Inmaculada Sanfeliu: “Agregar colmenas al paisaje resta biodiversidad y desestabiliza ecosistemas naturales”

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La presidenta del Comité de Gestión de Cítricos aprovecha este artículo para hablar de la ganadería apícola y su relación con la citricultura

La polinización cruzada causada por las abejas provoca que aparezcan muchos frutos de clementinas con semillas, lo que desagrada al consumidor y retrae la demanda en los mercados. / ARCHIVO

Inmaculada Sanfeliu (*)

La nueva consellera de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica, Isaura Navarro, recibió la cartera de este departamento de manos de la vicepresidenta del Consell, Aitana Mas, el pasado miércoles 26 de octubre en la sede de la Conselleria de Agricultura.

La consellera, tras su reciente llegada, convocó de modo inmediato el pasado jueves a una primera reunión al sector citrícola, y en el marco de la apertura de una ronda de encuentros con los principales agentes del sector con la finalidad de “dignificar la agricultura valenciana y sus trabajadores y trabajadoras, y así acompañarlos desde la administración valenciana para favorecer su crecimiento, sus oportunidades, fortalecer un sector tan importante para nuestra economía y trabajar para garantizar su rentabilidad y futuro”, ha destacado.

Al hilo de su discurso de compromiso con la emergencia climática y de trabajar por la agricultura de proximidad, sostenible, el consumo de temporada, entre otros, y de su “compromiso público y notorio con el sector”, voy a aprovechar esta tribuna para exponer la otra cara, la que probablemente nunca le han contado, de un asunto ya de por sí problemático en nuestro sector: la ganadería apícola.

El sector citrícola, como parte muy relevante del sector primario español, representa un importante motor económico para nuestro país y, especialmente, para nuestra Comunitat, así como una seña de identidad internacionalmente reconocida que aporta un enorme valor intangible a nuestra imagen en el exterior.

El peso que, hoy en día, todavía tiene el sector citrícola en términos de contribución socioeconómica cuando se compara con otros sectores de actividad es innegable. Si tomamos como referencia el valor de comercio exterior del sector en la Comunitat Valenciana según los datos de 2021, la citricultura (2.446 millones de euros) está solo por detrás de dos sectores: automóviles, motos y componentes (4.353 millones de euros, de los cuales una buena parte de los componentes son importados), y productos cerámicos y similares (3.709 millones de euros). Asimismo, se estima que genera alrededor de 280.000 empleados directos (recolección, manipulado, confección, envasado y comercialización) y miles de puestos de trabajo indirectos. Sobra añadir nada más, si bien no me resisto a llamar la atención sobre “la idiosincrasia de nuestros campos y todo lo que representan para nuestras tierras, no solo a nivel productivo y económico sino también como eje vertebrador y cultural de nuestro territorio y la garantía de contar con productos de la máxima calidad”, tal como subrayó la nueva consellera la semana pasada, precisamente coincidiendo con la reunión que presidió, acompañada del secretario autonómico de Agricultura, Roger Llanes, con la sectorial citrícola para presentarse y canalizar la hoja de ruta de trabajo junto con las entidades agrarias de este sector.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la citricultura valenciana se enfrenta a múltiples retos y amenazas que ponen en peligro dicha contribución a la economía nacional en general, y a la valenciana en particular. Entre tales amenazas, se encuentra una particularmente relevante, que se ha visto acrecentada durante los últimos años, y cuyos daños potenciales representan un verdadero peligro para el sector: la apicultura intensiva.

Crecimiento apícola constante

En los últimos años el sector apícola en España viene manteniendo un crecimiento constante, tanto en número de colmenas, como de explotaciones y de apicultores. En el ámbito comunitario, España destaca por su censo de colmenas (alrededor del 16% de las colmenas en la UE). La apicultura intensiva, basada en la sobreexplotación de las abejas melíferas o domésticas con fines comerciales, ha crecido de forma significativa en España durante estos últimos años hasta el punto de que, solo en la Comunitat Valenciana, existen más de 2.600 explotaciones apícolas —censadas— y más de 350.000 colmenas según datos de oficiales del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En agosto de 2022 aparecían censadas un total de 2.661 explotaciones apícolas (datos REGA) sobre las 36.586 explotaciones apícolas de España (el 7,3 % del total nacional). Y en cuanto a la evolución de las explotaciones apícolas en la Comunitat Valenciana han pasado de 1.749 en julio de 2010 a 2.661 en agosto de 2022. El número de explotaciones apícolas en España ha aumentado en torno al 47% en el periodo 2010/2022, pasando de 24.073 en julio de 2010 a 36.586 en agosto de 2022, y las colmenas censadas han pasado de 2.384.359 en mayo de 2008 a 3.097.647 en abril de 2022.
A los apicultores locales, se suman además miles de apicultores trashumantes, que año tras año se dan cita en torno a los campos de cítricos de la Comunitat para aprovechar la floración del azahar. Esta masificación de colmenas (cientos de miles) genera serios problemas para el campo citrícola valenciano.

