El presidente de Frutas y Hortalizas de Cooperativas Agroalimentarias opina sobre la campaña citrícola y las diferentes plagas que la están afectando
Cirilo Arnandis (*)
Rememorando los clásicos, bien podríamos decir que la llegada del mes de septiembre supone el inicio de una nueva campaña citrícola, sobre todo una vez que se ha presentado la previsión de cosecha de modo oficial por parte del ministerio, hecho que tuvo lugar el pasado día 15 de septiembre. Así, a partir de los números presentados —que tan solo son las grandes cifras—, se espera un descenso en la producción de naranjas de un 8,2% respecto del año anterior, la misma cantidad en pequeños cítricos, y un incremento en limones del 27,9%, lo que supone que el dato global de la producción citrícola española para la campaña 2023/2024 será de 5,7 millones de toneladas, cantidad similar a la campaña anterior. Estos datos, que ya serán de dominio público, no dejan de ser tan solo un eslabón de una cadena de acontecimientos que han venido ocurriendo durante este verano, en una campaña continua de comercialización citrícola que ya no tiene ni principio ni fin en el calendario.
Algunos hechos no dejan de ser anecdóticos, como es el caso que me comentaba un buen amigo, quien recientemente pudo observar que en un centro comercial se vendían mandarinas de Sudáfrica y naranjas de Zimbabue, a las que no se les exige tratamiento en frío. A las naranjas procedentes de Sudáfrica, como todos sabemos, sí que se les exige tratamiento en frío. Zimbabue es un país que tiene frontera con la zona norte de Sudáfrica y no tiene salida al mar. Se exportan a Europa del orden de unas 35-40.000 toneladas anuales de naranjas, siendo los meses de septiembre y octubre de mayor exportación. Lo dicho, tan solo un episodio anecdótico en un país que, según datos de la FAO, tiene una producción total de naranjas que no alcanza las 100.000 toneladas.
Por contra, se ha tenido conocimiento de algunos hechos que preocupan en alto grado. Es el caso del ataque al zumo de naranja natural con la inclusión de una categoría de “zumo de fruta reducido en azúcar”, olvidando que los zumos de frutas naturales (obtenidos mediante procesos mecánicos por extrusión directa de las frutas) son un producto natural cuyo contenido en azúcar es el de la fruta de la que están hecho; del sustancial crecimiento de las importaciones comunitarias procedentes de Egipto; o de la treta, un año más, de los colegas sudafricanos que, “buenismos” ellos, suspenden sus envíos como solución al problema de la mancha negra, cuando el grueso ya está enviado.
Otro tema de alta preocupación y que nos ha dejado helados es la detección de Diaphorina citri, un insecto vector hospedante de la bacteria Candidatus liberibacter, que provoca el HLB, en la isla de Chipre. Así, ya tenemos vector hospedante en Israel y Chipre en el caso de Diaphorina citri, y en Portugal, próxima a la ribera del Guadiana que hace frontera con España, en el caso de Tryoza eritreae. Como si de una película de suspense se tratara, se estrecha el cerco.
No me voy a extender más en la gravedad de estas detecciones, en lo que ello supone, y en la enfermedad que nos puede reportar la presencia de esos insectos, pues de ello ya se ha informado y escrito de modo prolijo. No obstante, sí que creo que sería interesante el averiguar cómo ha llegado Diaphorina citri a Chipre, y qué va a pasar a partir de ahora. Ruego y deseo que este episodio no sirva de elemento de disputa política entre diversas Administraciones y/o en el seno del propio sector, sino que provoque el que se aúnen esfuerzos en la búsqueda de una solución a corto y a largo plazo, si es que queremos que perviva el cultivo de cítricos en Europa. De momento, la respuesta de las autoridades está siendo de transmitir calma, aunque creo que de eso los insectos no saben mucho, y de que hay que estar preparando cuando llegue el patógeno. Visto lo visto, no sé qué llegará antes, si el problema o la solución.
