Inmaculada Sanfeliu: “¿Seguridad alimentaria o intereses geopolíticos?”

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Inmaculada Sanfeliu, presidenta del Comité de Gestión de Cítricos, analiza en este artículo el incremento exponencial del rechazo de partidas de cítricos originarias de Turquía en el mercado europeo

Las naranjas y mandarinas turcas son productos de riesgo por incumplir la normativa comunitaria sobre residuos de plaguicidas. / ARCHIVO

Inmaculada Sanfeliu(*)

Estamos asistiendo en la Unión Europea (UE) a un incremento exponencial del rechazo de partidas de cítricos originarias de Turquía tras detectarse niveles prohibidos de plaguicidas autorizados en la UE o incluso residuos de otros cuyo uso está prohibido, ya sea por razones de seguridad alimentaria o medioambientales. Además de la falta de reciprocidad en las condiciones de producción exigidas a este socio preferente, la impasibilidad de la UE está poniendo en evidencia algo que todos sabíamos o, al menos, sospechábamos: cuando se trata de intereses económicos y/o geopolíticos los riesgos para la salud humana del consumidor europeo y la sostenibilidad en la obtención del producto comercializado en el mercado de la UE ya no son tan prioritarios.

Además, los rechazos se producen únicamente de entre las partidas o lotes muestreados y, en el caso de los cítricos de Turquía, tan solo se exige el muestreo del 5% y del 10% de las partidas importadas. De lo que se concluye la entrada de múltiples lotes de cítricos “contaminados” y de “riesgo para la salud humana” de origen turco.

Durante el año 2019, la Comisión Europea (CE) informó a través del sistema RASSF —Sistema de alerta rápida para alimentos de la UE— sobre la notificación de 11 alertas sanitarias correspondientes a naranjas y mandarinas originarias de Turquía por superar los límites máximos de residuos (LMRs). Estos 11 lotes fueron rechazados por las autoridades, prohibiéndose su entrada y comercialización en la UE, debido a la detección de residuos de un plaguicida hallado en concentraciones que superaban de forma significativa los LMR establecidos para esta sustancia activa en naranja y mandarina. Estas alertas sanitarias del RASFF ofrecen una información clave para las cadenas de distribución, al destacar los problemas de las naranjas y mandarinas turcas para cumplir los estándares de seguridad alimentaria de la UE.

Tras las 11 detecciones de 2019 llegaron 4 más desde enero hasta finales de abril de 2020, todas ellas en mandarinas de Turquía con niveles de residuos de diferentes plaguicidas por encima de los valores autorizados en la legislación comunitaria e incluso residuos de una sustancia no autorizada.

Nuevos riesgos

Los datos resultantes de las numerosas notificaciones recibidas, así como la información relativa a los controles oficiales realizados por Estados miembros, indicaban la aparición de nuevos riesgos para la salud humana debidos a una posible contaminación por residuos de plaguicidas, lo que condujo a la intensificación de los controles oficiales mediante el Reglamento de Ejecución (UE) 2020/625 de la Comisión publicado el 7 de mayo de 2020 en el Diario Oficial de la UE. La frecuencia de los controles físicos y de identidad (tanto documentales, como identificativos y físicos, incluyendo análisis de laboratorio) se elevó al 5% en mandarinas y al 10% en naranjas.

Desde la publicación del mencionado Reglamento en mayo y hasta finales de 2020 se produjeron 50 detecciones más, en naranjas, mandarinas, limones y pomelos de Turquía (5 veces más que en 2019). Y en lo que llevamos de 2021 (hasta 16 de marzo) se han producido ya 87 detecciones. Solo en enero de 2021 se dieron más rechazos (57) que en todo el año pasado. Llama la atención la baja frecuencia de controles físicos y de identidad impuesta como medida adicional en la entrada de naranjas y mandarinas turcas y, pese a ello, queda de manifiesto la gravedad del riesgo de presencia de residuos de plaguicidas por encima de los niveles autorizados en la UE y exigidos a las producciones comunitarias.