A los apicultores locales se suman además miles de trashumantes que, año tras año, se dan cita en torno a los campos de cítricos para aprovechar la floración del azahar. Esta masificación de colmenas (cientos de miles) genera serios problemas para el campo citrícola valenciano

Clementinas, las damnificadas

Pese a su incumplimiento sistemático el acuerdo sobre distancias mínimas ha demostrado ser efectivo. / ARCHIVO

Como es sabido, la colocación de colmenas de abejas domésticas cerca de plantaciones de cítricos provoca la polinización cruzada de los árboles y la posterior presencia de semillas en los frutos (pinyolà), especialmente entre las clementinas, lo que devalúa totalmente su valor comercial. Riesgo para “la garantía de contar con productos de la máxima calidad” en la Comunitat, a la que se refería la consellera. Por cierto, somos la primera región productora y, por supuesto, comercializadora de clementinas en el mundo, casi la única, junto a Marruecos.

Ahora bien, según demuestran recientes estudios científicos que aportan nueva información sobre la actividad intensiva de la apicultura, no solamente es la producción citrícola la que se ve afectada por esta sobreexplotación de las abejas domésticas, sino también nuestros ecosistemas naturales y la biodiversidad de nuestra región.

Por cierto, nadie se atrevió a hablar de la ganadería apícola y del ‘Acuerdo del Consell de la Pinyolà’ en la reciente reunión de la sectorial con Isaura Navarro, a pesar de ser una de las cuestiones más polémicas en la actualidad en el seno del sector que enfrenta a organizaciones que únicamente representan y defienden intereses citrícolas (el Comité de Gestión de Cítricos, CGC) con organizaciones transversales con asociados apicultores, entre otros, y problemas de convivencia interna y de competencia externa de asociaciones independientes (organizaciones agrarias y ¿cooperativas?). Unos no se atrevieron a sacar este tema porque pensaron que no era el día de exasperar los ánimos, otros porque creen que ya no es necesario el desgaste de la batalla porque la guerra ya está ganada.
Pero si de algo estoy segura, es de que este asunto debe figurar en la agenda agrícola y en la medioambiental de la Conselleria de Agricultura,… y Transición Ecológica y del propio Consell. Sí, del propio Consell, o ¿alguien entendería la promoción de una marca de cítricos valencianos si no somos capaces de ofrecer clementinas valencianas sin semillas y vuelven a producirse situaciones de “pinyolà” como las vividas en algunas de las pasadas campañas?

El problema de la pinyolà debe figurar en la agenda de la Conselleria de Agricultura,… y Transición Ecológica y del propio Consell. Sí, del Consell, o ¿alguien entendería la promoción de una marca de cítricos valencianos si no somos capaces de ofrecer clementinas valencianas sin semillas?

La polinización cruzada causada por las abejas, puede ocasionar (como ya ha sucedido en el pasado) que aparezcan muchos frutos de clementina con semillas. El consumidor se ve defraudado, y el efecto de retraimiento de la demanda es enorme. Ha habido años en los que ha sido especialmente grave, pues por diversas causas, entre otras la sequía, la cantidad de colmenas de fuera de la Comunitat que han acudido a nuestras zonas citrícolas ha llegado incluso a triplicar a la cantidad de colmenas de nuestra región, y las consecuencias han sido desastrosas. La ausencia de semillas se identifica claramente por el consumidor como factor de calidad, además de las características organolépticas (aroma, equilibrio entre azúcares y ácidos, contenido en zumo), el calibre, la facilidad de pelado e incluso el color, entre otros.

Evidencias científicas

Según los datos publicados en relación con la presencia de abejas domésticas versus abejas silvestres, obtenidos entre 1963-2017 en 13 países de las costas europea, africana y asiática del mar Mediterráneo, las abejas silvestres han sido reemplazadas gradualmente por abejas domésticas en las flores, tanto de plantas silvestres como cultivadas.

