Cirilo Arnandis: “Que miren hacia otro lado”

AgroFresh FRESCOS

El Presidente de Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries, Cirilo Arnandis, opina sobre la concienciación respecto al desperdicio alimentario

Donde menos desperdicio de alimentos se produce es en el ámbito de la producción primaria. / ÓSCAR ORZANCO

Cirilo Arnandis (*)

Todos los días, ya sea a través de las redes sociales o de los medios de comunicación, recibimos información en relación con el “Día internacional o mundial de…”. Desde temas tan trascendentes como el cáncer, el síndrome de Down, niños víctima de agresiones o donantes de sangre, por citar varios de ellos, hasta otros temas más curiosos o anecdóticos tienen su día. En estas fechas se reivindica alguna causa concreta, dándole visibilidad y sensibilizando a la población, con el objetivo de que llame la atención al conjunto de la ciudadanía de una forma destacada. La mayoría de estas fechas nacen a instancias de Naciones Unidas o de algunas de sus distintas agencias, si bien también es posible proclamar días internacionales por parte de colectivos o de causas con suficiente relevancia y poder mediático.

“El 29 de septiembre es el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, que tiene como objetivo hacer un llamamiento a la sociedad y a las distintas Administraciones para que actúen con el objetivo de reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos”

En este contexto, el 29 de septiembre es el elegido para la celebración, del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, que en 2023 celebraba su cuarta edición. La fijación de esta fecha, a cargo de la Asamblea General de Naciones Unidas, tiene como objetivo hacer un llamamiento a la sociedad y a las distintas Administraciones para que actúen con el objetivo de reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos. Con ello se contribuirá al cumplimiento de la Agenda 2030, y de modo más concreto, se trata de promover acciones colectivas para alcanzar la Meta 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Con ello se pretende contribuir a reducir a la mitad el desperdicio per cápita de alimentos en el planeta, tanto a nivel minorista como de consumo, así como reducir de igual modo las pérdidas de alimentos a lo largo de la cadena de producción y suministro de alimentos.

No cabe duda de que este empeño es encomiable, pues sobre el papel, son todo ventajas. De una parte, en un contexto finito de recursos en el planeta, todo aquello que se desperdicia consume recursos a cambio de nada. Por otra parte, lo que consume recursos tiene un coste económico sin contrapartida. Es decir, que supone pérdidas de entrada, ya sean de tipo monetario o de coste de oportunidad. Coste que se incrementa si, además, hay que dar una solución, dentro de los cauces técnicos y normativos, a aquellos productos que no se han consumido. Finalmente, hay quien entiende que, habiendo hambre en el mundo, o cuanto menos, colectivos desfavorecidos, cómo es posible que haya comida que vaya directamente a la basura, de tal forma que estando en situación de consumo, no tenga otro aprovechamiento posible. Como vemos, opiniones para todos los gustos con más o menos razón, o con más menos distancia a posiciones realistas o demagógicas. 

Para aproximarnos a esta cuestión, creo que hay que empezar por definir dos cuestiones que con bastante facilidad se superponen, cuando no se confunden, llegando incluso a tratarse como sinónimos cuando no lo son. Así, residuo y desperdicio no son lo mismo. En una primera aproximación, y por lo que respecta a nuestro sector, bien se puede entender como residuo las partes no comestibles de un producto, caso de huesos o cáscaras de fruta, mientras que como desperdicio bien se podría entender aquel producto que, en disposición de poder ser comercializado o consumido, no lo es. Pero las cosas no son tan fáciles ni tan diáfanas como aparentan ser. De entrada, en la producción agraria se dan frutos en su mayoría comercializables, pero existe una parte, mayor o menor, que por diversas causas no admite el mercado. Así, por ejemplo, sí nos encontramos ante una fruta afectada por alguna plaga en la piel o en la cáscara, si le quito esa parte afectada, ¿se podría consumir la parte no afectada? Igual el resto sano sí que se podría comer sin mayor problema, pero es seguro que nadie se atrevería a ello, desechando la fruta íntegra, por lo que me gustaría saber en ese caso si nos encontramos ante un caso de residuos o de desperdicio.

“Según Eurostat, la oficina de estadística oficial comunitaria, más de la mitad del desperdicio de alimentos en la UE se da en los hogares, con un 53% del total. Le sigue el proceso de transformación y fabricación de alimentos con un 20%, el 9% en restaurantes y servicios de restauración y el 7% en el comercio al por mayor y al por menor. En nuestro caso, la producción primaria, este valor es del 11%”

Más allá de disquisiciones de cualquier tipo, lo bueno es cuantificar para saber de qué estamos hablando. Según Eurostat, la oficina de estadística oficial comunitaria, más de la mitad del desperdicio de alimentos en la Unión Europea se da en los hogares, con un 53% del total. Le sigue el proceso de transformación y fabricación de alimentos con un 20%, el 9% en restaurantes y servicios de restauración y el 7% en el comercio al por mayor y al por menor. En nuestro caso, la producción primaria, este valor es del 11%. Según un estudio publicado en medios de comunicación del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), tres son los motivos principales por los que cierta producción vegetal no supera la fase de producción primaria. Así, el primer tipo de pérdidas, que denominan como evitables, serían las causadas por producción no cosechada por no obtener precio rentable; las pérdidas posiblemente evitables serían la de los productos que no cumplen los estándares de calidad establecidos normativamente para su venta; finalmente, las pérdidas inevitables serían las debidas a problemas técnicos como destrozos en el proceso de recolección por parte de los recolectores. 

