El ingente caudal de agua del pasado 29 de octubre, el equivalente a cinco veces lo que vierte el Ebro al mar, anegó la superficie que ocupan unas 75.000 viviendas
Efeagro. / Antonio Martín.
El 90 por ciento del suelo de la ‘zona cero’ de la dana de Valencia, la comarca de l’Horta Sud, está “artificializado” con viviendas, polígonos industriales o áreas comerciales, una situación bien distinta a su tradición histórica de ser uno de los mejores ejemplos de la huerta mediterránea.
Así se deduce de un trabajo de la catedrática de Geografía Humana de la Universitat de València (UV) María Dolores Pitarch, que apunta que alrededor del 80 por ciento de las casas se han construido a partir de la década de 1970 y han transformado una comarca que, como su propio nombre indica, era eminentemente agrícola.
La ‘zona cero’ de la dana abarca unas 2.200 hectáreas con unos 325.000 habitantes del área metropolitana de València entre Alaquàs, Aldaia, Alfafar, Benetússer, Beniparrell, Catarroja, Lloc Nou de la Corona, Massanassa, Paiporta, Pincanya, Sedaví, Torrent, Xirivella y el distrito Poblats del Sur de la ciudad de València, especialmente La Torre y Castellar.
El ingente caudal de agua del pasado 29 de octubre, el equivalente a cinco veces lo que vierte el Ebro al mar, anegó la superficie que ocupan unas 75.000 viviendas en un área donde las carreteras principales registran una intensidad media diaria de más de 125.000 vehículos, de los que el 7 por ciento son pesados.
Una gran parte de los edificios se erigieron entre 1970 y 1980 mientras que sólo una mínima, uno de cada diez, se ha levantado a partir de la aprobación del Plan de Acción Territorial para la Prevención del Riesgo de Inundación (Patricova), en 2003.
La altísima tasa de urbanización hace que “el agua no drene e, incluso, coja una velocidad aún mayor de lo normal”, según la catedrática de la UV.
El abandono de la agricultura provocó cambios en el uso del suelo
Pitarch ha hecho hincapié en que tradicionalmente este área entre el río Turia y la Albufera, atravesada por el barranco del Poyo, era de huerta, tal y como atestiguan algunos elementos de la arquitectura tradicional diseminadas, del tipo alquería. Pero el abandono de la agricultura por la falta de rentabilidad y la ausencia de relevo generacional, además la transformación hacia una economía industrial y de servicios, ha causado cambios en los usos del suelo.
Igual que con las viviendas, a partir de 1979 y especialmente desde 1990 se ha perdido superficie agrícola a beneficio de nuevos polígonos industriales, con la particularidad de que se ha hecho con una “planificación inconexa y con poca visión de escala” ya que “cada municipio organizaba su territorio pensando únicamente en su término, sin coordinarse con los demás”.
De esta manera, proliferan los polígonos industriales “sin una visión a escala comarcal” y se solapan unos con otros en municipios, a menudo, de muy escaso tamaño y muy próximos entre sí. Esto ocurre, por ejemplo, con una de las poblaciones más dañadas por la dana: Benetússer, con una superficie de menos de 1 kilómetro cuadrado o Sedaví, con menos de 2 kilómetros cuadrados de superficie, cuyo suelo está “artificializado al cien por cien”. “
“Si se construye un polígono en Picanya no hace falta en la vecina Paiporta, o viceversa”, según Pitarch, para evitar que “se reproduzcan sin un sentido lógico”.
Desde el último tercio del siglo XX se han ocupado muchas zonas inundables
Desde el último tercio del siglo XX se han ocupado demasiadas zonas inundables con barreras arquitectónicas “muy localistas” y “pensando más en el beneficio a corto plazo que en el medio ambiente o la sostenibilidad”, elementos que, además, dificultan la movilidad.
“La falta de esta planificación coordinada, organizada y con criterios de sostenibilidad ha sido de lo más habitual en esta zona”, según Pitarch.
Ha añadido que uno de cada cuatro habitantes de la ‘zona cero’ tiene estudios universitarios y más de la mitad medios o profesionales, lo que supone que el 75 % tenga una formación de tipo medio como corresponde a personas eminentemente trabajadoras en la industria o los servicios. Además, el 10 % de la población de l’Horta Sud es inmigrante, y de ellos tres de cada cuatro extracomunitarios, es decir, población trabajadora.
La tasa de paro en estos municipios se sitúa en una media del 12 por ciento, aunque en algunos como Alaquàs, Alfafar y Torrent la media sea superior al 15 %.
La relación de todo este eje con la ciudad de València y el resto de municipios de l’Horta Sud es “muy intensa” porque es habitual que “se viva en una población y se trabaje en otra”, lo que vaticina que los estragos en las carreteras y ferrocarriles afectarán a un “número elevadísimo de personas, más aún cuando muchas han perdido su coche”.
“Esta situación debería hacernos reflexionar sobre la necesidad urgente de una adecuada ordenación del territorio, más en espacios de riesgo”, ha advertido la experta de la UV.