Mayor exigencia para España

Además, nuestras producciones están sujetas a exigencias mucho más restrictivas que la normativa vigente por parte de la gran distribución: un porcentaje máximo del LMR vigente aceptado para cada plaguicida (un 70%, 50% o incluso un 33% máximo del LMR vigente, según el supermercado y su protocolo de exigencias al cliente), una suma máxima de LMRs por muestra en porcentaje (un 80% máximo de suma de LMRs por muestra), un porcentaje máximo de la ARfD vigente para cada plaguicida (un 80% o hasta un 50% máximo de la dosis de referencia aguda (ARfD ó Acute Reference Dose), una suma máxima de ARfD’s por muestra en porcentaje, un número máximo de sustancias activas por muestra (normalmente entre 3 y 5), y hasta en ocasiones existe una “lista negra” de plaguicidas.

Atendiendo a los estándares de seguridad alimentaria de la UE, las naranjas y mandarinas turcas son productos de riesgo por incumplir la normativa comunitaria sobre residuos de plaguicidas y, pese a ello, la intensidad de los controles oficiales aplicada sigue siendo muy baja y la CE no ha hecho mención de elevar el umbral mínimo de inspección en lotes de mandarinas, naranjas y limones procedentes de Turquía, ni al parecer se plantea una paralización temporal de las importaciones si siguen estos niveles de detección

Metilclorpirifos, clave contra el Cotonet

De entre las detecciones de sustancias no autorizadas en la UE, numerosas han sido las de clorpirifos y metil-clorpirifos, cuyo uso está prohibido desde abril de 2020, siendo este último como es la herramienta más efectiva para el control del Cotonet de Sudáfrica, plaga importada desde el hemisferio sur que afecta gravemente las producciones de cítricos de las comarcas del Camp de Morvedre, Camp de Túria, La Plana Baixa y Los Serranos. Competencia desleal, otra vez.

Pero no podemos olvidar que Turquía, al igual que Egipto, Marruecos, Israel y Túnez han representado siempre un área de interés estratégico para el poder geopolítico mundial y particularmente para la UE. El creciente flujo de migrantes y refugiados rumbo a Europa se ha convertido en un punto clave en la estrategia negociadora entre la UE y Turquía, evidenciando las crecientes fricciones entre ambos bandos. La escalada bélica en países vecinos en guerra ha aumentado la desesperación de los civiles, que tratan de huir de la zona para alcanzar territorio seguro, muchas veces en Europa.

Estamos asistiendo en la Unión Europea a un incremento exponencial del rechazo de partidas de cítricos originarias de Turquía tras detectarse niveles prohibidos de plaguicidas autorizados o incluso residuos de otros cuyo uso está prohibido

De esas penurias se está sirviendo Turquía, que alimenta el miedo de Bruselas a nuevas olas masivas de refugiados, similar a la del 2015, al abrir las fronteras de su país mediante el control de los accesos marítimos o terrestres a Europa. Turquía es la llave de entrada a Europa para miles de migrantes sirios y africanos, y la UE lo sabe. De hecho, desde 2016 tiene un acuerdo con el gobierno turco para que ellos atendieran a los refugiados en su suelo, evitaran que los africanos cruzaran el mar Egeo y llegaran a Grecia.

La UE y Turquía están vinculadas por un acuerdo de Unión Aduanera, que entró en vigor el 31 de diciembre de 1995. Turquía es un país candidato a adherirse a la UE desde 1999 y es miembro de la Asociación Euro-mediterránea (Euromed). La Unión Aduanera abarca todos los productos industriales, pero no se ocupa de la agricultura (excepto los productos agrícolas transformados), los servicios o la contratación pública. Las concesiones comerciales bilaterales —derechos arancelarios nulos y precios de entrada preferenciales que jamás han jugado papel alguno— se aplican a los productos agrícolas turcos en el marco Euromed y, junto con el resto de acuerdos mediterráneos, han supuesto para la citricultura española una reducción de las ventanas de exportación y una pérdida de competitividad en el mercado de la UE.

La producción de cítricos en Turquía ha aumentado a un ritmo alto en los últimos 5 años, situándose en 4,6-4,9 millones de toneladas en una superficie de 140.000 hectáreas, especialmente el cultivo de mandarinas (1,4-1,7 millones de t), limones y limas (0,9-1,1 millones de t) y pomelos (250.000 t). Aunque su producción se ha estancado, la naranja sigue siendo el cítrico de mayor producción en el país (1,7-1,9 millones de t). Se estima que Turquía tiene un potencial de crecimiento de hasta cinco veces la producción actual.

