El foco se centra en el ámbito medioambiental pero, ¿qué ocurre con el económico y el social?
Alba Campos. Redacción.
“Somos sostenibles en el desarrollo de nuestras labores”, “nuestras acciones están alineadas con salvaguardar el medioambiente”, “nuestra empresa apuesta por la sostenibilidad”… ¿Cuántas veces hemos escuchado estas afirmaciones en empresas, no sólo agroalimentarias, sino de cualquier ámbito?
Las estrategias sostenibles van subiendo eslabones año tras año en la pirámide de las prioridades empresariales, pero ¿es la sostenibilidad como un amor de verano? ¿Será una moda pasajera? ¿Hablamos de greenwashing? ¿O es simple ecopostureo?
Un concepto, tres pilares
Parece que, lejos de quedar como una acción de branding esporádica y momentánea, esta tendencia ha venido para quedarse. Cada vez son más las empresas agrícolas que revelan acciones sostenibles con el medioambiente, desde que el agricultor planta la semilla, hasta que el consumidor coge el producto final entre sus manos.
Según datos de Eurostat, España es el segundo país europeo en superficie y producción ecológica y el cuarto del mundo. Además, las prácticas agrícolas verdes están siendo apoyadas a nivel europeo con importantes ayudas financieras, lo que aún acrecienta más esa predisposición de las empresas por seguir contribuyendo y fomentando la sostenibilidad medioambiental.
Y ahí es donde surge el hándicap. Según se estableció en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Río de Janeiro en 1992, la sostenibilidad se sustenta en tres pilares, el medioambiental y los dos grandes olvidados: el social y el económico. La conocida como ‘Cumbre de la Tierra’ sentó las bases de este concepto estableciendo algunos principios fundamentales: “Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza”, (Principio 1). “Para alcanzar el desarrollo sostenible, la protección del medioambiente debe ser parte del proceso de desarrollo y no puede ser considerado por separado” (Principio 4).
Cualquier acción en pro del medio ambiente no puede ser sostenible si no es también rentable y si no garantiza una buena calidad de vida para las personas
La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) están completamente alineados con ese principio de conseguir una “vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza”, aunque para ello, se deberá tener en cuenta tanto la economía, como el bienestar de la sociedad. Así, se evidencia que cualquier acción en pro del medioambiente no puede ser sostenible si no es también rentable y si no garantiza una buena calidad de vida para las personas. Y es a partir de aquí donde cabe preguntarse ¿puede llegar a ser todo sostenible?
Ya se ha detectado que muchas compañías incurren en prácticas de greenwashing o lo que la Unión Europea ha denominado “blanqueo ecológico”
Greenwashing
El gran apremio social y político, las diferentes ayudas financieras y el hecho de que la mayor parte de las empresas están realizando acciones sostenibles, provoca que las que no habían tomado aún ese camino se ven, en cierta manera, presionadas para seguirlo. Y ya se ha detectado que muchas compañías incurren en prácticas de greenwashing o lo que la Unión Europea ha denominado “blanqueo ecológico”.
La II Encuesta Anual de Sostenibilidad realizada por The Harris Poll para Google Cloud y en la que han participado 1.476 ejecutivos de 16 países, incluido España, revela que el 55% de los directivos españoles admite haber “inflado” o presentado incorrectamente sus acciones “verdes” debido a la falta de herramientas para medirlas. Y es que el concepto de sostenibilidad es en cierta manera ambiguo, debido a que su medición es complicada.
Casi dos tercios de los ejecutivos encuestados (65%) está de acuerdo con la afirmación: “dado que mi organización no dispone de un sistema para medir las iniciativas de sostenibilidad, no me siento capacitado para tomar decisiones o avanzar en los compromisos de sostenibilidad”.
Además, cuatro de cada cinco creen que cuando las empresas no son capaces de medir eficazmente los esfuerzos en sostenibilidad, tienen dificultades para comunicar con autenticidad sus progresos verdes y “exageran sus esfuerzos”.
En este contexto, casi tres de cada cuatro encuestados (72%) creen que la mayoría de las organizaciones de su sector serían “pilladas” si se investigara a fondo sus promesas verdes; y el 59% de los ejecutivos admitió exagerar o representar de forma inexacta sus propias actividades de sostenibilidad.
