Cirilo Arnandis: “Mercosur: A pagar el ‘pagafantas’ de siempre”

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El Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agro-alimentàries, Cirilo Arnandis, opina sobre el acuerdo comercial de la Unión Europea con Mercosur

Cirilo Arnandis explica que, “si bien el comercio español y europeo de cítricos se cimenta principalmente en producto en fresco, también es cierto que la transformación de cítricos en el viejo continente ejerce un doble efecto regulador global del producto”. / Archivo

Cirilo Arnandis (*)

Ahora o nunca, pensó la presidenta de la Comisión Europa. Este era el momento oportuno para viajar a Uruguay y firmar el tratado con Mercosur de una vez por todas. Francia, el país más reticente a esta firma, está atravesando una grave crisis institucional, con su primer ministro dimitido, un gobierno descabezado, un Consejo de Ministros pensando más en su retirada que en otra cosa, un Parlamento desmembrado y sin una coalición que pueda dar soporte efectivo a ningún ejecutivo. Y, por si fuera poco, los agricultores están otra vez en la calle, bloqueando carreteras, e incluso volviendo a las andadas volcando mercancías agrícolas cuyo origen no sea Francia. Afortunadamente, las democracias tienen sus mecanismos para salir de este tipo de crisis institucionales, aunque un gobierno, como el último del país vecino, tan sólo haya durado poco más de tres meses. Por eso se ha dado tanta prisa la Sra. von der Leyen.

“En esta ocasión hay que decir que los productos industriales, servicios e inversiones de la Unión Europea son los grandes beneficiados, mientras que los cítricos salimos perjudicados en una negociación de Bruselas”

El pasado día 7 de diciembre la Comisión Europea y los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) firmaban, otra vez, el acuerdo comercial entre ambas zonas, finalizando un proceso que se inició en el año 1995. Digo otra vez, porque este acuerdo tuvo una firma inicial el 28 de junio del 2019. En aquella ocasión, la posición reticente de algunos Estados miembros y algunos grupos políticos europeos, llevaron a la Comisión a no ponerlo encima la mesa para su ratificación. Es por ello por lo que en esta ocasión lo que se ha negociado es un protocolo añadido al acuerdo inicial, introduciendo nuevas cuestiones en materia de sostenibilidad para intentar limar estas reticencias y así facilitar su ratificación. Pese a esta firma, todavía faltan importantes preguntas por responder sobre algunas cuestiones específicas prácticas del acuerdo, e incluso sobre cómo se va a ratificar por parte de la Unión Europea, pues además de Francia, hay más países reticentes, entre los que no se encuentra España.

“Se trata del acuerdo comercial más grande del mundo que abarca a 773 millones de personas y por lo tanto el mayor acuerdo que la Unión Europea haya firmado nunca”

“Con este pacto, Bruselas quiere dar un mensaje de apoyo al multilateralismo y a sus reglas, intentado frenar la caída de la influencia europea en Mercosur en favor de China y promover acuerdos comerciales con países que compartan los mismos valores democráticos, en contrapartida a Rusia y sus socios”

Y ahora toca valorizar lo firmado. Se trata del acuerdo comercial más grande del mundo que abarca a 773 millones de personas y por lo tanto el mayor acuerdo que la Unión Europea haya firmado nunca. Mucho más que el acuerdo de Japón o el de Canadá, suponiendo del orden del 20% del PIB mundial. Con este pacto, Bruselas quiere dar un mensaje de apoyo al multilateralismo y a sus reglas, intentado frenar la caída de la influencia europea en Mercosur en favor de China y promover acuerdos comerciales con países que compartan los mismos valores democráticos, en contrapartida a Rusia y sus socios. A la vista de esta estrategia, me vienen a la memoria los últimos informes elaborados por Enrico Letta y Mario Draghi que, en términos coloquiales, venían a decir que Europa estaba en la parra y que tenía que espabilar. Esperemos que, nuevamente, no vayamos de ingenuos frente a otro tipo de políticas, como por ejemplo las anunciadas por Donald Trump.

En esta ocasión hay que decir que los productos industriales, servicios e inversiones de la Unión Europea son los grandes beneficiados. Es la primera vez que Mercosur abrirá su mercado a licitaciones públicas, un sector que mueve grandes sumas de dinero, y donde las empresas comunitarias son muy competitivas. También se nos dice que existen sectores agrarios comunitarios a los que se abre una ventana para aumentar sus exportaciones como es el caso del vino, los espirituosos, el aceite de oliva, la aceituna de mesa o una mayor facilidad de importar pienso para la ganadería europea. Por el contrario, hay otros sectores que ven el acuerdo con mucha preocupación y como una grave amenaza, caso de la carne de vacuno, el azúcar, el maíz, el pollo, el arroz o el zumo de naranja. Nuevamente los cítricos salimos perjudicados en una negociación de Bruselas, quedando como una especie de “pagafantas”.

