Roger Llanes: “Los cimientos del futuro agrario valenciano”

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El secretario autonómico de Agricultura y Desarrollo Rural de la GVA, Roger Llanes, opina sobre el futuro del sector agrario

La agricultura de la Comunitat Valenciana, con sus problemas, sigue siendo una potencia y un referente. / ÓSCAR ORZANCO

Roger Llanes (*)

Comienza un año y se atisba ya próximo el final de una legislatura. Tiempo propicio, pues, para trazar objetivos y también para extraer conclusiones acerca de la situación de la agricultura valenciana, esbozando dónde nos encontramos y hacia dónde queremos ir. Es bien sabido que la producción de alimentos a nivel mundial para poder cubrir las necesidades de una población al alza constituye uno de los retos que plantea el futuro más inmediato; como es igualmente cierto que nuestra agricultura —al margen de sus problemas, insuficiencias y limitaciones, que no vamos a soslayar ni orillar— sigue siendo una potencia y un referente. Solo a partir de esa constatación puede explicarse que España continúe ejerciendo el liderazgo como primera fuerza exportadora del mundo en el ámbito de un cultivo tan relevante como son los cítricos y a nadie escapa tampoco el papel protagónico que desempeña el sólido núcleo de empresas valencianas dentro de ese entramado comercial.

La agricultura es un hecho capital en la configuración de la historia de nuestra tierra y su prolongada y fecunda trayectoria ha dado como resultado un patrimonio valiosísimo cuyas ramificaciones, además del imprescindible factor económico que es la base de su fundamento y su razón de ser, se extienden a otros apartados igualmente cruciales, como el medioambiente, el paisaje, el territorio, la cultura, las tradiciones y, en definitiva, la idiosincrasia de un pueblo.

Desde el primer momento, hace ya casi ocho años, el govern del Botànic ha sido consciente del enorme valor estratégico que reviste el sector agropecuario y, en consecuencia, su apuesta por favorecer el desarrollo del mismo ha sido firme y decidida, tal como avalan las cifras de los presupuestos. Los fondos destinados al área estrictamente agraria, dentro del departamento de la Generalitat dedicado a la agricultura y las cuestiones medioambientales, han experimentado un crecimiento de cara a 2023 del 6%, hasta situarse en más de 290 millones de euros; pero aún más remarcable es que desde 2015 se ha acumulado, dentro del referido capítulo, un muy notable incremento presupuestario del 77%.

Además, no podemos pasar por alto que estos últimos años han estado marcados por una serie de acontecimientos desgraciados: la pandemia, sobre todo, pero también una DANA, así como incendios de efectos devastadores y últimamente la guerra en Ucrania, que han dado lugar a una serie de coyunturas adversas frente a las cuales, y de justicia es decirlo, tanto el gobierno central como el propio Consell han puesto en marcha medidas de apoyo económico para los sectores más afectados, ya fuesen agricultores, pescadores, ganaderos o transportistas.

Mejorar los precios

Pero volviendo a la cuestión estrictamente agraria, si hay un punto débil, un talón de Aquiles que es motivo de preocupación compartida, debemos referirnos a los precios en origen que perciben los productores y que, en demasiadas ocasiones, no están a la altura del trabajo invertido. El mercado actual es un escenario complejo y las relaciones de fuerzas entre los diferentes actores son desiguales. Así, con el objeto de evitar situaciones abusivas y en aras de propiciar un cierto equilibrio, la Generalitat ha creado, aprovechando las atribuciones derivadas de la reforma de la ley estatal de la cadena alimentaria, la Agencia Valenciana de Información y Control Alimentario (AVICA), un instrumento que está llamado a favorecer la transparencia y la equidad.

También me gustaría llamar la atención sobre otro factor que ha proporcionado resultados muy favorables. Me estoy refiriendo al clima de diálogo y negociación permanente que ha guiado en todo momento las relaciones entre la Conselleria de Agricultura y el sector. Fruto de esa atmósfera de colaboración mutua nació, por ejemplo, el Foro Citrícola Valenciano cuyas gestiones ante Bruselas, con la participación directa del presidente Ximo Puig y el gran trabajo desarrollado por el Ministerio de Agricultura, han dado como resultado la consecución del logro, sin duda de proporciones históricas, que supone la obligatoriedad para las naranjas originarias de Sudáfrica y de otros países limítrofes de aplicar un tratamiento de frío a sus envíos con destino a los mercado comunitarios. Las consecuencias favorables de la medida ya se han dejado sentir con fuerza esta misma campaña.

La reciente sentencia judicial que reconoce el derecho del cava elaborado en Requena a emplear el nombre de su término municipal en sus botellas y acciones promocionales constituye otra muestra de los beneficios resultantes de esa política de cooperación con los sectores y mano tendida frente las dificultades que es rasgo distintivo de la Generalitat.