En esta línea, un estudio de la Comisión Europea de 2020 puso de manifiesto que el 53,3% de las alegaciones medioambientales examinadas en la UE eran vagas, engañosas o infundadas, y el 40% de ellas carecían de fundamento. La falta de normas comunes aplicables a las empresas que formulan declaraciones ecológicas voluntarias favorece el denominado “blanqueo ecológico” y crea unas condiciones de competencia desiguales en el mercado de la UE, en detrimento de las empresas verdaderamente sostenibles. Por ello, la CE propuso en marzo de este año criterios comunes contra este “blanqueo ecológico” y las declaraciones medioambientales engañosas. El objetivo es garantizar de forma sólida que, cuando algo se venda como ecológico y sostenible, lo sea de verdad, y ofrecer una información de mejor calidad para optar por productos y servicios respetuosos con el medioambiente. Las empresas también saldrán ganando, porque los consumidores podrán reconocer y premiar aquellas que hagan un verdadero esfuerzo por mejorar la sostenibilidad medioambiental de sus productos y podrán así estimular sus ventas, en lugar de sufrir una competencia desleal. De este modo, la propuesta busca contribuir a establecer unas condiciones de competencia equitativas en lo que respecta a la información sobre el comportamiento medioambiental de los productos.
Un concepto, ¿ambiguo?
Medir cuan sostenible es una empresa, corporación o institución es ciertamente complicado, sin embargo, la propia ONU en La Guía para la Sostenibilidad Corporativa del programa Global Compact, establece cinco aspectos que una empresa debe asegurar para ser sostenible: actuar de manera responsable, conforme a los principios universales; dinamizar acciones que apoyen a la sociedad; comprometerse con la sostenibilidad de los cimientos de una empresa al nivel más elevado; publicar informes anuales de los logros y esfuerzos; y alentar una implicación con las comunidades locales de las que forma parte.
Para la evaluación puramente económica de la empresa, el Instituto de Apoyo a las Pequeñas y Medianas Empresas y a la Innovación recomienda estos indicadores: fondo de maniobra y necesidades; deuda (%) y estructura de endeudamiento (%); volumen de negocios/pasivo; liquidez general y reducida; rentabilidad líquida y operacional de ventas; rentabilidad operacional activo; rentabilidad del capital propio; EBITDA; EBITDA / Gastos Financieros; deuda Financiera / EBITDA; valor añadido bruto.
Respecto a los indicadores para medir la sostenibilidad social, algunos ejemplos son: las acciones de voluntariado; programas de apoyo a la comunidad; inversión en intervención en la comunidad; impacto social de las intervenciones (SROI); puestos de trabajo creados; iniciativas de apoyo a las familias de los empleados; grado de satisfacción de los empleados; diversidad de los empleados; número de beneficios sociales para empelados; frecuencia del uso de estos beneficios sociales.
Y finalmente, en cuanto a la sostenibilidad medioambiental, algunos indicadores de medición son: ciclo de vida del producto; calidad del producto; salud ambiental; uso de equipamiento; cantidad de agua usada; cantidad de energía usada; cantidad de materiales usados, reutilizados y reciclados; huella de carbono; necesidad de transporte (medido en emisiones de CO2).
Teniendo en cuenta estos parámetros, exigentes en algunos casos, y con la situación que se está viviendo en el campo, y también en el resto de ámbitos, parece que el sector agroalimentario ve complicado que exista sostenibilidad con la rentabilidad comprometida por la coyuntura, en la que se debe hacer frente al gran incremento de costes, entre otros muchos problemas, que se están percibiendo en el sector agrícola. Por ello, parece que hay un consenso en la petición de prorrogar estos objetivos un tiempo más para conseguir una adaptación gradual.
Un compromiso
Las empresas agroalimentarias parecen haber adquirido un compromiso con la sostenibilidad. Tanto es así, que existen cada vez más organizaciones y programas que se encuentran presentes en todos los eslabones de la cadena de valor y permite lograr la sostenibilidad en todas las áreas que acompañan al producto. Ahora ese es uno de los grandes objetivos que se marcan las empresas del sector a medio y a largo plazo, e invierten tiempo y dinero en establecer acciones ligadas a la sostenibilidad.
Lo que parece claro es que resultará complicado potenciar un modelo económico sostenible sin rentabilidad. Faltará ver si finalmente esas estrategias medioambientales han venido para quedarse, y si se encuentran alineadas con los otros dos grandes pilares olvidados de la sostenibilidad que mueven el mundo: el dinero y las personas.
Acceso al reportaje en la página 2 del dossier de Producción Sostenible en el ejemplar de Valencia Fruits.
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