En concreto, la población de abejas domésticas que son explotadas comercialmente en la cuenca del Mediterráneo —punto caliente de biodiversidad a nivel mundial— ha crecido de manera exponencial durante las últimas décadas. Hace solo 50 años la proporción de abejas silvestres cuadruplicaba la de abejas domésticas, pero en la actualidad ambos tipos ya se han equiparado.

El uso intensivo enfocado a la fabricación de miel y al aumento del rendimiento de la producción apícola de las últimas décadas está provocando un efecto adverso en el medio natural, según alertan diversos estudios realizados. Entre otros, está afectando negativamente a la biodiversidad de los polinizadores silvestres, al funcionamiento de los ecosistemas y, en última instancia, a su resistencia al cambio climático.
La competencia entre abejas melíferas y abejas silvestres sobre los recursos florales puede suprimir la abundancia de abejas silvestres y la fructificación. Esto es especialmente verdadero bajo limitaciones de recursos, que puede aumentar la superposición de nichos entre las abejas melíferas y los polinizadores silvestres e incrementar los impactos negativos en las poblaciones de polinizadores silvestres. La competencia de las abejas melíferas afecta a las poblaciones de polinizadores silvestres y producción de cultivos en agroecosistemas también. Agregar nuevas colmenas al paisaje no es una acción de biodiversidad.
Como señalan los autores de un artículo científico publicado en la prestigiosa revista Nature en 2019, la apicultura reduce la diversidad de polinizadores silvestres y los enlaces de interacción en las redes de polinización, además de interrumpir su organización estructural jerárquica. Esto provoca la pérdida de interacciones por parte de las especies generalistas, y también perjudica los servicios de polinización de los polinizadores silvestres al reducir el éxito reproductivo de aquellas especies de plantas muy visitadas por las abejas.

La competencia entre abejas melíferas y abejas silvestres sobre los recursos florales puede suprimir la abundancia de las silvestres y afectar a la fructificación. Hace 50 años la proporción de abejas silvestres cuadruplicaba la de domésticas, pero en la actualidad ambos tipos ya se han equiparado

En pocas palabras, la apicultura comercial de alta densidad en áreas naturales parece tener impactos negativos duraderos y más graves sobre la biodiversidad de lo que se suponía anteriormente.

Pérdida de cosecha y de biodiversidad

Otros estudios técnicos también señalan que las colmenas de abejas domésticas disminuyen la riqueza de especies y la cantidad de frutos que se producen. En particular, la creciente explotación comercial de abejas supone un peligro para las abejas silvestres en tanto en cuanto entran en dura competencia (domésticas y silvestres autóctonas), provocando efectos adversos en el medio natural.

Asimismo, los ensayos que se realizaron investigadores del CSIC en las provincias de Huelva y Sevilla en campos de naranjo, según lo publicado en un artículo científico de 2018, demuestran que además de entrar en dura competencia, el abuso de difusión sobre la planta hace que los tubos de polen queden obturados impidiendo la producción de semillas en plantas vecinas a las explotaciones de especies de jara o de lavanda. Las abejas domésticas pueden dejar sin alimento a las silvestres en momentos de escasez, produciendo la desaparición gradual de abejas autóctonas y, en consecuencia, la pérdida de cosechas.

En definitiva, tal y como concluyen diversos estudios al respecto, los efectos negativos del manejo y explotación comercial de las abejas domésticas incluyen:

  1. Competencia con las abejas nativas y silvestres por los recursos florales y sitios de anidación.
  2. Efectos indirectos a través de cambios en las comunidades de plantas, incluida la polinización de malezas invasoras, la propagación de plantas exóticas y disminución de plantas nativas.
  3. Transmisión de patógenos y parásitos que afectan a la polinización de las especies de plantas nativas y cambian la estructura de las redes de polinización salvajes.

Al daño que ya de por sí está ocasionando el cambio climático a la población de abejas silvestres, debido a su cada vez menor capacidad de reacción ante desastres naturales (incendios, inundaciones, sequías…), se suma el peligro mencionado de una población de abejas domésticas descontrolada.

Una regulación acorde

Así las cosas, las iniciativas relacionadas con la protección y fomento de las abejas domésticas deberían ser urgentemente reconsideradas por su negativo impacto sobre la biodiversidad regional.

