La grave crisis del campo y la pandemia de la COVID-19 han sido los grandes protagonistas de este año 2020
El año comenzó con el anuncio de las asociaciones Asaja, COAG y UPA de las movilizaciones que se estaban organizando para protestar por la situación desfavorable del sector agrícola y ganadero. La falta de precios justos, la grave crisis de rentabilidad de las explotaciones, el reto climático y la imposición de barreras comerciales fueron los factores que lanzaron a los agricultores españoles a la calle con sus tractores a modo de protesta.
Las manifestaciones se sucedieron durante el mes de febrero por distintos puntos del país como Santiago de Compostela, Zaragoza, Vitoria, Don Benito (Badajoz), Logroño, Almería, Valladolid, Zamora, Palencia, Burgos, Jaén, Soria y Ávila. Pronto se sumarían otras provincias: Toledo, Madrid, Córdoba, Málaga, Valencia y Granada. Durante la primera semana, se contabilizaron unos 35.000 asistentes repartidos en 14 puntos de España pertenecientes a siete comunidades autónomas distintas; algo que las asociaciones organizadoras calificaron de “éxito rotundo”.
Ante esta situación, el Gobierno de España planteó una batería de medidas para acabar con la crisis de rentabilidad del campo; entre ellas, la reforma de la Ley de la Cadena Alimentaria. En este sentido se propuso una relación más precisa de las prácticas comerciales prohibidas, la regulación de la venta a pérdidas además de la obligatoriedad de incluir el coste de producción como factor para el establecimiento de los precios agrarios. Las sanciones de las empresas que no cumplieran las medidas, serían publicadas. El Ejecutivo también expuso la modificación de la Ley de Organizaciones Interprofesionales y el incremento de la dimensión cooperativa.
La pandemia puso de manifiesto la esencialidad del sector agroalimentario
Las medidas para aliviar la crisis agraria por parte del Gobierno llegaron hasta el 25 de febrero cuando el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto Ley que incluyó la modificación de la Ley de la Cadena Alimentaria. Esta medida prohibió la venta a pérdidas y los contratos agrarios pasaron a ser obligatorios ya además debían incluir los costes de producción.
Las organizaciones agrarias suspendieron las protestas, pero no por la conformidad de las medidas que había tomado el Gobierno, sino por la llegada en marzo del coronavirus. En la séptima semana de protestas en la que los agricultores denunciaban el encarecimiento de costes frente a la baja remuneración que reciben por sus productos se paralizaron las manifestaciones por seguridad ante la crisis sanitaria.
Coronavirus
La semana previa a que se decretara el Estado de Alarma el 14 de marzo la incertidumbre suscitada por la pandemia hizo que la población comprara de forma masiva en los supermercados. Se puso entonces de manifiesto la esencialidad del sector agroalimentario en un momento en el que el campo protestaba por su devaluación.
El abastecimiento y calidad de los productos agroalimentarios estuvieron garantizados durante toda la cuarentena (quitando algún episodio de rotura de stock).
Este sector se vio reforzado y supo cumplir con su labor ante una situación tan excepcional en la que el mundo entero se ha visto inmerso. Aun así, no fueron pocas las dificultades que este sector encontró para satisfacer las necesidades de los ciudadanos.
El cierre de fronteras en la Unión Europea dificultó el abastecimiento del mercado europeo. Al comienzo de la pandemia el transporte se vio afectado por los controles fronterizos. A este problema se le sumaron otros como la falta de mano de obra para las campañas, el aumento de los costes por las medidas sanitarias, el cierre de la hostelería y la cancelación de fiestas. No obstante, el sector hortofrutícola español, “la huerta de Europa”, ha podido resolver su campaña más difícil.
Sobreproducción
La pandemia puso de manifiesto la esencialidad del sector agroalimentario. Sin embargo, las dificultades que atraviesa el campo están a la orden del día. En noviembre tuvo lugar una superproducción de hortalizas por las condiciones climáticas favorables a lo que se sumó la fuerte competencia por parte de terceros países, sobre todo de Marruecos, lo que propició la caída en picado de los precios de dichos productos.
Los agricultores volvieron a hacerse oír, pero esta vez no con manifestaciones multitudinarias, sino con la destrucción de parte de la producción de hortalizas a modo de protesta. Con este gesto pedían incrementar los controles de las importaciones que llegan a España para garantizar que se cumplen los acuerdos y que se pagan los aranceles impuestos.
Las asociaciones agrarias Asaja, COAG, UPA, Coexphal y Ecohal consiguieron llegar a un acuerdo a finales de noviembre. Según dicho acuerdo se pasaría a destruir el 10% de la producción para lograr un equilibrio de precios. Aun así, esta acción resultó insuficiente y las diferentes asociaciones demandan retirar más cantidad de producto y endurecer el control sobre terceros países que suponen una competencia fuerte y desleal para el sector hortofrutícola español.
Si el año comenzaba con manifestaciones masivas para subsanar las desigualdades en la producción y baja rentabilidad del campo, acaba el año y no se han solucionado las reivindicaciones de los agricultores.
Comercio exterior
Las empresas agroalimentarias españolas comenzaron 2020 a buen ritmo en comercio exterior, con un aumento de las exportaciones que les sirvió para tomar aire antes de sumergirse en la incertidumbre económica que trajo el coronavirus. Según datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, las ventas al extranjero en alimentación, bebidas y tabaco crecieron el 8,2% anual entre enero y febrero (8.593 millones de euros). En el mismo periodo de tiempo las exportaciones de frutas y hortalizas frescas se incrementaron un 10% anual, manteniéndose como el principal sector exportador agroalimentario, con un saldo a favor de 2.655 millones de euros.
El valor de las importaciones españolas de frutas y hortalizas frescas creció un 8% hasta septiembre respecto al mismo periodo del año anterior, totalizando 2.309 millones de euros.
Marruecos se ha ido situando como el principal proveedor de España con un crecimiento del 16% y 597 millones de euros, según los datos del Departamento de Aduanas e Impuestos Especiales. El mayor crecimiento en las importaciones de hortalizas procedentes de Marruecos corresponde al tomate con un 28% más en volumen, sumando 52.291 toneladas, y un 39% en valor, totalizando 55 millones de euros. En cuanto a las frutas, la impor- tación procedente de Marruecos ha crecido fuertemente en el periodo analizado, un 55% en volumen, situándose en 216.068 toneladas, y un 29% en valor, con 376 millones de euros.
La sandía, con 88.570 toneladas y un 63% más; la naranja, con 44.331 toneladas (+74%) y el arándano, con 23.180 toneladas (+86%), son las frutas más importadas y con mayores crecimientos.
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