En medio de la cuarentena, la poca vida social de las ciudades gira en torno a las tiendas de alimentación y los mercados locales

Frutería en el mercado de Madrid. / EFEAGRO
Al otro lado del mostrador de una panadería del centro de Madrid, Carlos recibe a los compradores con mascarilla y guantes. “Me basto yo solito”, dice el jefe del local, que para minimizar riesgos ha pedido a sus empleados que se queden en casa.
Él sigue abriendo todas las mañanas la tienda, viendo cómo la afluencia de personas que compran pan ha aumentado durante el estado de alarma, que obliga a los ciudadanos a permanecer -y comer- en sus hogares.
“Me sorprende la gente mayor, que viene menos protegida (pese a ser grupo de riesgo). El comentario típico es que, como ya han pasado la guerra, el coronavirus no les va a matar y si eso sucede, les da igual”, afirma.
Albina, frutera del mismo barrio, admite que sus ventas también han crecido estos días, por “la obsesión de la gente con creer que se puede quedar sin comida” a pesar de que “los suministros, de momento, están siendo normales”.
Pocos establecimientos permitidos
En las calles de la capital, con restaurantes, bares y otros tantos lugares cerrados, las filas que se forman son las de individuos que aguardan para entrar en los únicos establecimientos permitidos, como pequeñas tiendas de alimentación, farmacias o supermercados, manteniendo un metro de distancia.
En los 45 mercados municipales de Madrid, fuentes del Ayuntamiento de Madrid detallan que el personal de seguridad está repartiendo números de espera y coordinando las entradas y salidas para evitar aglomeraciones.
Muchos de esos centros de abastos han facilitado un teléfono para que los clientes puedan realizar así sus pedidos y recogerlos, bien presencialmente a una hora indicada o con el servicio a domicilio.
Muchos mayores que eran clientes habituales han dejado de acudir a los mercados, ya que otras personas se encargan de llevarles la compra, según las fuentes.
En el Mercado Central de Valencia, por ejemplo, los pedidos de comida por web, teléfono o correo electrónico se pueden recoger ese mismo día en un sitio a pie o en otro sin bajarse del vehículo.
Los 38 mercados municipales alimentarios de Barcelona, que albergan 2.100 establecimientos, también se mantienen abiertos para garantizar el abastecimiento, mientras que en varios se ha habilitado la distribución a domicilio.
Tino Mora, presidente del Gremio de Detallistas de Frutas y Verduras de Barcelona, subraya que “el comercio de la alimentación se está salvando” en las actuales circunstancias, aunque apunta que las ventas minoristas no son tantas como las de las grandes superficies.
“Ahora la venta se está realizando en un 70 % a través del teléfono o del whatsapp, la gente encarga el producto y va a buscarlo a su punto habitual en el mercado o la tienda más cercana”, precisa.
Entrelo más reclamado, menciona productos básicos como manzanas, plátanos, tomates, judías y lechugas, de temporada y origen nacional, cuya demanda se ha duplicado y hasta triplicado en algunos casos.
En desventaja frente a los supermercados
Desde la Asociación Nacional de Centrales de Compra y Servicios (Anceco), su presidente, Jordi Costa, señala que han experimentado estos días un crecimiento medio del 8,9 % de las entregas y pedidos.
“Tras los primeros días de confusión, la situación se ha normalizado gracias a una compra más racional por parte de los consumidores al comprobar que no existía desabastecimiento”, según el representante de las centrales de compra, operadores que ayudan a las pymes a competir frente a los grandes distribuidores.
Para Ignacio Cruz, catedrático de Comercialización de la Universidad Autónoma de Madrid, la reacción de los consumidores irá cambiando en el tiempo.
Si antes un tercio de la venta de alimentos se destinaba a laalimentación fuera del hogar, equivalente a unos 30.000 millones de euros, ahora una parte se repartirá entre la distribución minorista, los supermercados y el comercio tradicional.
Cruz prevé que, “en una situación de confinamiento, la gente irá solo a un punto de venta que le proporcione de todo”, como los supermercados de proximidad, lo que puede perjudicar más a los comercios tradicionales especializados y a los mercados.