Según apunta la investigadora Teja Tscharntke, líder del grupo de investigación en Agroecología de la Universidad de Göttingen y coautora de un estudio publicado en 2020 sobre este asunto, de continuar como hasta ahora, las abejas silvestres podrían desaparecer, provocando la pérdida de cosechas al no desarrollarse los frutos. “Nuestros resultados muestran que las abejas silvestres deben ser respaldadas por medidas de manejo apropiadas, ya que estas abejas son de gran importancia para la polinización de los cultivos”, afirma la investigadora.

Una razón más que se suma al hecho mencionando anteriormente —presencia de semillas y devaluación del valor de la producción— que incrementa el riesgo, ya de por sí elevado, de abandono del campo valenciano por falta de rendimiento. Una tendencia que, lamentablemente, crece cada vez más y sitúa a nuestra comunidad a la cabeza del ranking en cuanto a abandono de tierras productivas se refiere. La disminución de la superficie de tierras de cultivo en la Comunitat alcanzó las 280.531 hectáreas de 1983 a 2020, siendo mucho mayor en secano (–46,4%) que en regadío (–2,0%). En el periodo comprendido entre 1983 a 2020 la reducción de superficie de cultivo ha sido de 106.202 hectáreas en viñedo, 38.232 hectáreas en almendro, 20.532 hectáreas en naranjo, 4.045 hectáreas en limonero y 990 hectáreas en olivar. Sin embargo, la superficie de mandarino ha aumentado en 20.214 hectáreas, compensando, en parte, el descenso del naranjo.

Así pues, tomando en consideración los efectos negativos de la apicultura doméstica intensiva y de su sobreexplotación desde el punto de vista comercial, y teniendo además en cuenta el papel irrelevante que tienen las abejas domésticas en la polinización necesaria para la aparición de frutos —llevada mayoritariamente a cabo por medio de otros agentes, como abejas silvestres, otros insectos o el propio viento—, se hace imprescindible regular y controlar las colmenas.

La apicultura doméstica, como actividad ganadera, es una actividad comercial y se basa además en recursos de terceros —como es el caso de las plantaciones de cítricos—, lo que causa un serio perjuicio económico. Por tanto, es fundamental:

En primer lugar, mantener el ‘Acuerdo de la Pinyolà’ sobre distancias mínimas que establece la Conselleria de Agricultura en nuestra comunidad, y que ha demostrado su efectividad pese a que se haya incumplido de manera sistemática. El apicultor debería estar obligado a solicitar permiso de asentamiento al citricultor siempre que sea a menos de 4 km, ya que a este no le aporta prácticamente ningún beneficio y, sin embargo, produce consecuencias desastrosas para los cultivos de cítricos y para los ecosistemas naturales locales.

El ‘Acuerdo de la Pinyolà’ no solo ha probado ser efectivo, sino que ha permitido al sector apícola desarrollarse durante los últimos años y una cierta recuperación de la flora y de la población de abejas silvestres. No obstante, el crecimiento de la apicultura intensiva y sus efectos negativos pone de manifiesto la necesidad urgente de una regulación que permita proteger no solo la citricultura y economía valenciana, sino a nuestros ecosistemas y biodiversidad.

Además de mantener el ‘Acuerdo de la Pinyolà’, la Conselleria debería aprobar un censo con la identificación y control vía GPS o chip de todas las colmenas; definir la ‘carga ganadera’ en cuanto al número de colmenas que cada superficie pueda albergar sin dañar a los ecosistemas y modificar la ley de ganadería con sansiones a los que incumplan la normattiva

Así pues, en segundo lugar, y precisamente con este fin, la Conselleria debería aplicar:

  • Un censo obligatorio con identificación fehaciente y control vía GPS o chip de todas y cada una de las colmenas y su asentamiento, sean o no originarias de la Comunitat, teniendo en cuenta la gran cantidad de colmenas que vienen de otros puntos del país.
  • La definición de la “carga ganadera apícola” y número de colmenas que cada superficie pueda albergar para no perjudicar a los ecosistemas. Para ello, es necesario realizar un estudio ad-hoc para conocer y optimizar la convivencia y equilibrio ambiental entre la carga apícola doméstica y los polinizadores silvestres.
  • La modificación de la Ley de Ganadería con sanciones tipificadas para los apicultores que incumplan la normativa del acuerdo del Consell.

Tenemos a nuestro alcance la posibilidad de poner freno a una amenaza cada vez mayor, que ahora además ha demostrado tener graves consecuencias sobre el medio natural según avalan los estudios científicos. Actuemos en consecuencia antes de que sea tarde, y sobre todo con sentido común.

(*) Presidenta del Comité de Gestión de Cítricos

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