La seguridad alimentaria se enfrenta al reto del cambio climático

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Numerosas instituciones han tomado cartas en el asunto para intentar hacer frente a esta problemática, como es el caso de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA)

En el campo se muestra la introducción de nuevas variedades para ser más resistentes a fenómenos meteorológicos adversos. / VF

Juan Javier Ríos. Efeagro.

Al reto de mantener la seguridad alimentaria le ha salido una amenaza que cobra fuerza y no es otra que el cambio climático porque el incremento de la temperatura y la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos adversos pueden menguar los avances logrados en alimentación en zonas como la Unión Europea.

Conscientes de ello, numerosas instituciones han tomado cartas en el asunto para intentar hacer frente a esta problemática, como es el caso de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).

De hecho, un equipo internacional de científicos dirigido por la EFSA ha desarrollado una metodología para identificar y definir los riesgos emergentes para la seguridad alimentaria y de los piensos, la salud vegetal y animal y la calidad nutricional relacionada con el cambio climático.
Denominado Clefsa, incluye “hojas de puntuación” que caracterizan los posibles efectos del cambio climático en una amplia gama de cuestiones relacionadas con la seguridad alimentaria, según señala la propia entidad.

Un equipo internacional de científicos dirigido por la EFSA ha desarrollado una metodología para identificar y definir los riesgos emergentes para la seguridad alimentaria y de los piensos, la salud vegetal y animal y la calidad nutricional relacionada con el cambio climático

Uno de los investigadores que permanece atento a las aportaciones de Clefsa es el experto en seguridad alimentaria y profesor del Departamento de Bromatología y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Córdoba, Antonio Valero.

En productos del campo

En el caso de los productos obtenidos de la tierra y de la ganadería, los informes científicos desarrollados, y que este experto avala, muestran que las prácticas agrícolas están siendo modificadas mediante la introducción de nuevas variedades para ser más resistentes a fenómenos meteorológicos adversos.

Sin embargo, el uso de nuevas variedades, unido al comercio global, son factores que influyen “de forma muy significativa” en la aparición de peligros que “antes no se contemplaban con tanta importancia”, como por ejemplo la introducción de especies exóticas invasoras en nuevas zonas o una mayor incidencia de microorganismos resistentes a antimicrobianos.

Esos microorganismos más resistentes pueden transmitirse, a partir de la producción primaria, hasta llegar al consumidor causándole resistencias que son actualmente “uno de los problemas de salud pública más importantes a nivel mundial”.

Los prolongados ciclos de sequía en algunas partes del mundo, también relacionados con el cambio climático, afectan también a la producción de cultivos destinados a la alimentación animal y a la disponibilidad de agua.

En ese caso, si el animal tiene menor disponibilidad de agua y se ve obligado a cambiar sus pautas alimentarias, todo ello le debilita, le hace “más propenso a contraer ciertas enfermedades” y en consecuencia depende más de los antibióticos, una práctica desaconsejada para luchar contra las resistencias.

De esta manera, según Valero, la resistencia a determinados antimicrobianos, especialmente antibióticos, “está siendo influenciada directamente por este cambio climático”.

El cambio climático incluso lleva al incremento de algunos alérgenos alimentarios y, por lo tanto, en una “mayor susceptibilidad” de la población a ellos

Hay estudios que constatan cómo el incremento de las concentraciones de dióxido de carbono (otro de los fenómenos asociados al cambio climático) aumenta la expresión de algunas proteínas de alérgenos en varias plantas, como por ejemplo en las leguminosas.

¿Hay solución?

Ante este panorama, Valero admite que la solución “no está al 100 % en nuestras manos” porque son fenómenos que aparecen “de forma aleatoria y cíclica” pero sí “podemos mitigar su efecto”.

Entre los consejos que aporta, destaca el de consumir productos frescos a nivel local, un “mejor y mayor” aprovechamiento del agua, reducir el uso de antibióticos (campo en el que “sí se está avanzando”), o implementar la innovación tecnológica para “anticiparnos y prevenir futuros problemas”.

En todo caso, es necesario concienciarse, según Valero, de que “es un problema a nivel global” y que “podemos ayudar” a solucionarlo para que las “generaciones futuras no estén abocadas a enfrentarlo”.