Producción y exportación creciente

En cuanto a la exportación, Turquía exportó en la campaña 2019/2020 un total de 2 millones de toneladas, de las cuales 336.501 t se destinaron a la UE-28. De entre los 2 millones de exportación, 832.246 t de mandarina, 655.901 t de naranja, 417.368 t de limón y 188.189 t de pomelo. Las exportaciones de cítricos desde Turquía han aumentado un 28,77% en los últimos 5 años, considerando el volumen exportado. Las mandarinas ocupan el primer lugar en la exportación de cítricos de Turquía, seguidas de los limones, las naranjas y los pomelos. Los principales países de destino son Rusia, Ucrania, Irak, Rumanía y Polonia, Georgia, Azerbayán, Arabia Saudí. De entre los destinos europeos los mayores incrementos recientes se han producido en Italia, Países Bajos, Polonia y Alemania. También en UK.
Turquía se caracteriza por una elevada concentración de la oferta exportada en muy pocos países. Así, los 9 principales destinatarios absorben más del 75% de la exportación de Turquía en cítricos. Los dos principales destinatarios de naranja y mandarina, Irak y Rusia, absorben, más del 60% de las exportaciones totales de Turquía.

Las exportaciones de cítricos de Turquía a la UE se han incrementado notablemente en la última campaña 2019/2020. Turquía, con estacionalidad coincidente con la comunitaria, es el principal proveedor extracomunitario de la UE (UE-28) en nuestro invierno de pomelos y de limones con 90.000-100.000 t de pomelos y 110.000-130.000 t de limones exportadas al mercado comunitario, además de 70.000-90.000 t de híbridos de mandarina tardíos y satsumas y 70.000-90.000 t de naranjas

Tanto su producción como la exportación de Turquía han crecido de forma sostenida durante los últimos años. El país tiene unas buenas condiciones para el cultivo de cítricos y potencial de seguir aumentando la producción y exportación de sus productos.

Todos a mandarinas ‘de autor’

El mayor crecimiento en la citricultura de Turquía se está produciendo en híbridos de mandarina tardíos, mayoritariamente Nadorcott (que marcan como W. Murcott, porque no satisfacen el pago de royalties) y en menor medida Tango. Los turcos buscan activamente nuevos mercados para estas producciones crecientes de híbridos tardíos, mayoritariamente en países europeos. Las Nadorcott de Turquía, de producción creciente, junto con las Nadorcott de Marruecos y las Orri de Israel presionan a la baja los precios de nuestras mandarinas tardías en el mercado comunitario debido a las importaciones a precios más bajos y/o a desequilibrios de oferta y demanda por reducción de ventanas de exportación y solapes, y esta presión será mayor a medida que se incremente la oferta de todos los proveedores.

Los precios de los cítricos de Turquía en sus mercados tradicionales de exportación son sensiblemente inferiores a nuestros precios de salida de almacén, con costes de mano de obra de países vecinos en guerra muy inferiores a los nuestros. Tienen buenos almacenes y capacidad de confección y encajado, si bien, hasta ahora, a diferencia de nosotros, donde trabajan encajados y graneles no han hecho pre-packing. Cada vez más se actualizan los almacenes y mejoran en maquinaria.

Uno de los principales desafíos de Turquía es el cambio climático que origina con frecuencia condiciones climáticas extremas (olas de calor, cambios extremos de temperatura, vientos del norte que afectan la floración, lluvias, inundaciones, granizos, heladas, …) que afectan, entre otras, a las zonas productoras citrícolas, ocasionando enormes dificultades y costos. También preocupa el control de plagas y enfermedades, fundamentalmente la mosca del mediterráneo, Ceratitis capitata.

La coexistencia con competidores es lo normal en el tráfico comercial. Lo que no nos parece “normal” ni adecuado es que esta competencia se potencie sobre la base de la falta de reciprocidad, la competencia desleal y el incumplimiento de las normas sobre seguridad alimentaria que la UE exige a las producciones de sus Estados Miembros, y que la salud de los ciudadanos europeos, a la que siempre se pone por delante como prioritaria, quede relegada por intereses sociopolíticos, renunciando a potenciar los mecanismos de control de las importaciones. ¿Alguien puede dudar de que incrementar la muestra a porcentajes más altos proporcionaría mejor información y mayores elementos de juicio sobre los niveles de riesgo que se están asumiendo con la situación actual? ¿Cuántas detecciones RASFF más hacen falta para que la Comisión sea consciente del peligro y actúe?

(*) Presidenta del Comité de Gestión de Cítricos