El esfuerzo llevado a cabo estos años por parte de la Conselleria de Agricultura ha sido descomunal, máxime si se tiene en cuenta la magra herencia que dejaron los anteriores inquilinos del Consell, entre cuyas prioridades no se encontraban precisamente los problemas del campo. Cuando llegamos, por no haber, no había siquiera ayudas para la incorporación de jóvenes al campo. El sustancial cambio operado desde entonces es el que ha hecho posible que la Comunitat Valenciana se haya convertido en la autonomía que más presupuesto destina de toda España tanto a la sanidad vegetal, es decir, a la lucha contra plagas y enfermedades, como a subvencionar el fomento de la contratación del seguro agrario entre los profesionales, con partidas, en cada caso, que superan los 30 millones de euros.

Otro de los pilares fundamentales a los que es preciso aludir a la hora de hacer balance es la aprobación de la Estrategia Valenciana del Regadío 2020-2040, un vasto, ambicioso y detallado programa de inversiones por valor de 1.200 millones de euros, que ya está en marcha con una gran respuesta por parte de los regantes, y que aspira a lograr la plena modernización de las estructuras hídricas a fin de que el potencial y el tremendo empuje que ha acreditado el regadío valenciano en su larga historia siga brillando aún con mayor fuerza en los próximos años.

Los desafíos de la globalización

Creo que no son pocos los avances conseguidos durante estas dos legislaturas, pero, sin embargo, no son suficientes. Comentaba al principio que no voy a orillar las dificultades que lastran nuestra agricultura porque solo conociéndolas podremos superarlas.

“Como en cualquier ocupación económica, también en el mundo agrario la rentabilidad es clave, sin ese elemento nada se sostiene y en el contexto de un mercado global la estructura minifundista, tan extendida en la Comunitat Valenciana y que en otros tiempos muy distintos a los actuales generó buenos dividendos, ha quedado obsoleta, incapaz de ofrecer respuestas a las nuevas exigencias. Sin rentas atractivas, las tierras se abandonan y el necesario relevo generacional solo llega a cuentagotas”

Como en cualquier ocupación económica, también en el mundo agrario la rentabilidad es clave, sin ese elemento nada se sostiene y en el contexto de un mercado global la estructura minifundista, tan extendida en la Comunitat Valenciana y que en otros tiempos muy distintos a los actuales generó buenos dividendos, ha quedado obsoleta, incapaz de ofrecer respuestas a las nuevas exigencias. Sin rentas atractivas, las tierras se abandonan y el necesario relevo generacional solo llega a cuentagotas.

Con el objeto de revertir esa tendencia preocupante, y con el apoyo explícito del propio sector y de todos los grupos de Les Corts, el govern del Botànic aprobó en 2019 la Ley de Estructuras Agrarias, que ofrece fórmulas muy ventajosas de gestión en común para ahorrar costes, modernizar la gestión y obtener unidades de cultivo mucho más competitivas. Pues bien, lamento tener que decir que los resultados de esa ley no son, a fecha de hoy, los necesarios: contamos con los instrumentos y se ha destinado un destacado presupuesto, pero nos faltan los participantes, aquellos que están llamados a ser los verdaderos protagonistas del cambio y los que me gustaría animar a que diesen un paso al frente.

La agricultura no está en crisis —que se lo pregunten a los fondos de inversión—; lo que está en crisis es un determinado modelo de agricultura. Es evidente que existe una distancia demasiado acusada entre el vigor del tejido empresarial agroalimentario y el colectivo formado por los productores, distancia en múltiples aspectos, desde organizativos hasta de mentalidad, que es necesario reducir. Los agricultores tienen que ser capaces, con el respaldo de la Administración, de generar estructuras que les permitan participar de forma mucho más directa en el valor añadido que se genera a lo largo de la cadena comercial. El mundo ha cambiado y, como sucede en todas las épocas de grandes transformaciones, se impone mover ficha para no quedarse atrás. El inmovilismo es nuestro peor enemigo.

El acervo de conocimientos, profesionalidad, tradición y buen hacer que acumula la agricultura valenciana constituye un patrimonio de primera magnitud que debemos preservar, pero para lograrlo es imprescindible saber readaptarse a los nuevos entornos. El gobierno valenciano, que ya ultima nuevas acciones como el Plan de Reconversión Citrícola, está firmemente comprometido en ese empeño y va a continuar prestando todo su apoyo al sector porque hacerlo merece la pena y porque está convencido también de las capacidades y atributos del colectivo agrario para superar cualquier desafío.

(*) Secretario autonómico de Agricultura y Desarrollo Rural de la GVA

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