El pasado 5 de julio, la Comisión Europea presentó una serie de propuestas legislativas que componen el llamado “Paquete legislativo sobre la Sostenibilidad de los recursos naturales”. En esto de los nombres hay que decir que últimamente Bruselas lo borda. Se trata de una Comunicación para asegurar el uso resiliente y sostenible de los recursos naturales en la UE. En este documento, la Comisión explica sus objetivos y argumenta la coherencia de sus políticas (European Green Deal) al respecto, en particular de las iniciativas que forman parte de estas propuestas. Este paquete complementa los objetivos acordados en el “Fit for 55” de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y las iniciativas en Economía circular y “Zero Pollution”. Completa la “Climate Law”, el reglamento “LULUCF” sobre emisiones de gases de efecto invernadero, la propuesta de Ley de Restauración de la Naturaleza, la propuesta de certificados de secuestro de carbono, y el uso sostenible de pesticidas. Para que luego digan.
Todo este maremágnum de iniciativas en el fondo, y al menos en el caso de la agricultura, no son más que nuevas exigencias únicamente para los productores europeos. En este contexto, me ha llamado la atención lo manifestado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su discurso sobre el estado de la Unión Europea, solicitando más diálogo y menos polarización en el debate entre la protección del medio ambiente y el futuro de la agricultura de la Unión Europea, pues percibe que la tensión política ha aumentado en los últimos tiempos. Como complemento, Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, manifestaba últimamente, que si se quiere atenuar la llegada de migrantes deberemos de comprarles sus productos, algo así como que había que elegir entre la llegada de mercancías o de personas. Para la presidenta de la Comisión, “la agricultura y la protección del mundo natural pueden ir de la mano”. Para el COPA-COGECA, órganos de representación de agricultores y cooperativas a nivel europeo, todas estas propuestas deben de someterse a evaluaciones en función de su viabilidad como de impacto económico.
En este juego en el que Bruselas actúa con guante de seda en las declaraciones y mano de hierro en la ejecución de sus políticas en el campo, hay que enmarcar el principal mensaje de la reunión informal de ministros de agricultura de la Unión celebrada en las primeras fechas de este mes en Córdoba. Una apuesta común de los países comunitarios por la aplicación de las nuevas tecnologías, que deben jugar un papel clave en la transición hacia un sistema agroalimentario más sostenible y permitir hacer frente a los efectos del cambio climático; su uso, además, facilitará que el sector agroalimentario gane en rentabilidad y competitividad, ayudando a reducir la dependencia externa en la producción agroalimentaria. Traducción de todo esto: seguimos con nuestra cruzada ambientalista, eso de la reciprocidad con los países terceros lo iremos viendo, y la solución a este desequilibrio normativo hay que buscarla, dentro de un contexto de una agricultura de precisión y digitalización, en las nuevas técnicas de edición genómica implicadas en los procesos de obtención de nuevas variedades vegetales.
Simplificando, bien se puede decir que desde Bruselas se abre la puerta a producir plantas resistentes a aspectos climáticos como la sequía, y además, resistentes o tolerantes a patógenos que antes o después llegarán a Europa, lo que debe suponer una reducción en el uso de productos fitosanitarios y fertilizantes. De momento, se trata de emular a la naturaleza induciendo mutaciones y modificando genes con información de la misma especie, quedando todavía lejos el tema de los productos transgénicos. No cabe duda de que este camino hay que emprenderlo cuanto antes, pero que cuesta tiempo y dinero, conceptos de los que actualmente carece el campo. El problema, y hay que incidir una y otra vez, es qué pasara si plagas que pueden destrozar nuestra citricultura llegan a nuestras plantaciones antes de que la investigación haya encontrado soluciones. En ese caso nos habremos cargado nuestro modo de vida, pero es seguro que también el medio ambiente sufrirá los efectos.
Entretanto discurso florentino, la Comisión Europea ha propuesto multiplicar por nueve el nivel de residuos de Triziclazol en los arroces importados de países terceros. El hecho es que el uso de este producto, esencial para el control para la principal enfermedad del cultivo del arroz caso de la Pyricularia oryzae, está prohibido para los productores europeos. Señores de Bruselas, no se aclaran ni ustedes mismos.
(*) Presidente Frutas y Hortalizas Cooperatives Agro-alimentàries.
Acceso en la página 6 del ejemplar de Valencia Fruits.
Acceso íntegro al último ejemplar de Valencia Fruits.