Hablar de materia agraria en este acuerdo es hablar de muchas cosas, pero si aplicamos el filtro de nuestro sector de las frutas y hortalizas, es evidente que donde salimos más perjudicados es en lo relativo al zumo de naranja. Por más que las fuentes oficiales nos digan que este acuerdo supone una oportunidad para la exportación europea de cítricos frescos, frutas rojas, hortalizas en conserva como tomate y melocotón, o mermeladas, lo cierto es que este volumen posible es difícil que equilibre el potencial que ya tiene la exportación de zumo de naranja de Brasil a Europa. No en vano, actualmente la Unión Europea importa el 90% de su zumo de naranja de este país. Si bien en la actualidad existe un déficit en la oferta brasileña de este producto, en buena parte derivado por el impacto del HLB en sus explotaciones, lo cierto es que la eliminación del arancel actual (entre el 12% y el 18%) en 7 años, y la previsible recuperación de las plantaciones, hará que el zumo de naranja procedente de Brasil hacia Europa gane en competitividad.

Si bien el comercio español y europeo de cítricos se cimenta principalmente en producto en fresco, también es cierto que la transformación de cítricos en el viejo continente ejerce un doble efecto regulador global del producto. De una parte, se destinan al zumo aquellas frutas de menor aptitud comercial, las que teniendo toda la calidad interna del fruto, tienen un aspecto externo poco atractivo, por lo que su oferta en fresco generaría un impacto negativo en la imagen del sector. Así, esta fruta tiene una utilidad en la industria de transformación, ofreciendo una salida económica al tiempo que se evita el desperdicio alimentario. Igualmente, la industria de transformación suele suponer el suelo de referencia en las cotizaciones del producto en el campo. Queda claro que la mayor facilidad en la exportación de zumo de naranja desde la otra parte del Atlántico tendrá un claro impacto en la totalidad de la producción citrícola europea.

Un capítulo importante, o al menos, debería serlo, es el de la seguridad sanitaria y fitosanitaria. Bruselas lo vende como un logro porque dice que las normas de la Unión Europea no bajan su nivel, pero para el sector agrario es decepcionante, ya que los controles y reglas no se endurecen con respecto a los actuales. Sobre todo, a la vista de las interceptaciones de plagas cuarentena de los últimos años, y que ponen en peligro, de modo incomprensible, nuestra citricultura. Recordar que incluso Bruselas ha llegado a cerrar las importaciones citrícolas procedentes de Argentina. Pese que el acuerdo contempla el “principio de precaución”, por el que las autoridades tienen derecho a actuar en caso de peligro de la salud humana, animal y sanidad vegetal, y aunque se explicite que se actuará bajo el amparo de la argumentación científica, sabemos, y lo constatamos día a día, que otras políticas y otros intereses pesan más que la agricultura. 

En materia medioambiental Europa lo firma todo en el contexto internacional, y puede que así deba de ser. La Comisión Europea, en su reciente toma de posesión, ha anunciado la continuidad del Pacto Verde Europeo, lo que supone un esfuerzo importante para nuestro sector, y un impacto notable en su competitividad. Es por ello por lo que este tema debía ser un capítulo importante, y que incluso ha resultado ser muy controvertido en toda la negociación. El presidente de Brasil dijo en campaña electoral que se iba a salir del “Acuerdo de París contra el cambio climático”, razón por la que había tanto recelo en Bruselas a la hora de negociar un acuerdo comercial con Mercosur. La negociación ha conseguido que Brasil no se salga de dicho acuerdo, y que se comprometa a implantar diversos acuerdos internacionales a favor del medioambiente como la Convención internacional de protección de especies o la Convención de la Diversidad Biológica, entre otros. Todo un logro para la Unión Europea, aunque habrá que ver cómo Brasil implementa e interpreta todo esto. Recordar que el Acuerdo de París supone para Brasil una reducción de emisiones efecto invernadero del 37%, parar la deforestación ilegal del Amazonas y reforestar 12 millones de hectáreas antes del 2030. Seguro que nadie apuesta por que el incumplimiento en esta materia lo paralice todo. 

Pese a lo anunciado, queda un largo camino para la entrada en vigor de este acuerdo. Sobre todo, concretar detalles que para el sector agrario son clave con el fin de aumentar su potencial, en aquellos productos en los que el acuerdo beneficie, y minimizar los efectos negativos en los sectores amenazados. De igual manera, tampoco está claro el procedimiento político de ratificación en Europa. Espero que este largo camino sirva, cuanto menos, para que los de siempre dejemos de ser el tonto útil.

(*) Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agro-alimentàries

Acceso al artículo de opinión en la página 6 del ejemplar de Valencia Fruits. 

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