Cirilo Arnandis considera que, ante la devastación que ha dejado la DANA en Valencia, hay que atender una serie de prioridades estableciendo una escala de valores en cuya cima deben de estar las personas
Por Cirilo Arnandis (*)
No siempre es fácil ponerse a escribir esta tribuna de opinión, pues en ocasiones no hay temas de actualidad lo suficientemente importantes como para ser motivo de atención. Probablemente sea esta la ocasión en la que me es más difícil ponerme delante del teclado, y no por que no exista un tema de actualidad con la suficiente relevancia, si no por que a la hora de escribir se me hace un nudo en la garganta y se me encoge el corazón. La DANA, depresión en altos niveles de la atmósfera, que ha afectado desde el martes 29 de octubre a la provincia de Valencia, ha dejado imágenes devastadoras que no me permiten articular palabra, tras lo cual las intensas lluvias se desplazaron hacia la provincia de Castellón y Tarragona. Aparentemente, en esta ocasión, sin tanto impacto en el entorno y en las vidas de las personas, como ha ocurrido en Valencia.
De momento, y siempre digo que mientras estoy escribiendo estas líneas, son ya 213 personas las fallecidas en la provincia de Valencia, además de 2 en Andalucía y 2 en la provincia de Albacete. Siendo esta noticia ya de por sí impactante, más lo es el saber que todavía existe un buen número de personas de las que no se sabe nada, y que es muy posible, ojalá no, que acaben engrosando esta cifra de víctimas. Más allá del valor supremo que supone cualquier vida humana, de igual manera son estremecedoras las imágenes de las calles llenas de vehículos apilados, así como los efectos de la fuerza del agua al entrar en las viviendas. Personas que lo han perdido todo, otras sin agua ni luz, y en ocasiones, incluso con dificultad de suministro de alimentos al estar las carreteras de acceso a estas localidades cortadas. Y todas ellas, en el ámbito rural.
Ante este escenario, en mi humilde opinión, creo que es necesario aplicar una serie de prioridades en atención a una escala de valores. Y creo que, ante todo, en la cima de esta escala de valores deben de estar las personas. Las que han fallecido, las que están desparecidas y las que tienen necesidades básicas no cubiertas. Es por ello que entiendo que habrá tiempo para la disputa política, para la discrepancia y para la petición de responsabilidades. Acto seguido, será necesario retirar de las calles todo lo arrastrado por el agua, restituir servicios como luz, agua, e Internet, además de dejar habitables, cuando así sea posible, las casas y viviendas afectadas. En tercer lugar, será necesario reactivar la actividad cotidiana, a través de la recuperación de la actividad económica y de la adecuación de carreteras y demás infraestructuras. Finalmente, habrá que hacer balance de daños y activar las ayudas necesarias, de todas las Administraciones, para que todo este sufrimiento, en la medida de lo posible, forme parte del recuerdo lo antes posible.
Sé que en estos momentos hay quien se entretiene en buscar culpables y designar responsables en el ámbito político, aunque para eso ya habrá tiempo, si corresponde, más adelante. No soy experto en catástrofes ni en meteorología, pero lo que sí es cierto es que hay localidades en las que en unas pocas horas han caído del orden de 500 y 600 litros por metro cuadrado, a lo que hay que sumar las precipitaciones habidas aguas arriba. Datos inimaginables, que intuyo que es muy difícil que ningún protocolo de seguridad tenga previstos. Cuando todo pase, habrá que aprender de la experiencia, y saber, que el Mediterráneo es un mar cada vez más cálido, que los regímenes de lluvias son distintos a como estábamos acostumbrados, y que cada vez llueve menos veces, pero con más intensidad.
Entretanto, y respetando el nivel de prioridades indicado anteriormente, le llegará el tiempo a la restitución de la actividad agroalimentaria. Son tres los problemas a los que debe de enfrentarse, de tal manera que habrá que reparar los caminos, carreteras e infraestructuras afectadas. También habrá que reparar los daños en almacenes de confección, bodegas, almazaras y demás edificios industriales. Finalmente, habrá que evaluar y los daños en las parcelas afectadas, básicamente por inundaciones. En su conjunto, es seguro que los daños serán cuantiosos en lo económico, pero también es seguro que todas las cooperativas están intentando reanudar, en aquellos casos que es posible, su actividad, con el ánimo de poder servir a sus clientes y con el objetivo de mantener el empleo.
Respetando, insisto, las prioridades, es todavía pronto para hacer un balance de daños en el campo. La población, por el momento sigue retirando fango y enseres que han quedado inservibles, por lo que todavía no ha tenido ocasión de salir de sus respectivos núcleos urbanos. Cuando se pueda, lo que previsiblemente se encontrará son caminos intransitables, cuando no destrozados, campos anegados, arrastre de tierras, casetas de riego y gomas de goteo levantadas o inexistentes, árboles sucios, o simplemente un campo devastado. Por lo que respecta de las cosechas de las zonas afectadas por la DANA, es cierto que los cultivos de secano, en buena parte, están ya recolectados, pero en campañas que se prometían favorables, como las de cítricos o kaki, habrá que ver qué se puede recolectar. Por si fuera poco, ha habido zonas en las que hay que sumar además la incidencia del granizo y del viento. Y es que dado lo acontecido, es seguro que también pueden verse comprometidas cosechas de campañas futuras.
Si ya es importante de por sí el seguro agrario, en este momento lo va a ser más. Cuando sea posible, la peritación debe ser ágil, y sin menoscabo de la profesionalidad de los peritos, debe ser generosa. No es momento de comas ni de ser puntillosos, es momento que el seguro muestre su extraordinaria dimensión como instrumento de política agraria de primer orden, como así los es. De igual manera, las indemnizaciones económicas deben de gestionarse de la manera más ágil posible para que los productores las reciban en sus cuentas lo más rápido posible. Y es aquí donde quiero poner en valor el papel que puede jugar la póliza asociativa, y que aquellas cooperativas que creemos en ella hemos contratado. Es seguro que, a través de ella, se gestionará este proceso de modo mucho más rápido y mucho más eficaz.
Otra de las actuaciones necesarias serán la aportación de fondos públicos por diversas vías. Quizás una primera sea con carácter general, como ya se ha anunciado por parte del gobierno valenciano, de ingreso en cuenta de los afectados de una cantidad económica para gastos de primera necesidad. Por lo que respecta a nuestra actividad agroalimentaria, desde la reparación de infraestructuras viarias, pasando por la puesta en marcha de instalaciones afectadas, y pasando por deducciones fiscales, toda iniciativa y toda aportación siempre será bien recibida, y seguro que tendrá su utilidad. Ello sin olvidar que buena parte de las parcelas afectadas deberán de ponerse nuevamente en producción, y en muchos casos, ello supondrá varios años sin cosecha.
Como digo, habrá tiempo para todo. Para analizar actuaciones, para aprender de la experiencia y adecuar protocolos para el futuro, y para activar nuevamente nuestro sector, en un intento de seguir sirviendo a nuestros clientes de la mejor manera y con la mayor profesionalidad, pese a las dificultades. En estos momentos, que sacan lo mejor de la condición humana, la solidaridad, y lo peor, el pillaje, quiero quedarme con lo mejor. Seguro que es la manera más adecuada de atender a quienes en estos momentos lo están pasando no mal, sino muy mal. Y permítanme finalizar con el recuerdo a las víctimas, y con todo el afecto y cariño para quienes, además de sufrir daños materiales, han perdido amigos y seres queridos.
(*) Presidente de Frutas y Hortalizas de Cooperatives Agro-Alimentàries