido que ideárselas para multiplicar los trayectos de las furgonetas, de los coches particulares, contratar autobuses o micro-buses reduciendo la ocupación de plazas para mantener las distancias de seguridad. Los hubo incluso que, para frenar el absentismo que, por momentos, se dio ante tanta sanción sinsentido, compraron bicicletas para ayudar a los trabajadores a que se desplazasen individualmente.

En el almacén, la imposición de medidas de bioseguridad, de las distancias requeridas entre las empleadas en las líneas de confección, de higiene personal y de desinfección constante de las instalaciones y de los propios trabajadores a la salida y a la entrada… han reducido la productividad. Y con menores rendimientos, los turnos se han tenido que multiplicar, se ha trabajado en fin de semana, se han prolongado jornadas, más horas extra… Todo con tal de dar salida a la demanda nacional primero y europea después que, ahora, tras esas dos primeras oleadas parece ya estabilizarse a ritmos menos frenéticos. La respuesta de los trabajadores, una y otra vez, ha sido sobresaliente. El #yomequedoencasa no ha calado, afortunadamente y en favor de todos, en ellos.

Una APP señala, a partir de los datos geolocalizados de los propios transportistas, los pasos fronterizos donde hay problemas. / SIXFOLD

En las carreteras

En esta misma tribuna, hace ahora dos semanas, reclamamos corredores especiales para asegurar el tránsito de perecederos en todo el Viejo Continente. Nuestro Gobierno fue de los primeros en reaccionar y, antes incluso de cerrar nuestras fronteras, supo regular las necesarias excepciones en los tiempos de descanso, tránsito en fines de semana o nocturno de los transportistas e incluso facilitó que las cabinas de los camiones se pudieran turnar dos conductores para aligerar los trayectos. Francia siguió al poco los pasos de nuestro país y legisló en términos muy parecidos. La sucesión de bloqueos, de retenciones en algunas vías y sobre todo de colas kilométricas en muchos pasos fronterizos, de manera cada vez más frecuente conforme se generalizaban las medidas de cuarentena nacionales, nos hizo mover pieza. Así, de la mano fundamentalmente de la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas (Fepex), solicitamos por carta, a través de la patronal europea de la que ambos somos integrantes —Eucofel— que las medidas aplicadas por nuestro país se extendieran al resto y que se facilitasen de facto esos corredores. Otras asociaciones agrarias y de transportistas de ámbito europeo se sumaron a esta petición.

El resultado de estas gestiones fue una comunicación por parte del Ejecutivo comunitario emitida el pasado 24 de marzo instando a los Estamos miembros a crear ‘carriles verdes’, a que el tránsito por esos pasos fronterizos no superase los 15 minutos, incluidos los controles y la inspección sanitaria de los conductores, entre otras medidas de naturaleza similar. Aquella comunicación fue relevante pero el problema aún está lejos de resolverse. Tan lejos como el viernes, día 27, una conocida APP que informa sobre el estado de la circulación en esos pasos fronterizos (a partir de la información geolocalizada que proporcionan los propios camiones) informaba de colas de 19 km entre Austria y Hungría, de 14 km entre Chequia y Eslovaquia, de 18 km entre Hungría y Rumanía; de 20 km entre Alemania y Polonia, de 14 entre Bélgica y Holanda…

Sí, como bien refleja la prensa, la demanda de cítricos se ha reactivado, los precios en el campo han repuntado pero, a la hora de hacer balance, no todo es del color de rosa. Debería considerarse cómo los costes del transporte se han disparado entre un 30 y un 50% —porque los camiones van cargados pero ahora, dado el parón económico, vuelven de vacío, sin carga—; debería valorarse también el fuerte incremento en los gastos derivados de los nuevos requerimientos en el traslado de trabajadores al campo, de la implementación de las necesarias medidas de seguridad sanitaria en los almacenes… Nada es fácil, para nadie esto es fácil, pero en este sector estamos especialmente orgullosos y agradecidos con los nuestros.

Inmaculada Sanfeliu.

Inmaculada Sanfeliu, directora general del Comité de Gestión de Cítricos (CGC)