Quien lea este estudio quizás entienda que toda esa producción acaba degradándose sin opción alguna de ser suministro de cauces alternativos. Si bien es cierto que, en los casos indicados, es difícil la comercialización en fresco, no es menos cierto que existen diversas posibilidades de otros usos que, si bien no obtienen la rentabilidad del mercado en fresco, sí que suponen un destino alternativo que genera otra clase de productos derivados y de ingresos económicos. Con motivo de la celebración del Día Internacional del Desperdicio Alimentario, Cooperativas Agro-alimentarias de España publicó una nota de prensa en la que se ponía el acento en algunas de las actuaciones que el sector cooperativo está poniendo en marcha en este sentido. Con ello se da un uso alternativo a la producción con menor aptitud comercial en fresco, generando así ingresos alternativos, y generando un menor impacto medioambiental. Actuaciones en la línea de la transformación en zumo y cremogenado de frutas, destilerías, congelados y conservas, alimentación animal, obtención de aceites esenciales, aprovechamiento en IV y V gama, además de donaciones a entidades sociales o bancos de alimentos, dan una segunda vida a la producción no apta —o menos apta— para su comercialización en fresco.

“Según datos del propio Ministerio de Agricultura, la sociedad española, por lo que a desperdicio alimentario se refiere, progresa adecuadamente. El año pasado, los españoles tiramos a la basura un 6% menos de kilos/litros sin consumir, lo que en principio se achaca a la reducción del consumo de alimentos por el incremento de precios. En relación con los distintos tipos de alimentos, la mayor reducción del desperdicio se da en las frutas, con un 8%, le siguen las verduras y hortalizas, con un 3,4%, y la leche líquida con un 2,8%”

Según datos del propio Ministerio de Agricultura, la sociedad española, por lo que a desperdicio alimentario se refiere, progresa adecuadamente. En el documento titulado Informe del desperdicio alimentario en España 2022, se constatan algunas cifras interesantes, Así, en el año pasado, los españoles tiramos a la basura un 6% menos de kilos/litros sin consumir, lo que en principio se achaca a la reducción del consumo de alimentos por el incremento de precios. Según el mismo informe, los hogares que no desperdician nada han subido del 26% en 2021 al 30% en 2022. Fuera de casa, más de la mitad de los consumidores no tira nada. En relación con los distintos tipos de alimentos, la mayor reducción del desperdicio se da en las frutas, con un 8%, le siguen las verduras y hortalizas, con un 3,4%, y la leche líquida con un 2,8%. Por el contrario, aquellos alimentos en los que se realiza una peor gestión, según el informe del Ministerio, son los embutidos, los platos preparados y las pastas, donde los datos sobre desperdicio, en lugar de bajar, suben.

No voy a acusar a nada ni a nadie, pero lo que es evidente, a la vista de los datos, es que donde menos desperdicio de alimentos se produce es en el ámbito de la producción primaria, y de modo más concreto en nuestro sector. De igual manera, se constata como nuestras producciones son capaces de trasmitir este concepto a los consumidores. Es por ello por lo que la norma que se está elaborando en Bruselas, y su correspondiente trasposición nacional, debería de incidir en aquellos ámbitos y procesos en los que se dé en mayor medida este tema. Y es que, de entrada, debería de contemplar en mayor medida un enfoque didáctico, más que sancionador, ya que es imposible sancionar a los consumidores en sus hogares, además de ser políticamente poco rentable. En mi opinión, en un error de concepto, pues se está derivando el sistema sancionador al único proceso controlable como es el caso de los almacenes de manipulación de nuestros productos.

Como primera idea, pensemos que una planta no es una fábrica donde se produce tornillos todos iguales, y en la que el producto defectuoso se puede reciclar en el proceso de producción, Por otra parte, hay que incidir una vez más que el campo no está para perder dinero, por lo que es el más interesado en obtener renta, por diversos cauces, de cuanta mayor producción mejor. Es por ello por lo que somos los primeros interesados en desperdiciar cuanta menos producción sea posible. Involucrar en la norma como protagonista del desperdicio alimentario a la producción primaria no deja de ser un grave error, poco efectista para la consecución del objetivo que persigue.

(*) Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agroalimentaries.

Acceso al artículo de opinión en la página 6 del ejemplar de Valencia Fruits. 

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