El CAECV habla sobre la falta de relevo generacional en el sector agrario

El campo se queda sin manos. / CAECV
Por el CAECV(*)
El campo se queda sin manos. Esta frase, tan breve como demoledora, resume una de las mayores amenazas para el futuro del medio rural: la falta de relevo generacional. Cada año, miles de explotaciones agrarias cesan su actividad sin que haya quien las continúe. En la Comunitat Valenciana, el problema alcanza proporciones alarmantes: la edad media de las personas profesionales del sector agrícola supera ya los 67 años, y apenas una minoría joven decide incorporarse a la actividad agraria. Sólo en el 20% del suelo agrícola valenciano, aquel dedicado a producción ecológica, la edad media baja a 56 años. Un dato que, aunque pueda parecer esperanzador, en realidad agrava el diagnóstico: incluso el modelo más innovador y sostenible se queda sin relevo.
La realidad es contundente: la agricultura valenciana tiene los días contados si no se adoptan medidas valientes y urgentes. Asistimos a jornadas sobre eficiencia de riego, nuevos cultivos, digitalización, robótica o inteligencia artificial aplicada al campo. Todo necesario, sí. Pero seguimos esquivando el verdadero problema: no hay nuevas generaciones dispuestas a asumir el testigo del campo.
Mientras desde Agricultura se anuncian ayudas para la incorporación de jóvenes, la Conselleria de Educación reduce progresivamente las opciones formativas vinculadas al medio agrario. Hoy, sólo once centros públicos en toda la Comunitat Valenciana ofrecen el grado medio en Agroecología. Y este mismo año se ha tomado una decisión que pone en jaque cualquier estrategia de relevo: a pesar de que 32 estudiantes se habían prematriculado en el ciclo formativo del IES Gregori Maians de Oliva, el centro ha optado por no continuar con dicha oferta.
¿Qué mensaje se está lanzando a las nuevas generaciones? ¿Que todas deben aspirar a ser profesionales del deporte, influencers o técnicos digitales? ¿Y quién garantizará el acceso a alimentos, el cuidado de la tierra, la gestión del territorio? La paradoja es dolorosa: con una agricultura envejecida, la Comunitat Valenciana sigue siendo una potencia agroalimentaria. En 2024, se alcanzó un récord histórico de exportaciones por valor de 9.217,8 millones de euros, un 24,9% del total de exportaciones valencianas. Lideramos la exportación nacional de frutas (36,2% del total), con 3.933 millones de euros, y sumamos 1.191 millones en hortalizas y 2.710 millones en productos transformados.
Además, el sector ecológico no deja de crecer. En 2024, el volumen de facturación de la producción ecológica en la Comunitat Valenciana ascendió a 832,8 millones de euros, con un incremento del 13,2% respecto al año anterior y más de 830 empresas registradas. Aun así, el relevo generacional sigue sin llegar.
El sector agroalimentario valenciano sostiene el 12,2% del empleo autonómico, genera un valor añadido bruto de 11.345 millones de euros y representa el 9,1% del PIB regional. Somos la tercera comunidad autónoma en exportaciones agroalimentarias, con un superávit comercial de 3.206 millones y más de 4.000 empresas exportadoras.
Una agricultura sin relevo está sosteniendo la economía valenciana. ¿No ha llegado ya el momento de empezar a creer en nuestro propio modelo?
Cada año se abandona el 10% del suelo agrario. Tierras fértiles, con un clima privilegiado, se quedan sin actividad. No somos conscientes de que la agricultura es mucho más que producir alimentos. Es cultura, paisaje, memoria, sostenibilidad. Es futuro. Muchas personas que hoy ocupan puestos profesionales en otros sectores provienen de familias que trabajaron el campo, que vivieron del “campet”.
Durante demasiado tiempo hemos transmitido un mensaje peligroso: “Estudia, y aléjate del campo”. Pero es urgente cambiar el discurso. Ya no quedan suficientes profesionales en la agricultura, la ganadería o la pesca. Y hay que decirlo claro: no lo están poniendo fácil. Aun así, quienes siguen en el sector demuestran cada día que transforman cada gota de agua en alimento, que producen calidad y sostenibilidad, que mantienen vivo un sistema que da sentido al territorio.
Nuestra agricultura no es sólo economía: está en nuestras tradiciones, en nuestras fiestas, en nuestro paisaje, en nuestra gastronomía. Es nuestra mejor carta de presentación ante el mundo. Es identidad, es arraigo, es sostenibilidad.
¿A qué estamos esperando?