Concluye una campaña frutera calificada como “desastrosa”
Javier Ortega. Aragón.
Las heladas, el pedrisco y los incendios han hecho que la siniestralidad agraria en Aragón sea la mayor de la historia. Los daños registrados en lo que va de año elevan las indemnizaciones del seguro a más de 110 millones de euros, un 53% más del total abonado en 2021. Los frutales, con 75,4 millones, son la producción más perjudicada.
Estas son las estimaciones ofrecidas por Agroseguro, debidas a la sucesión de diferentes episodios climáticos. Entre ellos, figuran las heladas de la primera semana de abril, que provocaron daños masivos en producciones de frutales, almendro y cereza; varias tormentas fuertes de pedrisco; la sequía por la falta de precipitaciones durante la primavera, o los incendios forestales con afección sobre superficies agrícolas.
Según Agroseguro, han sido los frutales los más afectados por esta situación, donde las indemnizaciones se estiman en 75,4 millones y ya han empezado a ser abonadas, una vez ha concluido la recolección.
Ha comenzado el abono de los siniestros provocados por las tormentas de pedrisco que descargaron sobre el Bajo Aragón a comienzos de julio, que dejaron graves daños en producciones de melocotón en Calanda, así como por los daños provocados por el incendio forestal que comenzó en Ateca (Zaragoza) el pasado 18 de julio, que también dañó parcelas aseguradas de frutales, cereza o viñedo.
En los cultivos herbáceos se estiman daños por valor de 15,2 millones, los seguros pecuarios en 10,3 millones, las indemnizaciones por daños en la producción de cereza en 4,4 millones y las de frutos secos en 3,7 millones.
Agroseguro señala que la estimación de indemnizaciones de este año marca una cifra histórica pero se enmarca dentro de una siniestralidad creciente por los fenómenos meteorológicos adversos y graves de los últimos años.
Así, desde 2019, cuando se registraron daños por valor de 35,1 millones en Aragón, las indemnizaciones abonadas han ascendido a 57,9 millones en 2020, a 72,7 millones en 2021 y a 110 millones en lo que va de año.
Una campaña desastrosa
El campo aragonés ha vivido una campaña frutera, a punto de terminar, calificada como “desastrosa” con un 80% menos de producción en términos generales y menos contrataciones.
Cooperativas Agroalimentarias preveía a finales de junio una producción de 152.539 tonelada de fruta dulce en Aragón, un 61,43% menos que la campaña anterior. Una cifra muy alejada de la media de los últimos cinco años, que se sitúa en las 464.623 toneladas y se queda muy corta si se compara con las más de 530.000 toneladas que los fruticultores aragoneses recogieron en 2017.
Desde que se hizo esa previsión, la situación empeoró por la sequía y los incendios. Según Cooperativas Agroalimentarias, el descenso se debía al “peor fenómeno meteorológico de carácter puntual sufrido por el campo en 42 años”.
Un ejemplo lo tenemos en la comarca del Bajo Cinca, en la provincia de Huesca, principal zona productora de fruta de hueso de Aragón, melocotón, paraguayo y nectarina mayoritariamente, que concluye una campaña calificada como “desastrosa” en kilos, con una caída del 80% y un 35% menos de contrataciones temporales.
Los 20 principales municipios productores de fruta del Bajo Cinca, La Litera y Cinca Medio contrataron entre mayo y julio, los meses de más faena, 4.666 trabajadores, un 35% menos que en 2021, que fueron 7.246.
El hecho de recoger solo 60 de los 280 millones de kilos que tiene de tope el Bajo Cinca ha traído un repunte de precios en torno al 10%. Aun así, UAGA y Asaja aseguran que no es suficiente para mantener la rentabilidad de muchas explotaciones por lo que insisten en pedir ayudas directas al Gobierno de Aragón.
Óscar Moret, representante de fruta de UAGA, cifra el descenso de kilos en un 80% en la fruta de hueso y un 35% en la de pepita. En su opinión, “el balance es desastroso” y añade que la única “punta” de trabajo llegó con la cereza, “que ha tenido una producción aceptable”, pero en el resto, ha habido un 60% menos de trabajadores en el campo y un 70% en los almacenes. Concluye que “eso supone una falta de riqueza para el territorio”.