El abogado y socio del Bufete Agrolegal Especialista en Propiedad Industrial y Obtenciones Vegetales, Rafael Grau, habla sobre las variedades vegetales en el contexto de la sostenibilidad

Las variedades se convierten en una herramienta esencial para alcanzar la competitividad y la sostenibilidad, conectando ciencia, producción y mercado. / ARCHIVO
Rafael Grau Corts (*)
Innovación, sostenibilidad y valor: una visión de futuro
Las variedades vegetales son uno de los grandes motores de la agricultura moderna, pero también una oportunidad estratégica para modernizar la gestión del sector. Cada nueva variedad encierra innovación, conocimiento y tecnología aplicados al campo, y debe responder no sólo a las demandas del productor, sino también a las del distribuidor, el retailer y el consumidor final.
Hoy los mercados exigen mucho más que un producto sabroso o atractivo: buscan larga vida comercial, homogeneidad, formatos cómodos para el consumo y mayor conservación. Las variedades se convierten así en una herramienta esencial para alcanzar la competitividad y la sostenibilidad, conectando ciencia, producción y mercado.
Una legislación con lagunas para los cultivos plurianuales
El derecho del obtentor, regulado por el Reglamento (CE) 2100/94 y la Ley 3/2000 de 7 de enero, concede a quien desarrolla una variedad nueva el control exclusivo sobre su multiplicación y comercialización. Sin embargo, la legislación está diseñada principalmente para los cultivos anuales, donde cada campaña requiere nuevo material vegetal y el derecho puede ejercerse con facilidad mediante licencias de multiplicación.
En cambio, los cultivos plurianuales -como frutales- presentan un reto distinto: una sola plantación puede producir cosecha durante toda su vida útil. El obtentor sólo controla la primera venta del material vegetal, y la protección jurídica se centra en los componentes de la variedad (plantas, esquejes, semillas), no en el producto de la cosecha.
Esto deja un espacio vacío que los actores del sector deben llenar mediante estrategias de explotación económica complementarias, capaces de capturar parte del valor que se genera en el mercado del fruto.
En algunos casos, estos modelos llegan incluso a fórmulas singulares, como contratos en los que los productores arriendan sus tierras al obtentor o al licenciatario master, de modo que la gestión de la plantación queda en manos del titular de la variedad, evitando una licencia formal. Estas estructuras, aunque eficaces en el control, plantean interrogantes legales.
De la licencia clásica a los acuerdos integrados
El sistema tradicional de licencia de producción sigue siendo la base jurídica de muchas explotaciones. En él, el vivero multiplica el material vegetal y lo entrega al productor bajo contrato, estableciendo obligaciones de no multiplicación, reconocimiento de la variedad y verificación mediante inspección.
El productor mantiene plena libertad sobre la gestión de la cosecha.
Se trata de un modelo sencillo y legalmente claro, aunque su control termina con la entrega del material vegetal.
En otros casos, el material vegetal se entrega dentro de contratos de suministro o distribución integrados en planes estratégicos de colaboración.
El licenciatario master coordina la plantación, la calidad y la comercialización del fruto, estableciendo royalties periódicos o proporcionales al valor de la cosecha.
Este sistema puede ser más equitativo, al vincular la retribución al beneficio real, pero también puede generar riesgos de restricción de la competencia si el obtentor controla el destino o la venta del producto final.
Control, defensa y promoción: los clubs de productores
Una fórmula que gana terreno en el ámbito de la gestión de variedades protegidas son los clubs de productores: asociaciones cerradas de agricultores autorizados a cultivar una variedad bajo condiciones específicas.
Estos clubs garantizan la producción legal y controlada, fortaleciendo tres pilares esenciales:
- Control: mediante trazabilidad y sistemas de identificación, desde el material vegetal hasta la fruta final.
- Defensa: detección de infracciones y multiplicaciones ilegales, con inspecciones de campo y acciones legales cuando sea necesario.
- Promoción: estrategias colectivas de marketing y posicionamiento en el mercado, diferenciando la fruta como producto “premium” o exclusivo.
En este modelo, se separa claramente la retribución al obtentor, que corresponde a la transferencia tecnológica de la mejora, de las cantidades de mantenimiento del sistema, que suelen ser proporcionales al rendimiento del producto de la cosecha. Esta distinción permite minimizar riesgos legales y de competencia, asegurando que el club funcione dentro del marco normativo vigente.
Marcas y modelos mixtos: el valor añadido de la identidad
Las marcas registradas se han convertido en una herramienta esencial para trasladar el valor de la innovación varietal al mercado.
Aunque una variedad no puede registrarse como marca – ni una marca adoptar el nombre varietal -, ambas pueden coexistir y reforzarse mutuamente.
Ejemplos como Pink Lady® (manzana), Dori® (kiwi) o Persimon® (kaki) muestran cómo la marca puede ser el motor que transforma una variedad en un producto con identidad propia.
Las marcas colectivas, como Marlene®, Zespri® o Plátano de Canarias, van más allá: agrupan diferentes variedades o zonas productoras bajo un signo distintivo común, garantizando calidad constante y suministro durante todo el año.
Su fuerza radica en la cooperación: la unión de productores, comercializadores y obtentores bajo un mismo proyecto de valor.
Por su parte, los modelos mixtos representan una estructura híbrida entre el derecho del obtentor y la marca comercial.
En ellos, la protección genética se integra con la estrategia de diferenciación del producto final. El éxito de estos modelos depende de una correcta delimitación contractual que distinga entre el control del material vegetal (objeto del derecho de obtentor) y las condiciones de uso de la marca (objeto de la estrategia comercial), evitando conflictos o restricciones de mercado.
Hacia una gestión de vanguardia
Los sistemas de explotación varietal reflejan la evolución de una agricultura que ya no se basa solo en la producción, sino en la gestión profesional, la identificación y el impulso.
Una gestión vanguardista no puede limitarse a la protección jurídica: debe integrar la innovación tecnológica, la colaboración entre eslabones y una visión de mercado a largo plazo.
Porque, al final, una variedad no es solo una planta, es una tecnología viva que, si se gestiona con inteligencia, puede generar valor sostenible para toda la cadena agroalimentaria.
* Abogado y Socio del Bufete Agrolegal Especialista en Propiedad Industrial y Obtenciones Vegetales
Acceso a la noticia en la página del dossier de Producción Sostenible en el ejemplar de Valencia Fruits.
Acceso íntegro al último ejemplar de Valencia Fruits.




