Miguel Ángel del Amor: “Agricultores en extinción”

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Miguel Ángel del Amor, ingeniero agrónomo, relata la historia de Ceres, una joven que decide embarcarse en la agricultura

Encomiable aventura de una joven agricultora que se adentra en una inhóspita y cruel aventura con la finalidad de arraigarse en el territorio de sus padres. / ARCHIVO

Miguel Ángel del Amor (*)

Como si del guión de una película se tratara, poco a poco les voy a ir describiendo el desarrollo de lo que puede parecer un espeluznante “thriller de terror” que nos narra la encomiable aventura de una joven agricultora que se adentra en una inhóspita y cruel aventura con la única finalidad de arraigarse en el territorio de sus padres, formando una familia, alimentando a las ciudades y viviendo los loables valores del campo.

Nuestra emprendedora protagonista, además, es idealista e innovadora, e intenta convertir las herramientas digitales en su mejor aliado contra el que, inesperadamente, se presenta como su peor enemigo: el sistema.

La película se desarrolla a principios del siglo XXI y se localiza no muy lejos de usted, lector.

Todo comienza tras el triste y lamentable fallecimiento de los padres de nuestra protagonista, los cuales poseían una pequeña pero coqueta explotación mixta de regadío y secano y un humilde corral con algún que otro animal, para ayudarles en la renta. Estas posesiones eran en régimen de titularidad compartida, ya que su madre se dedicaba íntegramente a las labores del campo y al final le fueron reconocidas.

Como si del guión de una película se tratara, voy a ir describiendo el desarrollo de lo que puede parecer un espeluznante “thriller de terror” que nos narra la encomiable aventura de una joven agricultora

Ceres, nuestra protagonista principal y a la que llamaremos así en honor a la hija de Saturno, aquella que según la mitología enseñó a los humanos el arte de cultivar la tierra, de sembrar, recoger el trigo y elaborar pan, convirtiéndose en la diosa de la agricultura, decide tomar su primera decisión a pesar de las insistentes propuestas de compra de unos “perversos” fondos internacionales que pretendían quedarse con las tierras a cambio de la implantación de sistemas de generación de energía y no se sabe cuántas cosas más. Ceres, sin dar su brazo a torcer, decide, dirigida por su corazón, mantener la explotación familiar sin atisbar siquiera el calvario que le supondrá tal decisión.

Pronto empieza a recordar el duro trabajo diario de la explotación sufriéndolo en sus propias carnes, así como la ingente cantidad de tareas que le suponía a sus padres a cambio del maltrecho sueldo mensual que obtenían, por lo que decide llamar a su novio para que se instale en la pequeña explotación y empiezan a contactar con la Administración para consultar los pasos a seguir. Es así como se encuentra, sin saber cómo, obligada a recorrer una ingente cantidad de kilómetros, ya que las herramientas informáticas que ella está acostumbrada a usar parece que no sirven para relacionarse con la Administración.

Tras varios días de idas y venidas, haciendo recopilación de las diferentes normativas, restricciones, capacitaciones y demás trámites, la pareja decide embarcarse en la gran aventura, a pesar de haber oído siempre lo de la simplificación administrativa ya van dándose cuenta claramente que aquello era una quimera.

Su novio, Miguel, un joven en la flor de la vida, es especialista en marketing y decide emprender un cambio en la imagen de la explotación. Crea un logo para la empresa, trabaja en la implantación en redes sociales y hasta crea una pequeña tienda de venta en internet. Esto le lleva mucho más tiempo del previsto debido a la lentitud de la conexión puesto que hay que usar el servicio de un satélite extranjero cuya cuota no es, por cierto, nada barata. Con este panorama no pueden dejar de pensar en qué consiste realmente la digitalización del campo que tanto se promulga.

Todo comienza tras el triste fallecimiento de los padres de nuestra protagonista, los cuales poseían una pequeña explotación mixta de regadío y secano y un humilde corral con algún que otro animal

Ilusionados a pesar de los contratiempos, Ceres comienza a capacitarse para dirigir la explotación, mientras su vecino jubilado les ayuda en los trámites burocráticos con la Administración y demás obligaciones. Ceres tiene que empeñar los pocos ahorros heredados de la familia, después de estar a punto de perder la explotación para pagar la herencia, avalando con lo que le quedaba los préstamos necesarios para sacar adelante su negocio.

La pareja decide solicitar ayudas al ser ella joven agricultora y, además, se dan cuenta de la necesidad de modernizar su humilde finca para abaratar los gastos de mano de obra y compensar las subidas de las materias primas, energía y un largo sinfín de cosas, aportando con la ayuda de un amigo un excelente plan de mejora.

He de indicarles también que a lo largo de la película deambulan diversos personajes que recomiendan acciones a nuestra protagonista ayudándole en su quehacer diario, impulsando el contrato de diferentes seguros, adquisición de maquinaria, recomendando prácticas culturales…
Empiezan a tener mayor experiencia y deciden dedicar gran parte de su explotación a cultivo ecológico, ya que observan la diferencia de precios de venta de los últimos años para esos cultivos mientras que los convencionales no arrojaban resultados positivos, por lo que actúan un poco a la desesperada, aun sabiendo el sobrecoste que su vecino jubilado ya les había anticipado.

Miguel, más visionario en el aspecto comercial, empieza a tener sentimientos encontrados al ver que su pequeña tienda de internet empieza a tener más pedidos y que, además, se convierte en una parte importante de los ingresos, ya que los diferentes corredores que por allí pasan cada año ofrecen peores precios. Pero también experimenta una gran desilusión al ver que la falta de infraestructuras y logística del pequeño pueblo hacen mermar sus ilusiones y las expectativas de ingresos.

Pronto se dan cuenta de que el oro líquido que producía su humilde finca, que unos italianos les compraban para vender por tres veces su precio en España, flaqueaba por la incursión de unos aranceles.

Por si esto fuera poco, Ceres y Miguel pasan por verdaderos momentos de desesperación tras sufrir una sequía durante un periodo de tiempo ciertamente anormal, tanto que como no recordaban ellos, ni tampoco habían oído hablar a sus padres o incluso a aquel amigable y cariñoso vecino jubilado que fallece en el transcurso de nuestra historia, dejando abandonadas sus tierras.

Poco tiempo después de la sequía sufren unas inundaciones que generan pérdidas en el ganado y la rotura de parte de la nave que usan para la confección de los productos, reciben por ello una pequeña indemnización tras un largo periodo de reclamaciones.

Ceres, nuestra protagonista decide mantener la explotación familiar sin atisbar el calvario que le supondrá tal decisión. Un duro trabajo diario a cambio de un maltrecho sueldo mensual

Luchadores e incansables, nuestros ya no tan jóvenes protagonistas observan cómo nuevas restricciones se van incorporando a su quehacer diario (regulaciones para una nutrición sostenible o la incorporación de su explotación en las zonas vulnerables a nitratos), quedando sorprendidos puesto que ellos gestionaban sus campos en cultivo ecológico y por ello no lo terminan de entender.

Además, escuchan por la radio que la UE plantea una nueva estrategia que busca diseñar un sistema alimentario justo, saludable y ecológico a lo que Miguel se pregunta de manera sarcástica si eso va a ayudar a vender mejor sus productos ya no solo en España, sino también en Europa.

Cansados y resistiéndose a la extinción deciden pasar a la acción…

El desenlace lo podrán averiguar en la siguiente entrega.

Continuará…

(*) Ingeniero agrónomo

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